Escena II

LEANDRO, de camino.- [Dichos.]

LEANDRO: Huésped, ¿habrá qué comer?

 

LISEO: Seáis, señor, bien llegado.

 

LEANDRO: Y vos en la misma hallado.

 

LISEO: ¿A Madrid?...

 

LEANDRO: Dejéle ayer,

cansado de no salir

con pretensiones cansadas.

  

LISEO: Esas van adjetivadas

con esperar y sufrir.

Holgara, por ir con vos,

lleváramos un camino.

 

LEANDRO: Si vais a lo que imagino,

nunca lo permita Dios.

 

LISEO: No llevo qué pretender;

a negocios hechos voy.

¿Sois de ese lugar?

 

LEANDRO: Sí soy.

 

LISEO: Luego podréis conocer

la persona que os nombrare.

 

LEANDRO: Es Madrid una talega

de piezas, donde se anega

cuanto su máquina pare.

Los reyes, roques y arfiles

conocidas casas tienen;

los demás que van y vienen

son como peones viles:

todo es allí confusión.

 

LISEO: No es Otavio pieza vil.

 

LEANDRO: Si es quien yo pienso, es arfil,

y pieza de estimación.

 

LISEO: Quien yo digo es padre noble

de dos hijas.

 

LEANDRO: Ya sé quién;

pero dijérades bien

que de una palma y de un roble.

 

LISEO: ¿Cómo?

 

LEANDRO: Que entrambas lo son;

pues Nise bella es la palma;

Finea un roble, sin alma

y discurso de razón.

Nise es mujer tan discreta,

sabia, gallarda, entendida,

cuanto Finea encogida,

boba, indigna y imperfeta.

Y aun pienso que oí tratar

que la casaban...

  

LISEO: [A TURÍN.]

¿No escuchas?

 

LEANDRO: Verdad es que no habrá muchas

que la puedan igualar

en el riquísimo dote;

mas, ¡ay de aquel desdichado

que espera una bestia al lado!

Pues más de algún marquesote,

a codicia del dinero,

pretende la bobería

desta dama, y a porfía

hacen su calle terrero.

 

LISEO: [A TURÍN.]

Yo llevo lindo concierto.

¡A gentiles vistas voy!

  

TURÍN: [A LISEO.]

Disimula.

 

LISEO: [A TURÍN.]

Tal estoy,

que apenas hablar acierto.-

En fin, señor, ¿Nise es bella

y discreta?...

  

LEANDRO: Es celebrada

por única, y deseada,

por las partes que hay en ella,

de gente muy principal.

  

LISEO: ¿Tan necia es esa Finea?

LEANDRO: Mucho sentís que lo sea.

 

LISEO: Contemplo, de sangre igual,

dos cosas tan desiguales...

Mas, ¿cómo en dote lo son?

Que, hermanas, fuera razón

que los tuvieran iguales.

  

LEANDRO: Oigo decir que un hermano

de su padre la dejó

esta hacienda, porque vio

que sin ella fuera en vano

casarla con hombre igual

de su noble nacimiento,

supliendo el entendimiento

con el oro.

 

LISEO: Él hizo mal.

 

LEANDRO: Antes bien, porque con esto

tan discreta vendrá a ser

como Nise.

 

TURÍN: ¿Has de comer?

 

LISEO: Ponme lo que dices, presto,

aunque ya puedo escusallo.

 

LEANDRO: ¿Mandáis, señor, otra cosa?

 

LISEO: Serviros. (¡Qué linda esposa!)

(Vase LEANDRO.)

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