Martín Antolínez vence a Diego
Martín y Diego González se acometen con las lanzas, tan fuertes fueron los golpes que se les quebraron ambas.
El buen Martín Antolínez echa mano de la espada, todo el campo relumbró, era tan limpia y tan clara.
A su enemigo dio un golpe que de través bien le alcanza, el casco que lleva encima a un lado le derribaba y las correas del yelmo del golpe quedan cortadas; el acero hasta la cofia y la capucha llegaba, y todo, capucha y cofia, con la espada se lo arranca, el pelo le va rozando, hasta la carne se entraba, trozos del yelmo y la cofia por aquel campo rodaban.
Cuando descarga este tajo la tan preciosa Colada comprende Diego González que con vida no se escapa, tira riendas al caballo para que vuelva la cara, la espada lleva en la mano, mas no se atreve a emplearla.
El buen don Martín entonces le arremete con la espada, un golpe le dio de plano, que de filo no le alcanza.
Allí oyerais al infante las grandes voces que daba:
“Váleme, Señor glorioso, líbrame ya de esta espada”.
El caballo refrenó, por escapar de Colada,
fuera del campo le lleva, don Martín dentro quedaba.
“Don Martín, venid acá, el rey Alfonso gritaba, por todo lo que habéis hecho la lid está bien ganada”.
Y aquello que dice el rey los jueces lo confirmaban.