XXIX

El alma nobilísima de Beatriz partióse, según la manera de computar el tiempo en Arabia, en la primera hora del noveno día del mes; según la manera de computarlo en Siria, en el noveno mes del año, pues allí el primer mes es Tisirin, que corresponde a nuestro octubre, y según la manera de computarlo nosotros, en el año de nuestra indicación, o sea, del Señor, cuyo número redondo había cumplido nueve veces en el siglo en que ella fue puesta en este mundo: vivió entre los cristianos de la centuria decimotercera.

Una de las razones en virtud de las cuales dicho número le fue tan amigo, podría ser la de que, según Tolomeo y la ciencia cristiana, son nueve los cielos que se mueven, y, según la general opinión de los astrólogos, dichos cielos nos transmiten las relaciones armoniosas a que se hallan sometidos, por lo cual la fidelidad de dicho número nueve daría a entender que, al ser ella engendrada, los nueve cielos móviles estaban en perfectísima armonía. Esto es, desde luego, una razón; pero, pensando más sutilmente y según la verdad infalible, dicho número fue ella misma. Me explicaré mediante una comparación. El número tres es la raíz de nueve, pues que sin otro número, multiplicado por sí mismo, da nueve, según vemos claramente que tres por tres son nueve. Ahora bien: si el tres es por sí mismo factor del nueve, y, por otra parte, el Factor o Hacedor por sí mismo de los milagros es también tres, o sea Padre, Hijo y Espíritu Santo, que son Tres y Uno, a mi amada le acom45

pañó el número nueve para dar a entender que era un nueve, es decir, un milagro, cuya raíz la del milagro es solamente la Santísima Trinidad. Quizá persona más sutil hallaría en esto razón todavía más sutil; pero la apuntada es la que yo veo y la que me place más.

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