Al día siguiente se supo que La Ronca había salido de Madrid, dejando la compañía, dejándolo todo. No se la volvió a ver en un teatro
hasta que años después el hambre la echó otra
vez a los de provincias, como echa al lobo a
poblado en el invierno.
Don Ramón Baluarte era un hombre que
había nacido para el amor, y envejecía soltero,
porque nunca le había amado una mujer como
él quería ser amado. El corazón le dijo entonces
que la mujer que le amaba como él quería era
La Ronca, la de la fuga. ¡A buena hora!
Y decía suspirando el crítico al acostarse:
-¡El demonio del sacerdocio!
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