4 Capítulo De la amistad

Es preciso que ahora nos consagremos al estudio de la amis tad, analizando su naturaleza y sus especies, y haciendo ver lo que es el verdadero amigo. Después examinaremos si la palabra amistad puede tener uno o muchos sentidos, y en caso de tener muchos, cuántos son. Deberemos indagar también cómo debemos conducirnos en la amistad, y qué justicia es la que de-be reinar entre los amigos. Es éste un asunto que merece que le estudiemos con interés, como que es una de las virtudes más bellas y más deseables de que puede tratarse en moral.

El objeto principal de la política consiste, ciertamente, en crear el afecto y la amistad entre los miembros de la sociedad, y desde este punto de vista es cómo ha podido alabarse muchas veces la utilidad de la virtud, porque es imposible permanecer por mucho tiempo amigos cuando se dañan mutuamente los unos a los otros. Además, todo el mundo conviene en que lo justo y lo injusto se muestran principalmente entre amigos, y a nuestros ojos el ser hombre de bien y el amar son una sola y misma cosa.

La amistad no es sino cierta disposición moral, y si pudiera conseguirse que los hombres se condujeran de tal manera que no se dañaran los unos a los otros, no habría otra cosa que hacer que procurarse amigos, puesto que los verdaderos amigos jamás se hacen daño. Además, si los hombres fuesen justos, nunca harían mal, y, por consiguiente, puede decirse que la justicia y la amistad son hasta cierto punto idénticas o, por lo menos, muy próximas. También debe observarse que un amigo nos parece el más precioso de los bienes de la vida, y que la 86 privación de amigos, el aislamiento, es la cosa más terrible, porque ni la vida entera ni las relaciones voluntarias son posibles sin los amigos.

Toda nuestra existencia la pasamos, en efecto, constante mente con conocidos, sean parientes o camaradas, sean nues tros hijos, nuestros padres o nuestra mujer. Pero las relaciones especiales y los derechos mutuos, que nacen de la amistad, só lo dependen de nosotros, mientras que las demás relaciones que nos unen con otro han sido arregladas por las leyes generales de la ciudad y no dependen de nosotros.

Se discute mucho acerca de la amistad, habiendo algunos que, considerándola sólo desde un punto de vista exterior, le dan demasiada extensión. Unos pretenden que lo semejante es amigo de lo semejante, y de aquí los proverbios bien conocidos:

"Lo que se parece, un Dios la junta siempre." "El grajo busca al grajo." "El lobo conoce al lobo, el ladrón al ladrón.”

Los naturalistas, por su parte, procuran hasta explicar el sistema entero de la naturaleza partiendo de este único principio: que lo semejante tiende hacia lo semejante. Y he aquí por qué Empédocles, hablando de una perra que iba a acostarse habitualmente sobre una imagen de perra grabada en un ladrillo, pretendía que se sentía atraída porque se parecía a ella la imagen.

Pero si unos explican de esta manera la amistad, nos encontramos con que otros, mirándola desde un punto de vista completamente opuesto, dicen que lo contrario es amigo de lo contrario. Todo lo que el corazón adora y desea excita el afecto en todo el mundo. No es lo seco y sí lo húmedo lo que desea y gusta de lo seco. De aquí este verso: "La tierra gusta de la lluv-ia…" y este otro: "El cambio es siempre lo que más agrada.” Es porque el cambio tiene lugar pasando de lo contrario a lo contrario. Por otra parte, se añade, lo semejante es siempre enemigo de lo semejante, si hemos de creer al poeta.

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"Constantemente el alfarero detesta al alfarero.” Y los animales, cuando tienen que vivir de los mismos alimentos, casi siempre se combaten.

Como se ve, todas estas explicaciones de la amistad están muy distantes unas de otras. Unos sostienen que lo semejante es el amigo y que lo contrario es el enemigo: "Si, constantemente lo menos es enemigo de lo más; Y cada día aumenta el odio de los vencidos." Hasta los sitios en que se encuentran los contrarios están separados, mientras que la amistad parece aproximar y reunir a los seres. Otros, explicándolo de un modo opuesto, sostienen que sólo los contrarios son amigos; y Heráclito reprendía al poeta por haber dicho: "¡Ah!, cese la discordia entre los dioses y entre los hombres.” Para defender esta opinión se añade que no podría haber armonía en la música si no hubiera lo grave y lo agudo, lo mismo que no podría haber animales sin el macho y la hembra, los cuales son contrarios.

Ya tenemos aquí dos sistemas sobre la amistad. Se advierte desde luego, que son muy generales, y que están muy distantes uno de otro. Pero hay otros que se aproximan más a los hechos y que los explican perfectamente. Así se pretende por unos que los malos no pueden ser amigos y que sólo los buenos pueden serlo; y por otros se sostiene lo contrario, porque parece absurdo y monstruoso el suponer que las madres puedan en caso alguno dejar de amar a sus hijos. La afección y el amor se encuentra, al parecer, hasta en las bestias, y se ve muchas veces que desprecian la muerte por defender a sus hijos.

Hay otras teorías que pretenden fundar la amistad en el inte-rés; y prueba de ello es, dicen, que todos los hombres buscan su propia utilidad, mientras que rechazan todas las cosas que son para ellos inútiles. Así, el viejo Sócrates decía que, al escu-pir y al dejar cortarse el pelo y las uñas, abandonamos todos los días estas partes de nuestro cuerpo, hasta que, por último, abandonamos el cuerpo mismo. Cuando llega la muerte, el ca-dáver no sirve para nada, y sólo se le guarda cuando puede ser 88 de alguna utilidad, como en Egipto. Estas últimas opiniones parecen bastante opuestas a las precedentes.

Lo semejante es inútil a lo semejante, y nada está más distan-te de parecerse que los contrarios. Lo contrario es lo más inútil a su contrario, puesto que lo contrario destruye infaliblemente a su contrario. Además, sucede que, tan pronto se considera la cosa más fácil del mundo el poseer un amigo, como se pretende que nada hay más difícil que conocer a sus amigos, y que sólo en la adversidad se los puede probar, porque en la prosperidad todos quieren parecer buenos amigos.

En fin, hay personas que llegan hasta el extremo de creer que no debemos fiarnos ni aun de los amigos que nos son fieles en la desgracia, porque, según dicen, entonces también enga-

ñan y disimulan, y si permanecen fieles en el infortunio es co-mo un medio de utilizar la afección más tarde, cuando vengan los días de felicidad.

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