Los infantes logran que el rey trate el casamiento El rey pide vistas con el Cid
Minaya vuelve a Valencia y entera al Cid de todo El Cid fija el lugar de las vistas
“Esta merced os pedimos, a vos, el rey y señor: queremos, si esta demanda tiene vuestra aprobación, que nos pidáis a las hijas de Mío Cid Campeador, casar queremos con ellas, honra será de los dos”.
El rey Alfonso un gran rato meditando se quedó:
“Yo he echado de esta mi tierra al buen Cid Campeador, trabajé yo por su mal y él por mi bien trabajó, y no sé si el casamiento querrá aceptármelo o no, mas ya que vos lo queréis hablemos de la cuestión”.
A Álvar Fáñez de Minaya y a Bermúdez, a esos dos mensajeros de Ruy Díaz, el rey entonces llamó, y a un aposento cercano con ellos dos se apartó.
“Minaya y Pedro Bermúdez, escuchad esta razón: Muy bien que me está sirviendo Mío Cid Campeador, y como él se lo merece le concederé perdón; que venga a verse conmigo, si gusta, vuestro señor.
Otras novedades hay en esta mi corte, y son
que don Diego y don Fernando, los infantes de Carrión, con las hijas de Mío Cid quieren casarse los dos.
Llevad vos este mensaje, que así os lo ruego yo, decídselo de mi parte al buen Cid Campeador.
A honra lo habrá de tomar, que irá ganando en honor, si por bodas emparienta con infantes de Carrión”.
Habla Minaya, a Bermúdez muy bien que le pareció:
“Al Cid se lo rogaremos cual lo habéis mandado vos y después el Cid que haga lo que tenga por mejor”. “
Decid a Rodrigo Díaz el que en buenhora nació
que en sitio que a él le convenga podremos vernos los dos y en el lugar que designe será nuestra reunión.
En aquello que yo pueda ayudarle quiero yo”.
Los mensajeros del Cid al rey le dicen adiós,
y Minaya con los suyos hacia Valencia marchó.
Cuando supo que venía, el buen Cid Campeador
a prisa monta a caballo, a recibirlos salió,
sonreía Mío Cid y mucho los abrazó.
Dijo Rodrigo: “Álvar Fáñez, Pedro Bermúdez, ¿sois vos?
En pocas tierras se encuentran varones como estos dos.
¿Cuáles noticias me manda don Alfonso, mi señor?
¿Está contento de mí? ¿No quiso aceptarme el don?”
Dijo Minaya: “Lo acepta con alma y con corazón.
Muy satisfecho se queda y os vuelve a su favor”.
Dijo Mío Cid entonces: “Gracias, gracias, Creador”.
Y luego los mensajeros le transmiten la razón
de que le rogaba Alfonso, rey de Castilla y León, de que a sus hijas las casase con infantes de Carrión, que con eso habrá de honrarse y de subir en honor; así lo aconseja el rey con el alma y corazón.
Cuando lo oyó Mío Cid, aquel buen Campeador,
un rato muy dilatado pensativo se quedó:
“Mucho le agradezco esto a Cristo, Nuestro Señor: echado fui de la tierra, me quitaron el honor, con gran trabajo gané esto que poseo yo.
Agradezco a Dios que el rey me haya vuelto a su favor y que me pida mis hijas para los dos de Carrión.
Minaya, Pedro Bermúdez, decidme vosotros dos
de estas bodas proyectadas cuál sea vuestra opinión”.
“A nosotros nos parece lo que os parezca a vos”.
Dijo el Cid: “De gran linaje vienen esos de Carrión, andan siempre con la corte, muy orgullosos que son; estas bodas, en verdad, no me gustarían, no, pero si el rey lo aconseja, él que vale más que nos, bien podemos en secreto discutir esa cuestión, y que Dios el de los cielos nos inspire lo mejor”.
“Además de todo esto, Alfonso, vuestro señor, dijo que querría veros en donde os plazca a vos: de veros tiene deseo y tornaros su favor, luego vos decidiréis lo que convenga mejor”.
Contestó entonces el Cid: “Pláceme de corazón”.
Entonces dijo Minaya: “El rey Alfonso mandó que el lugar de la entrevista sea escogido por vos”.
“Si así lo ordenara el rey, dijo allí el Campeador, hasta donde él estuviera iría a buscarle yo para honrarle cual se debe a nuestro rey y señor.
Pero ya que así lo quiere acéptole yo el honor y a orillas del río Tajo, ese que es río mayor, podemos entrevistarnos cuando quiera mi señor”.
Ya están escritas las cartas, el Cid muy bien las selló; con dos caballeros suyos a prisa las envió: lo que quiera el rey Alfonso eso hará el Campeador.