XXVII

Luego de esto, di un día en pensar sobre lo que había dicho de mi amada en los dos anteriores sonetos; y percatándome de que no había hablado de lo que a la sazón me ocurría, parecióme haberme expresado defectuosamente. Decidí, por tanto, escribir unos versos en los que manifestara cuán sujeto me hallaba a la influencia de mi amada y cómo 43

actuaba en mí dicha influencia. Y suponiendo que no podía referirlo todo en la brevedad de un soneto, comencé entonces esta canción que empieza:

Tanto tiempo, me tiene dominado

Amor por su virtud de señoría,

que si al principio duro parecía,

hogaño me parece suavizado.

Y es que cuando me deja anonadado

porque el ánimo escapa y se extravía, entonces, débil, siente el alma mía

tal goce, que me noto demudado.

Amor requiere luego tal potencia,

que me hace suspirar si estoy hablando Y, mi dama invocando,

aumenta, con placer, mi complacencia.

Tal acontece si a mi vista acude,

aunque pueda haber gente que lo dude.

Share on Twitter Share on Facebook