Escena XIX

LISEO: No sé yo

de qué manera disponga

mi desventura. ¡Ay de mí!

 

TURÍN: ¿Quieres quitarte las botas?

 

LISEO: No, Turín; sino la vida.

¿Hay boba tan espantosa?

 

TURÍN: Lástima me ha dado a mí,

considerando que ponga

en un cuerpo tan hermoso

el cielo un alma tan loca.

 

LISEO: Aunque estuviera casado

por poder, en causa propia

me pudiera descasar.

La ley es llana y notoria;

pues concertando mujer

con sentido, me desposan

con una bestia del campo,

con una villana tosca.

 

TURÍN: Luego, ¿no te casarás?

 

LISEO: ¡Mal haya la hacienda toda

que con tal pensión se adquiere,

que con tal censo se toma!

Demás que aquesta mujer,

si bien es hermosa y moza,

¿qué puede parir de mí

sino tigres, leones y onzas?

 

TURÍN: Eso es engaño, que vemos

por experiencias y historias,

mil hijos de padres sabios,

que de necios los deshonran.

 

LISEO: Verdad es que Cicerón

tuvo a Marco Tulio en Roma,

que era un caballo, un camello.

 

TURÍN: De la misma suerte consta

que de necios padres suele

salir una fénix sola.

 

LISEO: Turín, por lo general,

y es consecuencia forzosa,

lo semejante se engendra.

Hoy la palabra se rompa;

rásguense cartas y firmas;

que ningún tesoro compra

la libertad. Aun si fuera

Nise...

 

TURÍN: ¡Oh, qué bien te reportas!

Dicen que si a un hombre airado,

que colérico se arroja,

le pusiesen un espejo,

en mirando en él la sombra

que representa su cara,

se tiempla y desapasiona;

así tú, como tu gusto

miraste en su hermana hermosa

-que el gusto es cara del alma,

pues su libertad se nombra-,

luego templaste la tuya.

 

LISEO: Bien dices, porque ella sola

el enojo de su padre,

que, como ves, me alborota,

me puede quitar, Turín.

 

TURÍN: ¿Que no hay que tratar de esotra?

 

LISEO: Pues, ¿he de dejar la vida

por la muerte temerosa,

y por la noche enlutada

el sol que los cielos dora,

por los áspides las aves,

por las espinas las rosas,

y por un demonio un ángel?

 

TURÍN: Digo que razón te sobra:

que no está el gusto en el oro;

que son el oro y las horas

muy diversas.

 

LISEO: Desde aquí

renuncio la dama boba.

 

FIN DEL PRIMER ACTO DE LA «DAMA BOBA»

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