DE LA AFECCIÓN RECÍPROCA ENTRE BIENHECHORES Y FAVORECIDOS

Se pregunta por qué los bienhechores aman más a sus favorecidos que éstos a sus bienhechores. En buena razón parece que debería suceder todo lo contrario. Podría creerse que el interés y la utilidad personal explican suficientemente esto, y decir que el uno es un acreedor a quien se debe, y el otro un deudor que debe. Pero no sólo existe esta diferencia, sino que, además, hay una cosa que es muy natural.

El acto simple es, en efecto, siempre preferible, y la relación es igual entre la obra producida por el acto y el acto que la produce. El favorecido, en cierta manera, es la obra del bienhechor, y por esto hasta los animales muestran una ternura tan viva para con los pequeños, primero al darles la existencia, y después al conservarlos una vez que han nacido. Por esta ra-zón, los padres, menos tiernos, por otra parte, que las madres, aman más a sus hijos que éstos los aman a ellos, y estos hijos, a su vez, aman a los suyos más que a sus padres. Esto nace de que el acto es lo mejor y lo más superior que existe.

Y si las madres aman más que los padres es porque creen que los hijos son más su obra. Se mide la obra por el trabajo que cuesta, y en la procreación lleva la madre la mayor pena.

Hagamos aquí alto en lo relativo a la amistad, tanto la que puede uno tener consigo mismo, como la que puede tenerse con los demás.

114

Share on Twitter Share on Facebook