Calló otra vez Aurelio Marco y suspiró, y
añadió después, como hablando consigo mis-
mo:
-¡Oh, que remordimientos sentí oyendo
aquel antojo de mi tirano, de mi Rosina! ¡Yo no
podía ser rey ni ministro! Mis ensueños, mis
escrúpulos, mis aficiones, mis estudios, mi filo-
sofía, me habían apartado de la ambición y sus
caminos; era inepto para político, no podía ya aspirar a nada... ¡Oh, lo que yo hubiera dado
entonces por ser hábil, por ser ambicioso, por
no tener escrúpulos, por tener influencia, distrito,
cartera, y sacrificarme por el país, plantear
economías, reorganizarlo todo, salvar a España y hacer a Maolito subsecretario!
¡Gracias por leer este libro de www.elejandria.com!
Descubre nuestra colección de obras de dominio público en castellano en nuestra web