Después de haber escrito este soneto, entráronme deseos de, decir también algo referente a cuatro aspectos de mi estado, los cuales me parecía no haber manifestado nunca. El primero de ellos es que muchas veces condolíame porque la fantasía impulsaba a mi memoria para que considerase en qué estado me dejaba Amor. El segundo es que Amor, a menudo, me asaltaba dé súbito tan fuertemente, que sólo vivía para pensar en mi amada. El tercero es que, cuando esta lucha de Amor se movía contra mí, yo, completamente pálido, andaba buscando a mi amada, creyendo que con verla estaría defendido en la batalla y olvi21
dando lo que me ocurría al aproximarme a tan gran beldad. El cuarto es que el hecho de verla, no solamente no me defendía, sino que acababa desbaratando lo poco que de vida me restaba. Así, pues, compuse este soneto que empieza: «Muchas veces revélase a mi mente.»
Muchas veces revélase a mi mente
el estado a que Amor me a sometido,
y en fuerza de emoción pienso y me pido:
“¿Sufrirá más dolor algún viviente?”
Pues me acomete Amor tan diestramente que casi me derriba sin sentido,
no dejándome más que un desmedido
aliento que por vos razona y siente.
Buscando salvación, lucho a porfía,
hasta que en postración sin valentía, busco en vos el remedio que apetezco.
Y cuando al contemplar alzo los ojos, me ganan los temblores y sonrojos
mientras, yéndose el alma, desfallezco.
Este soneto se divide en cuatro partes, correspondientes a los cuatro aspectos a que se refiere; pero como han sido enumerados más arriba, me constreñiré a indicar cada parte por su comienzo. La segunda empieza en «Pues me acomete»; la tercera, en «Buscando salvación», y la cuarta, en «Y cuando al contemplar».