CAPITULO 8

Nos toca ahora hablar de la cualidad. Por «cualidad» significo aquello en cuya virtud los hombres son llamados tales o cuales. La palabra «cualidad» tiene muchos sentidos. Admitamos que los hábitos y las disposiciones constituyen una clase de cualidad. Los primeros son distintos de las últimas, en que, son más durables y estables. Entre lo que llamamos hábitos quedan incluidas las virtudes y todas las clases de conocimiento. Pues el conocimiento se considera duradero y difícil de desplazar de la mente, aunque un hombre puede, de hecho, haberlo adquirido solo en un grado moderado, a menos que se haya producido en él un cambio brusco por enfermedad o algo semejante. Y lo mismo se puede decir, con razón, de las virtudes, por ejemplo, de la templanza, de la justicia. Se admite, en efecto, que estas son difíciles de desplazar o de cambiar.

Las disposiciones, en cambio, son cualidades de fácil cambio o muda, como son el calor, el frío, la enfermedad, la salud, etc. Un hombre está dispuesto de determinada manera, según tales condiciones, pero rápidamente experimenta un cambio. Estando caliente, en un momento puede enfriarse; estando bueno, puede ponerse instantáneamente enfermo. Así ocurre con todas las demás disposiciones, a menos que sucediera que ello viniera a ser una segunda naturaleza, durante un largo lapso, resultando algo inveterado o, al menos, muy difícil de hacer desaparecer cuando ya lo podemos llamar, según creo, un hábito.

Es, pues, evidente que los hombres se inclinan a llamar hábitos a estas cualidades, los cuales son por naturaleza más duraderos y lo más difícil de borrar. Aquellos que no pueden en absoluto dominar su conocimiento y son de humor inestable o mudable, pueden apenas ser descritos como peseedores de un hábito de conocer, si bien podemos decir que sus mentes, consideradas desde este punto de vista, están dispuestas para un conocimiento es decir, para un conocimiento mejor o peor. Así, pues, el hábito es distinto de la disposición: el primero es duradero y estable; la segunda, fácil y rápidamente experimenta un cambio. Los hábitos son también disposiciones pero las disposiciones no siempre son hábitos.

Mientras que los que poseen un hábito están consecuentemente dispuestos de una u otra manera, los que están dispuestos de una determinada manera por ningún motivo poseen en cada caso un hábito.

Con la siguiente clase de cualidad significo aquello que nos lleva a hablar de buenos luchadores, buenos corredores, llenos de salud o enfermizos. En realidad, abarcará todos los términos que connotan alguna capacidad natural o alguna natural incapacidad. No tanto por su manera de ser, dispuesta o condicionada de este o aquel modo, sino más bien por poseer un poder que les es natural, innato o congénito, o bien, es posible, por la carencia de este tal poder de hacer con facilidad tal o cual cosa, o de evitar el fallo de alguna cosa, decimos que los hombres poseen tal cualidad. Llamamos a los hombres buenos luchadores o buenos corredores, no en virtud de una. determinada disposición, sino atendiendo a la capacidad natural de hacer tal o cual cosa con facilidad. Cuando hablamos de la salud, significamos que esta gente tiene poder de resistencia pronto, innato, constitucional, contra todas las enfermedades corrientes; cuando hablamos de constitución enfermiza, significamos que ellos parecen no poseer tal poder. Lo mismo vale también para la dureza y la blandura. Predicamos la dureza de aquello que resiste prontamente una desintegración, y la blandura de lo que no la resiste.

Siguiendo adelante, la tercera clase comprende las cualidades pasivas y también las afecciones o modificaciones. Ejemplo de ello son la dulzura y la amargura, la acedía y todas las cosas afines a ellas; tales son también la frialdad y la calidez, y también la blancura y la negrura, etc. Es evidente que todas estas cosas son cualidades, supuesto que las cosas que las poseen son llamadas, en consecuencia, tales o cuales. Igual que la miel contiene por sí misma la dulzura, y por ello se dice que es dulce, así también el cuerpo mismo contiene la blancura; y por ello se dice que es blanco. Igual ocurre en los casos similares.

Las cualidades que llamamos pasivas no son, en verdad, designadas con este nombre para significar que las cosas que las poseen están por ello afectadas de alguna manera o bien experimentan un cambio en sí mismas. Así, llamamos dulce a la miel, tal como hemos dicho; pero con eso no implicamos que la miel misma se vea de alguna manera modificada. Y lo mismo en todos los demás casos semejantes. Por su parte, si tomamos el caso particular del frío y el calor, aunque llamamos pasivas a estas cualidades, no pretendemos con ello connotar que las cosas que admiten o poseen estas cualidades sean pasivas. Significamos que las cualidades mencionadas pueden, una y todas, causar una sensación. El sentido del gusto, por ejemplo, se ve afectado por la

dulzura o la acedía, y el del tacto, por la frigidez o el calor. Eso vale asimismo para todas las cualidades análogas a estas.

Todos los colores, como, por ejemplo, el blanco y el negro, son también cualidades y pasivas, pero, con todo, no en el mismo sentido que los que hemos mencionado con anterioridad. Les damos este nombre por el hecho de que ellos brotan de estados afectivos o pasionales. Hay numerosos cambios de color que tienen sus raíces claramente en estados afectivos. Cuando los hombres están avergonzados, se sonrojan; cuando están inquietos, se ponen pálidos, etc. Hasta tal punto es esto asi que, según creo, cuando un hombre está dispuesto por naturaleza a la vergüenza o a la inquietud, como nacidas de una especial concomitancia de los elementos corporales en él, podemos concluir, sin ser injustos, que posee el correspondiente color. Pues el estado de los elementos corporales, que acompaña el sentimiento de vergüenza o de inquietud, puede muy bien ser también el resultado de su constitución física, y entonces puede producirse un color igual en un proceso de la naturaleza. Por consiguiente, todos los estados de este tipo pueden ser incluidos entre las cualidades pasivas, dado que la fuente u origen de las mismas puede hallarse en una afección constante y duradera. Pues tanto si su fundamento, se halla en la constitución corporal, o en una disfunción duradera y larga, o en una calentura solar, cuando estas cosas no se pueden eliminar fácilmente, y aun pueden durar toda la vida, una complexión pálida y una complexión negruzca reciben aún de nosotros la denominación de cualidades, porque, por poseer esa palidez o ese color negruzco, se nos llama tales o cuales.

Sin embargo, las condiciones que proceden de causas tempranamente inoperantes, si no es que han sido enteramente eliminadas, no se considerarán como afecciones ni como cualidades, habida cuenta de que nada se dice que es tal o cual en relación con esas condiciones. Aquel que enrojece por la vergüenza no es considerado, por consiguiente, como naturalmente rojo o rubio, ni aquel que palidece por el miedo es considerado de complexión pálida. Decimos que «estaba afectado de tal o cual manera». Estos estados son modificaciones, no cualidades.

De igual manera, hay en el alma cualidades pasivas y también afecciones. Cuando un hombre tiene un determinado temple que le viene de nacimiento, cuyo fundamento se halla en unas determinadas afecciones no fáciles de cambiar o de borrar, le damos

entonces a esto el nombre de cualidad. Casos concretos de esto son la locura y la irascibilidad. Es, en efecto, por estas casas por las que llamamos loco o irascible a un hombre. De igual manera, las distracciones de la mente; que aunque no sean en sí mismas innatas, nacen o proceden de una determinada concomitancia de algunos otros elementos, y parecen ser duraderas o, al menos, difíciles de eliminar, se denominan también cualidades. La gente, en efecto, se llama de tal o cual manera de ser en relación con condiciones como estas. Por el contrario, aquellas cosas que proceden de un fundamento fácilmente curable las llamaremos con el nombre de afecciones, por ser ello como una. irritación cuando molesta. En efecto, no se conoce a un hombre como de un temperamento malo por naturaleza estando irritado cuando se le molesta. Decimos entonces «este hombre está afectado». Tales estados son afecciones, no cualidades.

El cuarto tipo de cualidades consiste en las formas y las figuras de las cosas; hay que añadir a estas también la curvatura, la rectitud y las demás cualidades bodas análogas a estas. Las cosas, efectivamente, se definen por medio de estas cualidades, diciendo por ellas que son de tal o cual naturaleza. Y las cosas poseen una naturaleza definida por el hecho de ser triangulares, cuadrangulares, rectas, curvas, etc. Es decir, cada cosa. es calificada en virtud de su forma o figura. Lo raro y lo denso, lo áspero y lo pulido, aunque aparecen a primera vista términos indicadores de cualidad, son, de hecho, extraños a esta clase de cualidades. Más bien significan una particular posición de las partes. Así llamamos densa una cosa cuando las partes que la componen están estrechamente compactadas; y la llamamos rara cuando sus partes tienen entre sí intersticios; la llamamos áspera cuando algunas partes sobresalen, y lisa, cuando su superficie está pulida de modo que, por así decirlo, parece que sus partes están debajo de ella.

Esas son las cuatro clases o especies de cualidad. Es posible que haya otras, pero solo son estas la estrictamente llamadas tales.

Son cualidades, pues, las que hemos mencionado. Las cosas que derivan sus nombres de ellas o dependen de ellas de cualquier otra manera, se dice que son cosas calificadas de una u otra manera definida. En muchos casos, es decir, prácticamente en todos, los nombres de las cosas calificadas derivan de los nombres de las cualidades. De «blancura», «gramática», «justicia», decimos

«blanco», «gramatical», «justo». Igual en todos los demás casos

análogos.

A veces, sin embargo, las cualidades, al no tener ellas nombre propio, no admiten la posibilidad de -nombres derivados. Así, el nombre de corredor o luchador, llamado así por una capacidad innata, no pueden derivarse de una cualidad. Es decir, esas capacidades no tienen un nombre particular, como tienen las ciencias, con una referencia a aquello por lo que llamamos a un hombre un luchador, a otro un luchador, etc. Por ciencia sigfinicamos aquí una disposición. Cada ciencia tiene su nombre propio, como, por e jemplo, boxear, luchar. Y los hombres que están dispuestos de esta manera sacan su nombre del nombre de su ciencia. Además, algunas veces la cualidad posee un nombre bien definido, pero la cosa que participa de ella no toma de la misma su nombre. Por ejemplo, un hombre bueno es bueno por, poseer la cualidad que llamamos virtud. Sin embargo, no derivamos el nombre o término «bueno» del término «virtud». Con todo, eso ocurre rara vez.

Así, pues, aquellas cosas que tienen su nombre derivado de una cualidad o que de alguna manera dependen de ella, poseen esa cualidad definida.

Las cualidades admiten la contrariedad, aunque no en todos los casos. Son contrarias la justicia y la injusticia., la negrura y la blancura, etc. Las cosas quo llamamos tales o cuales, en atención a que poseen esas cualidades, quedan incluidas en esta ciase. Lo justo y lo injusto, en efecto, son contrarios, coma lo son lo blanco y lo negro, etc. Pero eso no ocurre así en todos los casos. El rojo, el amarillo y otros colores semejantes son cualidades que carecen de contrarios.

Si uno de los contrarios es una cualidad, también es una cualidad el otro. Esto resultará evidente a quienquiera. que examine el resto de las categorías. La injusticia es contraria. a la justicia, y la justicia misma es una cualidad también, pues, lo es la injusticia. Ninguna otra categoría, en efecto, se acomoda a ella, ni la cantidad, ni la relación, ni el lugar, ni, en breve, otra cualquiera. Eso ocurre en la totalidad de los casos de todos los contrarios que llamamos cualidades.

Las cualidades admiten grados. Una cosa, efectivamente, es más

blanca que otra; y otra, a su vez, es menos blanca. Y una cosa es más justa que otra. Y una cosa puede poseer un grado mayor aún de una cualidad: en efecto, las cosas que son blancas pueden ser más blancas. Esa regla, aunque tenga vigencia en la mayoría de los casos, está, con todo, sujeta a algunas excepciones. Pues si la justicia puede ser más o menos justicia, puede ella dar lugar a cientos problemas, lo mismo que ocurriría en el cases de las demás cualidades que podemos llamar disposiciones. Así, algunos llegan a.

decir que esas no pueden admitir grados. Sostienen ellos que la salud y la justicia,. no están sujetas a variaciones de tal tipo ; pero la gente posee la salud, la justicia, etc., en grados variables. Y lo mismo tiene lugar en el conocimiento gramatical y todos las disposiciones análogas. Y ciertamente, nadie puede negar que las cosas que están señaladas por estas cualidades las poseen en mayor o menor medida. Ese hombre, por ejemplo, conocerá más acerca de la gramática, estará más sano o será más justo que aquel otro.

Los términos que expresan la figura de las cosas, triangular, rectangular, etc., apenas pueden admitir grados. Pues los objetos. á los que se aplica la definición de triágulo o circulo son igualmente triangulares o circulares. Otros, a quienes no se aplica la definición de ninguna de estas cosas, no pueden diferenciarse a sí mismos en el grado. Un cuadrado, en efecto, no es más un círculo que un rectángulo. A ninguno de esos objetos se aplica la definición que damos de círculo. Es decir, en una palabra, a menos que la definición de la cosa o el término que está en cuestión sea apropiado a ambos objetos, ellos no pueden, compararse entre sí en absoluto. Por consiguiente, no todas las cualidades admiten grados.

Las características susodichas no son una manera peculiar de la cualidad. Lo peculiar de ella es esto, a saber, que nosotros predicamos el «igual» o «distinto» tan solo de la cualidad. Una cosa, en efecto, es igual o semejante a otra solamente bajo el aspecto de 1a cualidad. Ese es, pues, distintivo de la cualidad.

Sin embargo, no debe causarnos desorientación alguna el que se nos pueda objetar por alguno, a nuestras afirmaciones, que, siendo el tema de nuestro estudio la cualidad, incluimos en esta categoría muchos términos relativos. Ya que hemos admitido que los hábitos y las disposiciones son términos relativos. Ahora bien: al menos en la mayoría de los casos, ocurre que los géneros son, sin duda, relativos; no así los individuos. El conocimiento, considerado como

género, lo definimos por una referencia a algo que está fuera de él, ya que el conocimiento es conocimiento de algo. Sin embargo, las clases particulares del conocimiento no se explican así. Por ejemplo, no definimos el conocimiento de la gramática o de la música por medio de una referencia a algo externo a ellas. Pues esos, aunque en algún sentido sean relaciones, pueden tomarse solamente como tales en el aspecto de su género o conocimiento. Es decir, llamamos gramática al conocimiento, no a la gramática, de algo, y llamamos música al conocimiento, no a la música, de algo.

Así, pues, las clases particulares de conocimiento no se deben clasificar entre los relativos. La gente se llama tal o cual por poseer o no estas clases concretas de conocimiento. Por tanto, esas son las cosas que ellos voseen cuando reciben la denominación de

«conocedores» o «expertos», y nunca es el género o conocimiento lo que poseen. Y por ello esas clases de conocimiento, en virtud de las cuales se nos describe a veces como de tal o cual naturaleza, deben incluirse ellas mismas baja la categoría de la cualidad, no de la relación. Además, si algo sucede que es ambas cosas, cualidad y relación, entonces no sería en manera alguna absurdo incluirlo en ambas a dos categorías.

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