[Escena X]

 

 

 

Entre FINEA.- [Dichos.]

   

FINEA ¡Clara, Laurencio, me dio

nuevas de tanta alegría!

   Luego a mi padre dejé, 375

y aunque ella me lo callara,

yo tengo quien me avisara,

que es el alma, que te ve

   por mil vidros y cristales,

por donde quiera que vas, 380

porque en mis ojos estás

con memorias inmortales.

   Todo este grande lugar

tiene colgado de espejos

mi amor, juntos y parejos, 385

para poderte mirar.

   Si vuelvo el rostro allí, veo

tu imagen; si a estotra parte,

también; y ansí viene a darte

nombre de sol mi deseo; 390

   que en cuantos espejos mira

y fuentes de pura plata,

su bello rostro retrata

y su luz divina espira.

 

 

LAURENCIO ¡Ay, Finea! ¡A Dios pluguiera 395

que nunca tu entendimiento

llegara, como ha llegado,

a la mudanza que veo!

Necio, me tuvo seguro,

y sospechoso discreto; 400

porque yo no te quería

para pedirte consejo.

¿Qué libro esperaba yo

de tus manos? ¿En qué pleito

habías jamás de hacerme 405

información en derecho?

Inocente te quería,

porque una mujer cordero

es tusón de su marido,

que puede traerla al pecho. 410

Todas sabéis lo que basta

para casada, a lo menos;

no hay mujer necia en el mundo,

porque el no hablar no es defeto.

Hable la dama en la reja, 415

escriba, diga concetos

en el coche, en el estrado,

de amor, de engaños, de celos;

pero la casada sepa

de su familia el gobierno; 420

porque el más discreto hablar

no es sancto como el silencio.

Mira el daño que me vino

de transformarse tu ingenio,

pues va a pedirte, ¡ay de mí!, 425

para su mujer, Liseo.

Ya deja a Nise, tu hermana.

Él se casa. Yo soy muerto.

¡Nunca, plega a Dios, hablaras!

 

 

FINEA ¿De qué me culpas, Laurencio? 430

A pura imaginación

del alto merecimiento

de tus prendas, aprendí

el que tú dices que tengo.

Por hablarte supe hablar, 435

vencida de tus requiebros;

por leer en tus papeles,

libros difíciles leo;

para responderte escribo.

No he tenido otro maestro 440

que amor; amor me ha enseñado.

Tú eres la ciencia que aprendo.

¿De qué te quejas de mí?

 

 

LAURENCIO De mi desdicha me quejo;

pero, pues ya sabes tanto, 445

dame, señora, un remedio.

 

 

FINEA El remedio es fácil.

 

 

LAURENCIO ¿Cómo?

 

 

FINEA Si, porque mi rudo ingenio,

que todos aborrecían,

se ha transformado en discreto, 450

Liseo me quiere bien,

con volver a ser tan necio

como primero le tuve,

me aborrecerá Liseo.

 

 

LAURENCIO Pues, ¿sabrás fingirte boba? 455

 

 

FINEA Sí; que lo fui mucho tiempo,

y el lugar donde se nace

saben andarle los ciegos.

Demás desto, las mujeres

naturaleza tenemos 460

tan pronta para fingir

o con amor o con miedo,

que, antes de nacer, fingimos.

 

 

LAURENCIO ¿Antes de nacer?

 

 

FINEA Yo pienso

que en tu vida lo has oído. 465

Escucha.

 

 

LAURENCIO Ya escucho atento.

 

 

FINEA Cuando estamos en el vientre

de nuestras madres, hacemos

entender a nuestros padres,

para engañar sus deseos, 470

que somos hijos varones;

y así verás que, contentos,

acuden a sus antojos

con amores, con requiebros,

y esperando el mayorazgo 475

tras tantos regalos hechos,

sale una hembra que corta

la esperanza del suceso.

Según esto, si pensaron

que era varón, y hembra vieron, 480

antes de nacer fingimos.

 

 

LAURENCIO Es evidente argumento;

pero yo veré si sabes

hacer, Finea, tan presto

mudanza de extremos tales. 485

 

 

FINEA Paso, que viene Liseo.

 

 

LAURENCIO Allí me voy a esconder.

 

 

FINEA Ve presto.

 

 

LAURENCIO Sígueme, Pedro.

 

 

PEDRO En muchos peligros andas.

 

 

LAURENCIO Tal estoy, que no los siento. 490

 

 

 

 

[Escóndanse LAURENCIO y PEDRO.]

   

Share on Twitter Share on Facebook