95

Los cristianos salen a batalla

Derrota de Yusuf

Botín extraordinario

El Cid saluda a su mujer y sus hijas

Dota a las dueñas de Jimena

Reparto del botín

 

Ya todos muy bien armados salen por Torres de Cuarto; Mío Cid a sus vasallos bien los iba aleccionando.

Hombres de gran confianza en las puertas se dejaron, monta entonces Mío Cid en Babieca, su caballo, que de todas guarniciones iba muy bien preparado.

Han salido de Valencia, ya la bandera sacaron, son cuatro mil menos treinta los que el Cid lleva a su lado y a cincuenta mil de moros sin miedo van a atacarlos.

Minaya con Álvar Álvaroz éntrase por otro lado, y plúgole al Creador que pudiera derrotarlos.

El Cid hiere con la lanza, luego a la espada echa mano, a tantos moros mató que no pueden ser contados, le va por el codo abajo mucha sangre chorreando.

Al rey Yusuf de Marruecos tres golpes le ha descargado, pero el moro se le escapa a todo andar del caballo y se le mete en Cullera, castillo muy bien armado; hasta allí le sigue el Cid por ver si puede alcanzarlo, con otros que le acompañan de aquellos buenos vasallos.

Desde Cullera se vuelve Mío Cid el bienhadado, muy alegre del botín tan grande que han capturado.

Ve cuánto vale Babieca, de la cabeza hasta el rabo.

La ganancia de aquel día toda por suya ha quedado.

De aquellos cincuenta mil moros que habían contado, no pudieron escaparse nada más que ciento cuatro.

Las mesnadas de Ruy Díaz saquearon todo el campo, entre la plata y el oro recogieron tres mil marcos, y lo demás del botín no podían ni contarlo.

Alegre está Mío Cid, muy alegres sus vasallos

de que Dios les ayudara a aquella victoria en campo.

Después que al rey de Marruecos así hubieron derrotado, dejóse el Cid a Álvar Fáñez de todo aquello cuidando y con sus cien caballeros en Valencia ya se ha entrado.

La cofia lleva caída, el yelmo se lo ha quitado, así entró sobre Babieca y con la espada en la mano.

Recíbenlo allí las damas que le estaban esperando, ante ellas para, tiró de las riendas al caballo: “Ante vos me humillo, damas, gran honor os he ganado, vos me guardabais Valencia y yo vencía en el campo.

Esto Dios lo quiso así, y con Él todos sus santos, cuando por venir vosotras tal ganancia nos han dado.

Ved esta espada sangrienta, ved sudoroso el caballo, es así como se vence a los moros en el campo.

Rogad a Dios que os viva todavía algunos años

y muchos os besarán, en vasallaje las manos”.

Esto dijo Mío Cid, luego bajo del caballo.

Cuando ya estuvo en el suelo y le ven descabalgado, las damas y las dos niñas, la esposa que vale tanto, ante el Cid Campeador las dos rodillas hincaron.

Vuestras somos y Dios quiera que aún nos viváis muchos años”.

Volvieron con él las damas y entran todos en palacio.

Con el Cid van a sentarse en muy preciosos escaños:

“Mi mujer doña Jimena, ya que así lo habéis rogado a las damas que trajisteis y os han servido tanto quiero casar con algunos de estos mis buenos vasallos; a cada una de ellas le daré doscientos marcos y que sepan en Castilla que sirvieron a buen amo.

De casar a vuestras hijas ya se hablará más despacio”.

Allí todas se levantan, van a besarle las manos y una alegría muy grande corrió por todo el palacio.

Tal como lo dijo el Cid así lo llevan a cabo.

El buen Minaya Álvar Fáñez seguía afuera en el campo con los hombres que reparten, escribiendo y recontando: de tiendas y ricas armas y de vestidos preciados no se puede ni pensar los muchos que se encontraron.

Ahora quisiera deciros del botín lo mas granado: y es que no pueden ni echar cuenta de tantos caballos que andan con ricos arreos y no hay quien quiera tomarlos; los moros de aquella tierra se sacaron también algo; y además de todo esto a Mío Cid bienhadado de los mejores que cogen le tocaron mil caballos.

Cuando al partir la ganancia al Cid le tocaron tantos es que los demás quedaban, también ellos, bien pagados.

¡Y qué de tiendas lujosas con postes bien trabajados se sacaron del botín Mío Cid y sus vasallos!

La tienda del rey de moros, la más rica que encontraron, dos postes la sostenían que de oro están labrados.

Mío Cid Campeador a todos los ha mandado

que allí la dejen plantada y no la toque cristiano:

“Tal tienda que como ésta de Marruecos ha pasado enviarla quiero al rey don Alfonso el Castellano.

Así verá que es muy cierto que el Cid va medrando algo”.

Todas aquellas riquezas en Valencia las entraron.

El obispo don Jerónimo, sacerdote muy honrado, cuando acabo de lidiar con los moros a dos manos, no podía echar la cuenta de tantos como ha matado.

Botín de mucha valía le tocara en el reparto

y a más el Cid Don Rodrigo de Vivar, el bienhadado, de la quinta parte suya el diezmo le ha regalado.

Share on Twitter Share on Facebook