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Pedro Bermúdez se desentiende de los infantes

Minaya y don Jerónimo piden el primer puesto en la batalla

 

“Yo os digo, Mío Cid, y espero esa caridad, que este día los infantes por ayo no me tendrán, acompáñelos quien quiera, que a mí poco se me dan.

Yo en vanguardia con los míos los moros iré a atacar y vos con los vuestros, Cid, aquí a retaguardia estad, y si hubiere algún peligro ya me vendréis a ayudar.”

El buen Minaya Álvar Fáñez entonces se fué a acercar:

“Escuchad lo que os digo, Cid Campeador leal, esta batalla de ahora el Señor es quien la hará, vos gozáis de su favor, y con vos ha de luchar.

Decidnos a cada uno dónde tiene que atacar

y todos su obligación cual vos mandéis cumplirán.

Con Dios y con vuestra suerte veamos lo que va a pasar.”

Mío Cid dijo: “No hay prisa, tengamos tranquilidad.”

Llega entonces don Jerónimo, muy armado que está, delante de Mío Cid se fue el obispo a parar: “Hoy os he dicho la misa de la Santa Trinidad; si he salido de mi tierra y aquí os vine a buscar es por ganas que tenía de algunos moros matar, honrar quiero yo mis armas y mi orden sacerdotal y ser en esta batalla quien primero atacará.

Traigo yo pendón y armas que de lejos se verán, si así place al Creador hoy las querría ensayar, porque así mi corazón tranquilo se quedará, y vos, Mío Cid, por eso aún me estimaríais más.

Si ese favor no me hacéis de aquí me quiero marchar”

Dijo entonces Mío Cid: “Tal como queréis se hará, allí estan los moros, id vuestras armas a probar, de aquí veremos nosotros qué tal pelea el abad.”

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