II

Al reabrir mis ojos llameantes

He visto el horror de mi rincón,

Y sentí, penetrando en mi alma,

La punta de las preocupaciones malditas;

El péndulo de los acentos fúnebres

Sonaba brutalmente el mediodía,

Y el cielo volcaba tinieblas

Sobre el triste mundo adormilado.