DE LOS CARACTERES PROPIOS Y DE LAS CONSECUENCIAS DE LOS DIFERENTES VICIOS. -SINRAZÓN, IRASCIBILIDAD, COBARDÍA, INCONTINENCIA, INTEMPERANCIA

Lo propio de la sinrazón es formar mal juicio de las cosas, re-flexionar mal, escoger mal las compañías, emplear mal los bienes que se tienen y formar falsas ideas acerca de lo bello y de lo bueno que hay en la vida. Acompañan generalmente a la sinrazón la ciencia, la ignorancia, la torpeza y la falta de memoria.

Pueden distinguirse tres especies de irascibilidad: el arreba-to, la amargura, el furor concentrado. El hombre irascible no puede sufrir el más pequeño descuido, tiene gusto en castigar, ama la venganza, y la menor cosa o la menor palabra despier-tan su furor. Las consecuencias habituales de la irascibilidad son la excitación del humor y su movilidad, la amargura del lenguaje, el dar importancia a las cosas más pequeñas que mo-lestan a uno, y experimentar todos estos sentimientos pronto y por poco tiempo.

Lo propio de la cobardía es sentir toda clase de temores sin discernimiento, y sobre todo el de la muerte o el de las enfermedades corporales, y creer que vale más salvar la vida a cualquier precio que perderla con honor. Los compañeros de la cobardía son la molicie, la falta de acción varonil, el temor a todas las fatigas y el amor ciego a la vida. El cobarde tiene también una cierta circunspección y una especie de horror instinti-vo a todas las discusiones.

Lo propio de la relajación es entregarse sin discernimiento al goce de placeres peligrosos y culpables, imaginarse que la verdadera felicidad consiste en estos bajos goces, complacerse en echarlo todo a risa, en las ocurrencias felices y en las burlas; en una palabra, mostrarse tan ligero en sus dichos como en sus hechos. Los compañeros de la relajación son el desorden, la impudencia, la falta de respeto a sí mismo, el amor a los excesos, 154 la pereza, la negligencia de todas las cosas, el abandono y la disolución.

Lo propio de la intemperancia, que no sabe dominar, es buscar el goce de los placeres a pesar de las advertencias de la ra-zón que los prohibe; saber que valdría cien veces más no gustar de ellos, y sin embargo gustarlos; saber que debería hacer siempre cosas bellas, y sin embargo alejarse del bien para abandonarse al placer. Los compañeros de la intemperancia son la molicie, los remordimientos y casi todas las consecuencias de la relajación.

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