Escena II

RITA; ROQUE y varios MINEROS.

Llega al primer término de la izquierda un grupo de mineros, entre ellos ROQUE, el cual manifiesta al andar que tiene un pie herido: el zapato de este pie, roto por delante.

MINERO 2.º.

¡Con Dios, Roque; y por la fresca, arriba; y otra vez al pozo!

MINERO 1.º.

¡Mal rayo me parta si con estos mandrias se puede hacer una que sea sonada!

MINERO 2.º.

Para sonadas, las que hace allá dentro el gas cuando se le hinchan las narices.

MINERO 1.º.

Roque, contigo se cuenta. Si ahora te quedas aquí un rato por que no diga Teresa, en casa de la Eulalia te esperamos. No faltes: lleva el papel, ese que tan bien lo relata.

MINERO 2.º.

No seas bobo, Roque, no vayas. Gastarás los cuartos, beberás, mañana la dormirás, te meterán en el ajo de la huelga, aunque seas inocente… y ¡adiós pan, Dios sabe hasta cuándo!

MINERO 3.º.

Estos de la aldea siempre servilones; burros de reata… reses que van al matadero.

MINERO 2.º.

Vaya, con Dios. Ya empieza el predicador… ¡Lilailas! El pobre siempre sudará mucho para comer poco… Los papeles… la taberna… los sermones. ¡Lilailas! Siempre fue lo mismo. Vaya; buenas noches. Roque, cena, si hay qué; y a la cama.

(Sale por la izquierda a paso lento bostezando).

ROQUE.

¡Gallinas! Vamos andando. Si espero a ésa, habrá matraca. ¡A casa de Eulalia! Yo me debo a los míos. Cuando el hombre tiene una idea… se debe a la idea.

MINERO 3.º.

Pero ¿no has dicho a Teresa que te quedabas en casa?

ROQUE.

(Se encoge de hombros). ¡Déjate de mujeres! A casa de Eulalia. El obrero defiende sus ideas donde puede… Si no hay más cátedra, más congreso, más púlpito que la taberna… en la taberna. Jesucristo iba a las tabernas a predicar el socialismo a los publicanos.

MINERO 1.º.

¡Eso! ¡Vivan los publicanos! El papa es ahora publicano también.

MINERO 3.º.

¡Pamplinas! ¡La política…! ¡El clero…! ¡Pamplinas…! No reventar de hambre y de trabajar, ésa es la fija.

ROQUE.

Vamos, que va a llegar Teresa. (Bosteza RITA, y estira los brazos despertando). ¿Quién está ahí? ¡Ah!, ¡es mi hermana! ¡Esperad! ¡Rita! (Se acerca a ella). ¿Has metido la yerba?

RITA.

Sí; toda la que habéis dejado segada. (Soñolienta y otra vez quitándose de la garganta y del pecho briznas del heno pegado a la piel).

ROQUE.

¿Qué tienes?, ¿sueño?

RITA.

Sí.

ROQUE.

¿Calor? (Le pasa la mano por la frente y las muñecas).

RITA.

Mucho.

ROQUE.

(En voz baja). ¿Y hambre?

RITA.

Sed.

ROQUE.

(En voz baja). ¿Qué hay de cena?

RITA.

Hay patatas. (Gesto de repugnancia).

ROQUE.

¿No cenarás?

RITA.

Si me deja Teresa, me acuesto ahora.

ROQUE.

¿Sin cenar?

RITA.

Se me abre la cabeza, se me hunde el cuerpo.

ROQUE.

¿Estás muy cansada?

RITA.

Claro.

ROQUE.

¿Has trabajado mucho?

RITA.

¡Qué remedio!

ROQUE.

¡Teresa!

RITA.

Más que yo y más que tú. ¡Pobre; si no revienta…! Pero ésa puede. Tiene más alma.

ROQUE.

Te arde el pellejo. (Vuelve a tocarle las muñecas).

RITA.

Más adentro ardo.

MINERO 1.º.

Roque, ¿vienes, o qué?

ROQUE.

¡Ah!, sí… ¡voy!, ¡voy! «¡Rayo en la miseria! ¡Que arda el mundo! Lo mejor es eso, ¡que arda el mundo!». Rita, cena. Cena… chocolate si queda. Ya sabes lo que ha dicho el médico; sin comer no hay vida. (A los mineros). Vamos.

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