De la virtud

Evidentemente, la virtud moral se refiere a todo lo que pude causar placer o dolor. Lo moral, como lo indica su nombre, viene de las costumbres, es decir de los hábitos; y el hábito se forma poco a poco, como resultado de un movimiento que no es natural e innato, sino que se repite frecuentemente; sucedien-do lo mismo con los actos que con el carácter. Es un fenómeno que no encontramos en los seres inanimados; aunque arrojáramos mil veces una piedra al aire, nunca subirá sin la fuerza que la impulsa.

Y así la moralidad, el carácter moral del alma, relativamente a la razón, que debe mandar siempre, será la cualidad especial de esta parte que sólo es capaz de obedecer a la razón. Diga-mos, pues, sin vacilar, a qué parte del alma se refiere lo que se llaman costumbres o hábitos. Las costumbres se referirán a esas facultades de las pasiones, en cuya virtud se dice de los hombres que son capaces de tales o cuales pasiones, y a estos estados de pasiones que hacen que se designe a los hombres con el nombre de estas mismas pasiones, según que las sienten o se manifiestan impasibles ante ellas.

Podría llevarse esta división más lejos aún, y aplicarla en ca-da caso especial a las pasiones, a los poderes que ellas suponen y a las maneras de ser que ellas determinan. Llamo pasiones a los sentimientos, tales como la cólera, el miedo, el pudor, el deseo y todas esas afecciones que tienen en general por consecuencia un sentimiento de placer o de pena. No se muestra en ellas cualidad alguna del alma, hablando propiamente, sino que el alma es completamente pasiva.

La cualidad que caracteriza al sujeto se encuentra sólo en las potencias o facultades que posee. Entiendo por potencias las que hacen que se distingan los individuos según que obran ex-perimentando tales o cuales pasiones, lo cual obliga a que se los llame, por ejemplo, coléricos, insensibles, enamorados, mo-destos, imprudentes. En fin, entiendo por modos morales de ser todas las causas que hacen que estas pasiones o sentimientos sean conformes a la razón o contrarios a ella, como el valor, la prudencia, la cobardía, la relajación, etcétera.

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