VI.

Al pasar bajo el arco de la eternidad, en la suprema comprensión de nuestra vida mortal, está el premio y está el castigo.

PEREGRINO DEL MUNDO, edifica tu ciudad espiritual sobre la Piedra del Sabio. Hermano, pálido adolescente lleno de inquietud y de dudas, haz alto en el camino, aprende á ser centro y alma solitaria sobre el monte. Como los antiguos alquimistas buscaban el oro simbólico, sello de toda sabiduría, en el imán solar, busca tú la gracia de amor que no tienes, y acaso un día podrás ver sobre el camino de la tarde, la blanca sombra, encarnación humana del Verbo de Luz. Infunde en tu alma el goce de lo bello, crea belleza, vive en belleza, y al contemplar tu pasado desde la ribera remota, contemplarás amor. No olvides que la última y suprema razón que todas las cosas atesoran para ser amadas, es ser bellas. Todas son nacidas del influjo solar, y por la luz aprendidas. El limo se hace sagrado en la clara entraña del día al encarnar las celestes normas, y en el barro del hombre se redime la tierra de su obscuro pecado. La Humanidad es el fruto elegido en el connubio de tierra y sol. Cristo Jesús hace divina la negra carne del mundo, y su divinidad transciende á la eterna substancia de las cosas, en el pan y en el vino de la Cena.

Aquellos que buscan la iniciación gnóstica se consumen en un anhelo por ser centros encendidos de amor, y caminan sobre la blanca estela del Ungido. Son las almas que reciben la luz de la gracia, pero hay otras menos felices y fortalecidas donde esta luz se quiebra, almas para quienes la intuición mística viene á ser como una estrella de argentinos caminos: Por el de la belleza peregrinan las vidas estéticas. Cada atributo teologal es un sendero con diferente resplandor, y todos conducen al regazo del Padre. En la gran noche del pecado, cuando los malos espíritus volaban sin tregua en torno de los hombres, el sendero de la belleza ya partía como un zodíaco divino, la bóveda obscura y sin luceros. Es el primer camino que se abrió en las conciencias, es anterior á toda razón ética, porque desde el nacer los ojos de las criaturas fueron divinizados en la luz, y el logos generador fué Numen.

Las almas estéticas hacen su camino de perfección por el amor de todo lo creado, limpias de egoísmo alcanzan un reflejo de la mística luz, y como fuerzas elementales, imbuidas de una obscura conciencia cósmica, presienten en su ritmo, el ritmo del mundo. Adustas acaso para el amor humano, se redimen por el amor universal, y cada una es un pantáculo que sella la maravillosa diversidad del Todo. Aún se acuerdan del día genesíaco cuando salieron del limo, y sienten el impulso fraterno que enlaza las formas y las vidas en los números del sol. La luz es el verbo de toda belleza. Luz es amor.

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