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Los del Cid vuelven del alcance

El Cid, satisfecho de sus yernos; ellos, avergonzados Ganancias de la victoria

 

Con las ganancias que han hecho a Valencia iban tornando; cada cual va recogiendo lo que encuentra por el campo.

Por fin a las tiendas llegan con su señor bienhadado.

Mío Cid Rodrigo Díaz, Campeador afamado:

viene con sus dos espadas, las dos que él estima tanto, por el campo de batalla al correr de su caballo; la cara trae descubierta, capucha y yelmo quitados, la cofia a medio poner sobre el pelo descansando.

Ya por todas partes van llegando sus vasallos.

El Campeador entonces algo ve que le ha gustado, alza la vista y se queda hacia adelante mirando: por allí ha visto venir a don Diego y don Fernando los infantes de Carrión, hijos del conde Gonzalo.

Alégrase Mío Cid, sonriente les ha hablado:

“¿Sois vosotros, yernos míos? Por hijos os tengo a ambos, ya sé que estáis muy contentos de lo bien que habéis luchado, a Carrión mandaré yo mensajeros a contarlo, también dirán que al rey Búcar la batalla le ganamos.

Fío en Dios nuestro Señor y fío en todos sus santos que de esta victoria todos saldremos muy bien pagados.”

Álvar Fáñez de Minaya en este instante ha llegado, escudo al cuello, con mucha señal de espada marcado; de los golpes de las lanzas Minaya no hacía caso y aquellos que se los dieron con ninguno le acertaron.

Le va por el codo abajo mucha sangre chorreando, arriba de veinte moros Minaya había matado: “Gracias a Nuestro Señor, el Padre que está en lo alto, y a vos gracias, Mío Cid de Vivar el bienhadado.

A su rey Búcar matasteis, la batalla les ganamos, para vos son estos bienes y para vuestros vasallos.

También vuestros yernos, Cid, hoy aquí se han señalado, están hartos de lidiar con los moros en el campo.”

Dijo el Cid: “Contento estoy de que así se hayan portado, si hoy ya son buenos, mañana aún habrán de ser bravos.”

De verdad lo dijo el Cid y ellos lo toman a escarnio.

Todas aquellas ganancias a Valencia ya han llegado, alegre está Mío Cid como todos sus vasallos, a cada cual le tocó de ración seiscientos marcos.

Los yernos de Mío Cid aquel dinero tomaron

que les toca del botín y lo ponen a recaudo,

creen que en todos sus días ya nada habrá de faltarlos.

Todo el mundo allí en Valencia iba muy bien arreado, comía a su placer y llevaba buenos mantos.

Gran alegría que tienen Mío Cid y sus vasallos.

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