—¡Mueran los gachupines!
—¡Mueran!...
El Circo Harris, en el fondo del parque, perfilaba la cúpula diáfana de sus lonas bajo el cielo verde de luceros. Apretábase la plebe vocinglera frente a las puertas, en el guiño de los arcos voltaicos. Parejas de caballería estaban de cantón en las bocacalles, y mezclados entre los grupos, huroneaban los espías del Tirano.
Aplausos y vítores acogieron la aparición de los oradores: Venían en grupo, rodeados de estudiantes con banderas: Saludaban agitando los sombreros pálidos, teatrales, heroicos. La marejada tumultuaria del gentío bajo la porra legisladora de los gendarmes, abría calle ante las pertas del Circo. Las luces del interior daban a la cúpula de lona diafanidad morena.
Sucesivos grupos con banderas y bengalas, aplausos y amotinados clamores, a modo de reto, gritaban frente al Casino Español:
—¡Viva Don Roque Cepeda!
—¡Viva el libertador del indio!
—¡Vivaaa!...
—¡Muera la tiranía!
—¡Mueraaa!...
—¡Mueran los gachupines!
—¡Mueran!...