V

Tirano Banderas, con paso de rata fisgona, seguido por los compadritos, abandonó el juego de la rana: Al cruzar el claustro, un grupo de uniformes que choteaba en el fondo, guardó repentino silencio. Al pasar, la momia escrutó el grupo, y con un movimiento de cabeza, llamó al Coronel-Licenciado López de Salamanca, Jefe de Policía:

—¿A qué hora está anunciado el acto de las Juventudes Democráticas?

—A las diez.

—¿En el Circo Harris?

—Eso rezan los carteles.

—¿Quién ha solicitado el permiso para el mitin?

—Don Roque Cepeda.

—¿No se le han puesto obstáculos?

—Ninguno.

—¿Se han cumplimentado fielmente mis instrucciones?

—Tal creo...

—La propaganda de ideales políticos, siempre que se realice dentro de las leyes, es un derecho ciudadano y merece todos los respetos del Gobierno.

El Tirano torcía la boca con gesto maligno.

El Jefe de Policía, Coronel-Licenciado López de Salamanca, atendía con burlón desenfado:

—Mi General, en caso de mitote, ¿habrá que suspender el acto?

—El Reglamento de Orden Público le evacuará cumplidamente cualquier duda.

El Coronel-Licenciado asintió con zumba gazmoña:

—Señor Presidente, la recta aplicación de las leyes será la norma de mi conducta.

—Y en todo caso, si usted procediese con exceso de celo, cosa siempre laudable, no le costará gran sacrificio presentar la renuncia del cargo. Sus servicios —al aceptarla— sin duda que los tendría en consideración el Gobierno.

Recalcó el Coronel-Licenciado:

—¿El Señor Presidente no tiene otra cosa que mandarme?

—¿Ha proseguido las averiguaciones referentes al relajo y viciosas costumbres del Honorable Cuerpo Diplomático?

—Y hemos hecho algún descubrimiento sensacional.

—En el despacho de esta noche tendrá a bien enterarme. El Coronel-Licenciado saludó:

—¡A la orden, mi General!

La momia indiana todavía le detuvo, exprimiendo su verde mueca:

—Mi política es el respeto a la ley. Que los gendarmes garantan el orden en Circo Harris. ¡Chac! ¡Chac! Las Juventudes Democráticas ejemplarizan esta noche practicando un ejercicio ciudadano.

Chanceó el jefe de Policía:

—Ciudadano y acrobático.

El Tirano, ambiguo y solapado, plegó la boca con su mueca verde:

—¡Pues, y quién sabe!... ¡Chac! ¡Chac!

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