* * *

Calló otra vez Aurelio Marco y suspiró, y

añadió después, como hablando consigo mis-

mo:

-¡Oh, que remordimientos sentí oyendo

aquel antojo de mi tirano, de mi Rosina! ¡Yo no

podía ser rey ni ministro! Mis ensueños, mis

escrúpulos, mis aficiones, mis estudios, mi filo-

sofía, me habían apartado de la ambición y sus

caminos; era inepto para político, no podía ya aspirar a nada... ¡Oh, lo que yo hubiera dado

entonces por ser hábil, por ser ambicioso, por

no tener escrúpulos, por tener influencia, distrito,

cartera, y sacrificarme por el país, plantear

economías, reorganizarlo todo, salvar a España y hacer a Maolito subsecretario!

¡Gracias por leer este libro de www.elejandria.com!

Descubre nuestra colección de obras de dominio público en castellano en nuestra web

Share on Twitter Share on Facebook