La piedra del sabio

ANOCHECIDO, CUANDO BAJABA del monte hacia mi casa, impensadamente, en el trillado del sendero di con una sierpe partida en dos pedazos que se retorcían sobre la arena. Una piedra estaba en medio del paso, y un pastor sobre las bardas. Sentí repugnancia, algo como grima agorera, y me detuve queriendo penetrar el sentido oculto de aquella sierpe cercenada que se retorcía sobre mi camino, por volver á juntarse en sus pedazos. Atemorizado hallé el símbolo de mi vida, también estaba rota, también se debatía bajo la losa de los remordimientos. Y al caminar de nuevo, puesto á pensar en los afanes de otro tiempo, los miré tan ajenos que casi no me parecieron míos. Pero las negras horas del pecado aun tenían una palpitación de sangre, y recordé á la sierpe que se retorcía sobre el sendero del monte, y tuve miedo de que se juntasen sus pedazos. Acaso hubiera vuelto atrás, pero se me representó el pastor sobre las bardas, dorado por el sol poniente como un arcángel, y solamente hice la señal de la cruz.

He llegado á ese momento en que se siente á la muerte tejer sus velos, cuando la conciencia nos dice que se ha cumplido todo nuestro Destino. Voy por el mundo con los ojos vueltos atrás, estoy lleno de recuerdos como si hubiese vivido mil años. En una gran tiniebla, sobre un vasto mar de naufragio, se me representa mi vida.—Algunos viejos recuerdan tiempos de- su mocedad con una sonrisa iluminada, que yo comparé otras veces á los rayos del sol poniente en los cristales de las altas torres, pero mi recordar es dañino, adusto y opresor como la carlanca de un mastín. Yo estoy obseso de remordimientos, estas larvas de un pasado que no se ama, que no puede amarse, son mis agonías de conciencia. ¡Esclavo de los instintos fui violento, torvo y heridor, llené mi alma de rencores, la arrastré desnuda por camino de cardos, pasé en una ráfaga con los malos espíritus, y cuando ya no me queda sino una breve tarde, advierto cómo fueron carnales las ansias que me consumieron, y todo tan lejos, tan deleznable, tan ajeno á lo que debiera haber sido y al amor que me estaba reservado!...

He vivido en el grano de cada instante, sobre oleajes de tormenta y lenguas de llama. Fui el creador de un mundo de miserias que mi alma desencarnada habrá de contemplar desde su estrella. A lo largo de los caminos por donde he ido, queda mi sombra en velos invisibles para los ojos mortales, presiento el sentido eterno de mis acciones, tengo la intuición de sus círculos que han de ser cilicios en carne espiritual. En este momento mi cadena de sombras sufre, llora y peca, como sufrí, lloré y pequé. Mi vida se repite en el mundo incorpóreo de los fantasmas, y cuando llegue la muerte, con el alma libre de la cárcel de barro, veré todo el pasado en el círculo eterno de las sombras mías. La forma carnal se despoja en todos los instantes de una parte impalpable de sí misma, y deja su rastro á lo largo del camino. Por donde una vez más pasamos, allí perduramos. ¡Y todo perdura igual!

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