CLARA, FINEA.
FINEA: ¿Has visto, Clara, 850
lo que es amor? ¡Quién pensara
tal cosa!
CLARA: No hay pepitoria
que tenga más menudencias
de manos, tripas y pies.
FINEA: Mi padre, como lo ves, 855
anda en mil impertinencias.
Tratado me ha de casar
con un caballero indiano,
sevillano o toledano.
Dos veces me vino a hablar, 860
y esta postrera sacó
de una carta un naipecito
muy repulido y bonito,
y luego que le miró
me dijo: «Toma, Finea, 865
ese es tu marido.» Y fuese.
Yo, como, en fin, no supiese
esto de casar qué sea,
tomé el negro del marido,
que no tiene más de cara, 870
cuera y ropilla; mas, Clara,
¿qué importa que sea pulido
este marido o quien es,
si todo el cuerpo no pasa
de la pretina? Que en casa 875
ninguno sin piernas ves.
CLARA: ¡Pardiez, que tienes razón!
¿Tiénesle ahí?
FINEA: Vesle aquí.
(Saca un retrato.)
CLARA: ¡Buena cara y cuerpo!
FINEA: Sí;
mas no pasa del jubón. 880
CLARA: Luego este no podrá andar.
¡Ay, los ojitos que tiene!
FINEA: Señor, con Nise...
CLARA: ¿Si viene
a casarte...?
FINEA: No hay casar;
que este que se va de aquí 885
tiene piernas, tiene traza.
CLARA: Y más, que con perro caza;
que el mozo me muerde a mí.