Jornada II

Habiendo hecho blanco los instrumentos, empezó la segunda jornada con cajas y trompetas; y transmutándose la scena en populosa ciudad murada, se vio en el pequeño recinto de un teatro tan gran fortificación que, a merced del arte, cupo en ella la inmensa fábrica de altos muros, dilatadas cortinas, irregulares baluartes, a quien no poco hermoseaban, asomados como a caso por diferentes claraboyas, militares instrumentos de picas, alabardas y banderas. La principal fachada era la puerta guarnecida de pilastras, frisos y dinteles, desde cuyo torreón corrían compartidas almenas que coronaban todo el edificio. Con esta vista, y con el toque de la marcha, salieron al tablado, en formado escuadrón, algunos soldados y, detrás, HÉRCULES y ARISTEO, rey de Tesalia.

HÉRCULES

Ya desde aquí se descubren

torreones y murallas

de la gran corte de Libia.

Prosiga otra vez la salva,

porque otra vez y otras mil,

alternando consonancias

los estruendos de Belona

y las blanduras de Aura,

entrambas de mi victoria

avisen, mezclando entrambas

lo dulce de los clarines

y lo ronco de las cajas.

Mal «de mi victoria» dije,

pues son dos: una que haya

vencido a Aristeo, y otra

a mí, pues aunque me daba

cuidado aquella ilusión,

que se pasó de fantasma

a realidad, se llevaron

los aires de la campaña

sus memorias; que no en vano

a la ausencia, muerte, llaman,

de amor, pues falta el afecto

en donde el objeto falta;

tanto, que no sé qué diga

a Euristio si otra vez habla

en que me case con Yole;

pero excusa habrá que valga

y, si no la hubiere, ¿qué

importa que no la haya?

Que una mujer que me dio

admiración al mirarla,

porque de la que soñé

convino en la semejanza,

no ha de alabarse de que,

abandonando mi fama,

ella sola vengó el odio

que a todas tuve. La salva

repetid, digo, otra vez

y otras mil; que hasta que salgan

a recibirme no quiero

entrar a la ciudad. Haga

alto el ejército aquí.

UNO

¡Alto y pase la palabra!

TODOS

¡Alto y pase la palabra!

(Vanse los soldados.)

ARISTEO

¡Infeliz fortuna mía,

siempre a mi estrella contraria!

¿No te bastó que perdiesen,

aquellas primeras ansias

que en mí introdujo un retrato

de Yole, las esperanzas

de su padre despedido?

¿No te bastó en la campaña

haber perdido el sangriento

trance de dura batalla,

reino y libertad, sino

que prisionero me traigas,

por testigo de que Yole

haya de ser lauro y palma

del que me vence, logrando

su ventura en mi desgracia?

HÉRCULES

¿Qué te parece, Aristeo,

que puede ser la tardanza,

de no salir de los muros

Euristio a darme las gracias?

ARISTEO

Será que para tu triunfo

hace prevenciones varias,

y hasta estar en perfección,

arcos, músicos y danzas,

no se da por entendido

de tu venida.

HÉRCULES

No vana

es la presumpción. Lleguemos

al muro por si se alcanza

a entender algo.

ARISTEO

En un templo

que está del lienzo a la espalda,

parece que cantan.

(MÚSICA a lo lejos de voces bajas, en el tono que se canta después.)

HÉRCULES

Sí,

mas no se oye lo que cantan,

porque solo hasta aquí llegan

las voces sin las palabras.

Tú dices bien: prevenciones

son.

(Sale LICAS.)

LICAS

Dame, señor, tus plantas.

HÉRCULES

Dos días ha que no te veo;

¿a dónde, Licas, estabas?

LICAS

La gana de unas albricias

me adelantó de la marcha;

pero también me atrasó

de las albricias la gana

Euristio, que no hizo caso

de mí quizá porque le hagas

tú, a quien traigo mejor nueva

que a él llevé.

HÉRCULES

Dila; ¿qué aguardas?

LICAS

En dándome las albricias;

que no quiero aventurarlas

como esotras.

HÉRCULES

Yo las mando,

como la que juzgo traigas.

¿Hay muchos carros triunfales

dispuestos para mi entrada

y en las calles mucho adorno?

LICAS

No, señor, no hay deso nada.33

HÉRCULES

Pues, ¿qué hay?

LICAS

Que no hay que pensar

excusas, medios ni trazas

para no casarte.

HÉRCULES

¿Cómo?

LICAS

Como ya a Yole casada

con Anteo la hallarás.

Mira si es no menos alta

victoria pues, no casado

y victorioso, te hallas

de lance hecha la disculpa.

HÉRCULES

¿Qué? ¿Qué dices?

LICAS

Lo que pasa.

Hoy la boda se celebra

en el gran templo de Palas,

a donde de tu venida

la voz llegó; esta es la causa

de que hasta que se concluyan,

por no dejar empezadas

las nupciales ceremonias,

a recibirte no salgan.

Y, pues ya están merecidas,

vengan las albricias...

HÉRCULES

¡Calla,

calla, villano, si no

quieres que te arranque el alma!

LICAS

Y como que no lo quiero.

señores, ¿a quién puñadas

se han dado en albricias?

HÉRCULES

Pero,

¡qué digo! ¿A mí puede nada

perturbarme? Ven acá;

vuelve a decirlo. ¿Anteo casa

hoy con Yole?

LICAS

Ni por pienso.

HÉRCULES

¿Pues de decirlo no acabas?

LICAS

No, que lo que dije fue

que a Yole hallarás casada

con Anteo, mas no Anteo

con Yole.

HÉRCULES

Pues, ¿en qué hallas

la diferencia?

LICAS

En el solo

trastrueco de las palabras.

HÉRCULES

¡Maldígate el cielo, amén!

LICAS

Tente; que, si esto no basta,

habré de decir que ha sido

engañarte por si dabas

algo adelantado.

HÉRCULES

Mientes,

que ahora es cuando me engañas;

pues aunque tú te desdigas,

no se desdice la saña

que ha introducido en mi pecho

pensar que Euristio me agravia

en la estimación, ya que

no en el gusto; pues es clara

cosa que en la estimación

ofende el que a la fe falta

de la palabra que dio.

Y aunque nunca la palabra

yo le había de pedir,

son dos cosas muy contrarias

ver él que yo no la pida

o ver yo que él la quebranta.

Mas, ¡ay!, que no es esto solo

lo que me yela y me abrasa

tan a un tiempo; que no sé

qué fiera en el pecho inflama

tal irá que excede a todas,

con haber lidiado a tantas.

Beldad que vi en vaga sombra,

sombra que vi en forma humana,

¿a qué efecto, en brazos de otro,

a mis ojos te retratas

menos aparente y más

viva que nunca? ¿No estaba

ya apagado aquel primero

afecto que al verte causas?

Pues, ¿cómo ahora, aun en menos

visible forma que en ambas,

pues allí toda eras vista

y aquí eres imaginada,

con mayor fuerza me vences,

con mayor poder me arrastras?

¿Qué fuera? ¡Ay de mí! Que fueran

celos, si hay celos, la brasa

que, envuelta en cenizas, no

se sabe que oculta arda

hasta que, desvanecidas

del soplo que las levanta,

lo que era ceniza es polvo,

y lo que era polvo es ascua.

Pero, ¿qué digo? ¿Yo, amor?

¿Yo, celos? No es sino rabia

de la desestimación;

y así, he de intentar vengarla,

Aristeo.

ARISTEO

¿Qué me quieres?

HÉRCULES

A los dos Euristio agravia

en el empleo de Yole

con Anteo: a ti en negarla

y a mí en ofrecerla; y más

viendo que es para entregarla

a un desvanecido joven

de quien ni padre ni patria

se sabe, pues solo ser

de la Tierra hijo le ensalza,

según los tesoros que ella,

rasgándose las entrañas

en despedazados montes,

para su fausto desangra,

ya de sus venas en oro,

ya de sus minas en plata.

Pues, siendo así que, en los dos,

ofenda a un rey de Tesalia

y a un Hércules, a quien dio

en premio de sus hazañas

el alcaidía del Parnaso

Apolo, de quien es guarda,

¿cómo los dos no tomamos

de un agravio dos venganzas?

ARISTEO

¿Qué venganza un prisionero

tomar puede?

HÉRCULES

Temerarias

acciones: el conseguirlas

aun es menos que el pensarlas.

¿Ayudárasme a ellas?

ARISTEO

¿Cómo

puedo excusarlo si acabas

de oír que soy tu prisionero?

HÉRCULES

No eres tal: libre te hallas

con condición de que vuelvas

a recoger tus escuadras

que, en mal fugitivas tropas,

por los montes se desmandan,

y estés a mi devoción.

ARISTEO

Mano te doy, y palabra,

testigos haciendo a cuantos

dioses contiene ese alcázar

que Diana borra a sombras

y Apolo a luces esmalta,

de ser siempre esclavo tuyo

y estar a lo que me mandas.

HÉRCULES

Pues vete; que yo, entre tanto,

disimulando mis ansias,

veré si hoy con mi presencia

consigo que se deshaga

esta boda antes que llegue

al tálamo su esperanza;

a cuyo efecto es el orden

que llevas tocar alarma

por ver si necesitando

de mí otra vez, la dilatan;

y de no lograrlo, puesto

que su caudillo me aclama

ese ejército, llevando

tras mí las naciones varias

de que se compone, haré

que se pongan de tu banda;

conque los dos contra toda

Libia haremos que se arda

en viva guerra.

ARISTEO

Si tú

en mi favor te declaras,

el mundo es poco trofeo.

HÉRCULES

Pues, ¡al arma!

ARISTEO

Pues, ¡al arma!

HÉRCULES

Vete, pues.

ARISTEO

Adiós; y adiós

amorosas esperanzas,

que no hay pasión propria donde

hay ajena confïanza.

(Vase.)

HÉRCULES

Vente tú, Licas, conmigo,

que has de ejecutar la traza

con que he de disimular

mis designios en la falta

de Aristeo.

(Vase.)

LICAS

Como sea

llevar nuevas que no traigan

albricias, yo lo haré.

HÉRCULES

¿A mí

Euristio promesas falsas

hasta verse victorioso?

¿A mi amor celosas ansias?

Eso no; y han de ver dioses,

cielos, mares, montes, plantas,

brutos, aves, fieras, peces,

a no complacer mi saña

Euristio, Yole y Anteo,

que con más noble venganza

y a menos costa de ser

esposo de Yole ingrata,

llego a coronarme en Libia;

y aun ella, puesta a mis plantas,

ha de ver, no solo que es

mi esposa, sino mi esclava,

mostrando que no hay tan soberana

mujer que de el hombre a serlo no nazca.

(Prosiguiendo con la MÚSICA que habían cantado primero, se abrieron las puertas de la muralla y, viéndose a lo lejos mal divisadas señas de población y templo, salieron al tablado músicos y DAMAS, y detrás EURISTIO, YOLE y ANTEO.)

MÚSICA

A la más dichosa unión,

al vínculo más estrecho

que ciñó, en amante lazo,

gala y hermosura a un tiempo:

ven Himeneo, ven Himeneo.

REY

Ya que con digno ejemplo

(Siéntase.)

las ceremonias celebré del templo:

en este espacio en quien, no menos puro,

altar de Palas es también el muro,

podrá con más decoro

volver del dulce epitalamio el coro.

Y pues a un tiempo aplauden mi alegría

la militar y métrica armonía,

es bien que a todo acuda; y así, en tanto

que los himnos repite vuestro canto,

que en fe de culto siempre son primero,

salir a recibir a Hércules quiero

porque de mi tardanza no se ofenda

y, también, porque entienda

della la causa y sepa que la fama,

si allá premia al que lidia, aquí al que ama;

y, ofreciéndole a Yole, no se alabe

de que sabe vencer y amar no sabe.

Y ya que su deseo

fue triunfar por triunfar, y en el trofeo

que trae viene premiado,

todos quedamos bien; y pues que veo

puesta Yole en estado,

feliz el vencedor y alegre Anteo...

ELLA y MÚSICA

Ven Himeneo; ven, ven Himeneo.

ANTEO

De esas tres dichas, solamente en una

puede fijar su rueda la fortuna:

esa es, señora, la mía;

que, vencer al contrario, cada día

se ve, mas no se ve vencer aquella

oposición de desigual estrella

que, en la común desdicha,

puso el hado entre el mérito y la dicha.

YOLE

Si lícito me fuera,

cúya es la dicha o mérito dijera.

REY

Pues porque no lo digas,

ya que a entenderlo34 sin decirlo obligas,

el canto lo dirá: vuelvan veloces

vuestras festivas voces,

mientras que yo me ausento,

a llenar con sus cláusulas el viento.

MÚSICA

A la más dichosa unión

de dos en quien compitieron

la tierra a puros tesoros

y a puras luces el cielo:

ven Himeneo; ven, ven Himeneo.

(Al entrarse el REY, sale HÉRCULES.)

HÉRCULES

Yo lo debo de ser, pues que yo vengo

a vuestra invocación.

REY

¡Extraño encuentro!

Hércules, ¿tú aquí?

HÉRCULES

Cansado

de esperar a que tú salgas

a honrar mi triunfo y a darme

de igual vitoria las gracias,

vengo a tomármelas yo.

Fuera desto, oír se cantan

epitalamios me ha hecho

creer que debo de hacer falta,

pues, sin el novio, no sé

que ningunas bodas se hayan

celebrado y, pues lo soy

en fe de la real palabra

que me diste de que Yole

sería mía: ¿qué te espantas

de que a lograr me anticipe

el gozo con que me aguardas?

REY

Hércules, yo...

YOLE

No prosigas,

que yo responderé, a causa

de que desengaños suenan

mejor en labios de dama;

que no agravian aunque enojen.

HÉRCULES

Que «blancas manos no agravian»

oí tal vez; conque tú debes

de querer hablar fïada

en que rojos labios tengan

licencia de manos blancas:

di, pues.

ANTEO

[Aparte.]

En notable empeño,

si a reducirle no basta,

estoy.

YOLE

Hércules: mi padre

ofreció a tus esperanzas

mi libertad, suponiendo

mi gusto; pues cosa es clara

que mi padre no querría

que me casase forzada.

Yo, viendo con el despego

que su ofrecimiento tratas,

por una parte, y por otra

oyendo que tus hazañas

son lidiar hidras, dragones

y sierpes, cuya arrogancia

desdeñó con experiencias

de amor las delicias blandas,

tanto que de aborrecer

a las mujeres te alabas:

horror te cobré; que no

soy tan neciamente vana

que fíe de mi hermosura

que me den pago a tu gracia

las puertas de aborrecida

a las viviendas de amada.

Y así, con este temor,

para que aquí te persuadas

a que no fue de mi padre

sino mía la mudanza:

a que me diese la muerte,

resuelta y determinada,

de Anteo amada, me atreví

a decirle...

(Cajas y trompetas.)

REY

¿Qué es aquesto?

VOCES

(Dentro.)

¡Al arma, al arma!

HÉRCULES

¿Qué ha de ser?

Proseguir trompas y cajas:

lo que se atrevió a decirte;

pues, decirte que dejaras

a Hércules por Anteo, fue

decirte que aventurabas

a que por él respondiera,

en generosa demanda

de tu rompida fe, todo

el orbe diciendo...

[VOCES]35

(Dentro.)

¡Arma, arma!

(Sale LICAS.)

LICAS

Acude señor...

HÉRCULES

¿Qué es eso?

LICAS

Novedades bien extrañas.

Aristeo, o sobornando

o amenazando las guardas,

se ha huido de la prisión

y, juntando las escuadras

que en alcance de su rey

siguieron tu retaguardia,

en formados escuadrones

vuelve doblando la marcha.

No es esto lo peor sino

que las naciones que aman

tu valor, en fe de que

él las ilustra y ensalza,

y aun los naturales mismos,

perdidas las esperanzas

de que tú su rey no seas,

a su ejército se pasan.

Conque tu gente deshecha

y la suya recrutada,

hecha frente de banderas

te presenta la batalla.

[VOCES]36

(Dentro.)

¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!

REY

Acude, Hércules; ataja

tan gran novedad.

HÉRCULES

No quiero.

Mejor será que Anteo vaya

y yo me quede a la boda.

¡Ea!, Anteo, a la campaña

y a la música vosotros

puesto que el novio no falta.

Llega tú, Yole.

YOLE

Primero

me daré, desesperada,

mil muertes.

ANTEO

Yo, porque no

presumas que me acobardan

delicias de amor a que

deje de acudir mi fama

a horrores de Marte, iré

donde digan mis hazañas;

que, ya que no falta el novio,

tampoco el general falta.

HÉRCULES

Pues siendo así que tú irás

y la ley del duelo manda

que se venguen en los hombres

los desaires de las damas:

también yo iré. Y porque tú

me busques en la batalla

y cuerpo a cuerpo los dos

nos veamos cara a cara:

de la parte de Aristeo

me hallarás; que mi venganza,

no solo en ti, pero en toda

Libia, ha de ser.

ANTEO

Pues, ¿qué aguardas,

si en la campaña te espero?

HÉRCULES

El verte a ti en la campaña.

ANTEO

¡Al arma y Euristio viva!

(Cajas.)

HÉRCULES

¡Viva Hércules y al arma!

(Vanse.)

REY

([Alto.]

¡Oye, Hércules! ¡Anteo, espera!)

Fuerza es que tras ellos vaya,

por ver si con mi respeto

tanto empeño se restaura;

y si no, canas de honor

verán ser del Etna canas,

que en la cumbre obstenta nieve

y fuego en el pecho guardan.

YOLE

Advierte...

REY

¡Nada me digas,

ay belleza desdichada,

cuando a perder por ti voy

vida, honor, reino y patria!

(Vase.)

YOLE

«Patria», «reino», «honor» y «vida»

dijo; y es tal mi desgracia

que otra pérdida le queda

aun con haber dicho tantas

pues, entre padre y esposo,

va en dos mitades el alma.

Todo va a perderse; pues

no quede en resguardo nada:

dadme un caballo. Fortuna,

no siempre seas contraria

a dichas de amor; permite

que sea suya la alabanza,

siquiera una vez, dejando

al trance de la batalla,

pues es de Hércules la ira,

ser de Yole la venganza,

por más que neutral el eco

repita ahora en voces varias...

ELLA y UNOS

¡Viva Euristio! ¡Guerra, guerra!

(Vase.)

OTROS

¡Viva Hércules! ¡Arma, arma!

TODOS

¡Viva Euristio! ¡Hércules viva!

¡Guerra, guerra! ¡Al arma, al arma!

(Fíngese dentro la batalla y, cubriéndose el muro con el teatro del primero bosque, salen como asustados, oyendo a lo lejos el estruendo de las armas EGLE y VERUSA, teniendo a HESPERIA.)

LAS DOS

¿Qué solicitas?

HESPERIA

Oyendo37

desde el alcázar al monte,

por todo aqueste horizonte,

tanto militar estruendo

sin que se pueda entender

dónde y nos haga saber

qué puede, Verusa, ser,

¿cómo es posible dejar

de salir a ver si alguno

pasa que cuenta nos dé?

(Las cajas a lo lejos.)

EGLE

Dices bien; pero no sé

que aquí se atreva ninguno

a llegar; que si llegó

aquel valiente soldado

del león, fue derrotado

sin saber dónde; que no

llegara si lo supiera.

VERUSA

No en vano el aviso fue

que le dimos.

EGLE

Bien se ve,

puesto que en toda la esfera

destos cotos no paró.

HESPERIA

Pues aseguraros puedo

que no se ausentó de miedo;

que, según lo que él contó

y nosotras vimos, era

hombre de tanto valor

que solo temía al amor;

(Las cajas.)

y ojalá no le temiera;

que, aunque no tengo esperanza

de que he de volverle a ver,

en la parte de mujer

no poca, ¡ay de mí!, me alcanza

de oír las aborrecía:

bien que en quien verle no espera,

consuelo es que a otra no quiera.

VERUSA

A lo lejos todavía

la arma se escucha.

HESPERIA

No sé

qué diera porque llegara

alguien aquí.

(Sale LICAS.)

LICAS

Cosa es rara

que canse el correr a pie

aunque sea huyendo.

EGLE

Allí

vi un hombre. ¡Ha, soldado!

LICAS

No

habla conmigo, que yo

no lo soy.

HESPERIA

¡Oíd!

LICAS

¡Ay de mí!

¡Con las «ásperas» he dado!

HESPERIA

Llegad, que no hay qué temer.

LICAS

Sí hay, y mucho.

EGLE

¿Qué es?

LICAS

Saber

si es que está el dragón atado.

VERUSA

Él no sale aquí.

LICAS

Opiniones

hay...

HESPERIA

¿En qué fundarlas puedes?38

LICAS

Por donde salen ustedes,

¿quién quita salir dragones?

Mas, ¿qué me mandáis?

HESPERIA

Saber

qué rumor de armas es ese.

LICAS

Yo lo diré aunque me pese

de haberme de detener.

Hércules, el que hizo aquí,

si os acordáis, a un león

de la boca boquerón:

porque el padre dijo «sí»

y Yole «no», se indignó;

conque, alterando la tierra

a él, por no o por sí hizo guerra

y a ella paz por sí o por no.

Hoy la batalla se han dado

y aunque Hércules va venciendo,

para que yo venga huyendo

no importó ser su criado.

Este es el caso; y así:

adiós, que el rumor se acerca,

pues se oye desde más cerca

decir...

YOLE

(Dentro.)

¡Ay infeliz de mí!

EGLE

¿Qué es aquello?

VERUSA

Que un caballo

desbocado se despeña

desde la más alta peña

del monte.

HESPERIA

¡Quién remediallo

pudiera!

YOLE

Dioses, ¡favor!

HESPERIA

Y más siendo, al parecer,

la que despeña mujer.

CUPIDO

(Dentro.)

No temas, Yole, que Amor,

aunque a otras despeña, a ti,

porque en su triunfo te empeñes,

hará que no te despeñes.

YOLE

¡Ay infelice de mí!

(Al decir YOLE este verso, desde no poca altura cayeron abrazados al tablado ella y CUPIDO y dejándola desmayada entre las tres, volvió arrebatadamente a desaparecer representando en el aire los siguientes versos.)

CUPIDO

En mis brazos has caído,

segura estás. ¿Quién creyera

que para que aborreciera

la socorriera Cupido?

Mas, ¿quién no lo creerá, al ver

que Amor, atento a su queja,

para aborrecer la deja

a donde la ha menester?

(Vase.)

HESPERIA

Lleguemos por si, por dicha,

no habiendo muerto podemos

su vida amparar.

LAS DOS

¡Lleguemos!

LICAS

¡Yole es!

VERUSA

¡Qué ansia!39

EGLE

¡Qué desdicha!

HESPERIA

¿Yole hermosa?

YOLE40

¿Quién me llama?

HESPERIA

Quien en albricias de que

vivas, atenta a la fe

con que te estima y te ama,

mil vidas diera. ¿Qué ha sido

esto?

YOLE

Que viendo, ¡ay de mí!,

que contra el que aborrecí,

habían los que amé salido,

que fueron padre y esposo,

llevada de mi valor,

mejor diré de mi amor,

de un caballo apenas osó

tomar a la rienda el tiento

y la noticia al estribo,

el fuste al borrén, y altivo

pasarle de bruto a viento,

cuando al lado de los dos

al embestir me mostré;

si lo sintieron no sé,

mas sé que al encuentro, ¡ay Dios!,

primero arbolada flecha

el rostro a mi padre hirió

y del caballo cayó.

Yo, humana víbora hecha,

desesperada a morir

en su venganza, me entré

en la batalla; y tal fue

la violencia del batir

el ijar que, desbocado

el corcel, de espuma lleno,

rompió el alacrán al freno

y la montada al bocado.

Tanto la cólera mía

fue que al verme despeñar

me holgué solo por quitar

la sospecha de que huía.

Pero como al desdichado

aun la muerte se escasea,

cruel piedad que cúya sea,

no sé, un céfiro alado

en el aire me detuvo,

haciendo que la caída,

menos violenta, mi vida

guardase; y aun después tuvo

tan doblados los favores

que si con presteza suma

me dio allí lecho de pluma,

aquí me le da de flores.

(Cae desmayada.)

LAS TRES

Entrémosla donde pueda

repararse y descansar.

(Retíranla entre las tres.)

LICAS

Id mientras voy yo a avisar

a mi amo dónde queda,

ya que el militar espanto

tregua pone a la batalla.

(Vase LICAS y sale ANTEO.)

ANTEO

¿Quién en el mundo se halla

en tanta aficción, en tanto

desconsuelo como yo?

Pues, con Euristio la vida

y la batalla perdida,

el ejército aclamó

a Hércules su rey, en fe

de que él le cumpliría

la palabra que le había

dado, en el instante que

se sepa dónde paró,

bárbaramente entendiendo

que a solo escapar huyendo

de la batalla salió,

que es lo que también de mí

pensará en viendo que no

parezco tampoco yo

dél retado; siendo así

que, desbocado el caballo,

Yole salió, y yo tras ella,

donde fue fuerza el perdella

de vista, conque me hallo

habiéndome desmontado

por penetrar la aspereza

en busca de su belleza,

sobre rendido, obligado,

o viva la encuentre o no,

a dos contrarios extremos:

pues muerta ambos la perdemos,

y viva la pierda yo.

Bien que, porque viva, diera

mil vidas mi suerte esquiva;

que a precio de que ella viva,

poco importa que yo muera

de tanta celosa pena

como que en la edad de un día

amanezca para mía

y anochezca para ajena.

¡Yole hermosa! No responde.

¡Bella Yole! No me escucha:

o mucha desdicha o mucha

ventura es la que esconde.

¿Quién, cielos, me dirá della?

Mas, ¿quién decirlo podrá

como la Tierra, si ya

quien fue rosa no es estrella?

Fecunda madre del hombre

en común y, en singular,

madre de un hijo a quien dar

quisiste alma, vida y nombre:

ya que me dio tu piedad

los tesoros que me dieron

tanto lustre que pudieron

crecer mi felicidad

a esposo de Yole bella,

dime dónde iré a buscalla;

hállela yo aunque el hallalla

venga a ser para perdella.

Y si esto no mereció

mi llanto, siquiera di

si es que vive Yole.

MÚSICA

Sí.

ANTEO

¿Qué? ¿No se despeñó?

MÚSICA

No.

ANTEO

Pues ya que, madre piadosa,

te permites oír, ¿por qué

no te dejas ver?

CIBELE

(Canta.)41

Sí haré.

ANTEO

De clavel, jazmín y rosa,

nuevo iris al parecer

forma una bella guirnalda

a la tierra de esmeralda

y al cielo de rosicler.

Sacra deidad, si mi idea

no miente, entre sus fulgores

viene derramando flores

de la copia de Amaltea

y, iluminando horizontes,

trae tras su vario celaje

todo el bruto vasallaje

de los senos de los montes

que de un risco en otro yerra;

como en sacrificios suele

ante el ara de Cibele,

que es la diosa de la tierra,

a mí se acerca veloz,

como que hablarme procura:

¡oh, iguálese a su hermosura

la dulzura de su voz!

(Rasgándose las nubes que eran cielo del bosque, apareció en lo más alto de la frente del teatro CIBELE, diosa de la tierra, en un trono de flores que a manera de guirnalda iluminaba el aire con ocultas luces. Traía en una mano la copia de Amaltea derramando flores y en la otra la rienda de encarnadas colonias con que al parecer gobernaba, uncida, la ferocidad de cuatro leones que tiraban desde la tierra el trono; a cuyo tiempo aparecieron, por entre unos y otros bastidores, diversos animales como en acompañamiento de su diosa; la cual, en blando movimiento, bajó hasta la punta del tablado en recitativo estilo, cantando ella y respondiendo el coro.)

CIBELE

(Cantando.)

Feliz y infeliz amante,

pues compitiendo entre sí

te hizo feliz el nacer

y el amar te hizo infeliz:

ya dejo por ti,

en lechos de mayo, regazos de abril.

MÚSICA

Y a su voz el eco responde sutil

que rompe los aires dejando por ti...

ELLA y MÚSICA

... en lechos de mayo, regazos de abril.

CIBELE

Cibele soy, de la tierra

tan fecunda emperatriz

que, del confín oriental

al occidental confín,

en todo su ámbito hermoso

no hay reservado país

que sus montes y sus mares

no descansen sobre mí;

fieras y flores lo digan

viendo a mis plantas rendir

lo vegetable su tez,

lo sensible su cerviz,

dejando por ti

en lechos de mayo, regazos de abril.

Motejada de que solo

para el aire concebí

fruto y flor, y me quedé

no más que con la raíz,

por obstentarme deidad

que pudiese competir

con cuantas contiene el coro

de ese celeste zafir,

como gusano que hila

su mesma vida de sí,

a ti te engendré sin más

padre que mi mesmo ardid.

Viendo que tu nacimiento

creyó no más que el gentil,

porque nadie le dudara,

no tan solo te ofrecí

sin reservarte diamante,

perla, esmeralda o rubí:

en plata todo el Pactolo

y en oro todo el Ofir.

Mas viéndote hoy en dos riesgos

de amar y de competir,

a cautelarte de entrambos

quise a tus voces venir,

dejando por ti

en lechos de mayo, regazos de abril.

El uno, que es cuidado

de Yole: no hay que sentir

su muerte; que Yole vive

más donde no he de decir

por no empeñarte en el riesgo

de que es preciso morir

si vas a buscarla. El otro,

que es el de haber de reñir

con Hércules, cuyas fuerzas

nadie pudo resistir:

llega a los brazos [con]42 él;

que aunque él una vez y mil

te arroje a la tierra, ella

te sabrá restitüir

dobladas fuerzas con que

puedas volver a la lid.

Y en cuanto a que tú no sepas

de Yole y Hércules sí:

no temas que a verla llegue,

pues, cuando pretenda ir

a buscarla, sabré yo

tanto la senda impedir

que no se atreva a pisarla.

Y pues ya quedas aquí

sabiendo que vive Yole,

y cómo has de resistir

a Hércules y que él no irá

a verla, vuelva el sutil

aire a repetir sus ecos

en tanto que yo al pensil

de mi retirado albergue

vuelvo de donde salí

dejando por ti...

MÚSICA

Dejando por ti...

Y a su voz el eco responde sutil...

ELLA y MÚSICA

En lechos de mayo, regazos de abril.

(Desapareció midiendo con la MÚSICA la distancia de lo alto.)

ANTEO

¡Oye! ¡Escucha! No tan presto

te ausentes sin permitir

que de tanta admiración

cobrado diga...

(Dentro LICAS, HÉRCULES y ARISTEO.)

LICAS

Hacia aquí

es la senda.

HÉRCULES

Pues no dejes

en su alcance de seguir

la vereda.

ANTEO

Gente viene:

forzoso es al monte huir

quien a todo un vencedor

ejército trae tras sí.

Pues está segura Yole,

duélete, ¡oh cielo!, de mí:

no haya tan mal ejemplar

como que pueda decir

que hallé piedad en la tierra,

y no en el cielo.

(Vase.)

(Salen HÉRCULES, ARISTEO y LICAS.)

LICAS

Hacia aquí

vuelvo a decir que es la senda

del hespérico país.

HÉRCULES

Pues guía, ya que te afirmas

en que Yole quedó allí.

ARISTEO

Si pudiera aconsejar

a quien me toca servir,

dijera, Hércules, que no

está el triunfo en adquirir

tanto como en mantener

lo adquirido. Siendo así,

pues, que te hallas aclamado

rey, ¿no es mejor acudir

a establecer esta vez

que dejarlo por venir

tras un afecto que puedes

lograr después?

HÉRCULES

Para mí

ni el triunfo ni reino importan

tanto como destrüir

encantos de Amor llevando

esclava a Yole a asistir

a mi coronación. Vea,

ya que a un hijo aborto vil

de la Tierra prefirió

a Hércules, que merecí

ser su rey a menos costa

que su esposo.

LICAS

Ya de aquí

de sus torres se descubren

los homenajes.

HÉRCULES

A abrir,

a pesar del fiero monstruo

que los vela sin dormir,

sus puertas iré, si fueran

de diamante.

ARISTEO

Y yo tras ti,

que uno es aconsejar cuerdo

y otro es restado morir.

LICAS

Yo no, que uno es morir loco

y otro es tratar de vivir.

HÉRCULES

Ven pues; que, juntos los dos,

¿quién nos ha de resistir?

CIBELE

(Dentro.)

Quien, en defensa de Yole,

lo impedirá.

LOS DOS

¿Cómo?

CIBELE

Así.

(Apenas desde lo alto pronunció CIBELE este medio verso, cuando se oyeron en el aire truenos y en la tierra temblores; y abriéndose en ella un volcán que atravesaba todo el tablado, arrojó de sí tan condensados humos que obscurecieron el teatro, bien que sin molestia del auditorio porque estaban compuestos de olorosas gomas, de suerte que lo que pudiera ser fastidio de la vista, se convirtió en lisonja del olfato.)

HÉRCULES

¿Qué es esto, cielos?

ARISTEO

Un fiero

temblor de tierra que abrir

su centro intenta en quebradas

grietas.

(Sale humo.)

HÉRCULES

Y no solo a fin

de que sus cavados senos

quieran el paso impedir,

pero de que sus funestas

bocas arrojan de sí

(El terremoto.)

entupecidos vapores

que, en pirámides, subir

se ven a empañar43 la tez

de todo el azul viril.

ARISTEO

¿Quién vio que el Vesubio en Libia

humo exhale?

LICAS

Yo lo vi

por señas, que el verlo fue

de puro ciego.

(Terremoto.)

HÉRCULES

Aun a mí

la vista perturba, pues

ni veo alcázar ni jardín.

ARISTEO

En pardas nieblas la Tierra

nos le ha sabido encubrir.

HÉRCULES

Como es la madre de Anteo,

sin duda intenta impedir

ultrajes de Yole; pero

no lo podrá conseguir:

que si de la tierra el centro

conjura ella contra mí,

contra ella el del aire yo

(Terremoto.)

moveré. Quédate aquí,

Aristeo, por si en este

tiempo Yole intenta ir

donde yo no sepa della,

tú lo sepas con seguir

sus pasos.

ARISTEO

De mí confía

el que no falte de aquí.

HÉRCULES

En ese seguro voy,

como dije, a prevenir,

pues no puedo por la tierra,

por el aire entrar. Tras mí

ven, Licas.

[Vase.]

LICAS

Sí haré, que aunque es

tan malo el andar tras ti,

peor fuera el que aquí quedara.

(Vase.)

ARISTEO

No fuera; pues, ya de aquí

ausente Hércules, la Tierra

sus cimas vuelve a cubrir,

el humo a desvanecer

y el alcázar a lucir.

Y si no me engaño, una

dama viene por aquí.

¿Si será Yole? Mas no;

que, aunque yo nunca la vi,

nunca tampoco borré

las especies que imprimí

de su retrato: no es ella.

(Sale VERUSA.)

VERUSA

Yole, del desmayo en sí

volvió apenas cuando de otro

dolor se tornó a afligir,

que es no saber de su padre

ni de la batalla el fin.

Compadecida a su llanto,

por si fuera tan feliz

que con una buena nueva

la pudiera divertir,

al monte salgo; allí un hombre

está. ¿Sabreisme decir,

caballero, que en el traje

bien el serlo descubrís,

en qué paró la batalla

de cuyo rumor oí

en estos montes los ecos?

ARISTEO

No me atrevo a discurrir

en cuál os esté mejor:

o oír la ganancia o oír

la pérdida, cuando os veo

tan cuidadosa; y así,

hasta saber qué deseáis

saber, nada he de decir,

por no aventurar que pueda

ser lo que hayáis de sentir.

VERUSA

Aunque siempre de la patria

el cariño lleva, a mí

sus victorias o sus ruinas

no me tocan.

ARISTEO

Quizás sí,

ya que no a vós, a persona

de cuya parte venís.

Decidla que un forastero

que hallasteis acaso aquí

no quiso deciros nada.

VERUSA

Harto en eso me decís.

Quedad con Dios.

(Vase.)

ARISTEO

Él os guarde.

En toda mi vida vi

igual hermosura, ¡cielos!

¿Qué fuera que un infeliz,

que ni vencido una vez

ni otra vencedor, decir

pudo su pena? Mas esto

no es ahora para aquí;

baste que para aquí sea

no dejarla de seguir,

por verla otra vez.

(Vase ARISTEO, y salen HÉRCULES y LICAS.)

LICAS

Señor,

¿esto es caminar o huir?

HÉRCULES

Volar quisiera que fuera,

Licas, hasta descubrir

de la cumbre del Parnaso

la verde cima.

LICAS

Eso sí:

volvámonos a ser guardas

de ninfas, gente feliz

y alegre. ¿Qué Yole o Libia?

Como habitar en país

a donde todo es cantar,

danzar y bailar y, en fin,

todo es paz y nada es guerra...

HÉRCULES

Hablaste como hombre ruin.

LICAS

No tanto que mienta, pues

ya se escuchan desde aquí,

al tiempo que don Pegaso,

en el último perfil

del monte, batiendo el ala

tremola al aire la crin,

dulces músicas: ¿no oyes

sus blandos acentos?

HÉRCULES

Sí,

acerquémonos a ver44

lo que llegamos a oír.

(Al entrarse los dos, empezó a descubrirse un monte cuya eminencia, casi de improviso, frisó las nubes con la cumbre y los bastidores con la falda; de suerte que no dejó más foso el teatro que su mismo foro y un pedazo de nuevo cielo que a espaldas suyas, por entre tremoladas bandolinas y quebradas peñas, fingía lejanos horizontes. Ocupaba su cima el Pegaso, extendidas las alas como haciendo sombra al risco de CALÍOPE, principal musa de las nueve, desde cuyo superior asiento derribaban los peñascos sus últimos perfiles. Estaban todos coronados de frondosa arboleda y, entre uno y otro tronco, una y otra ninfa: Urania y Polonia a la diestra mano, y Tersícore y Clío a la siniestra. Debajo de las cuatro, en segundo descanso que hacía con adelantadas proyeturas más corpulento el monte, estaban a un lado Melpómene, Erato y a otro Euterpe y Talía. Eran sus ropajes como los de los signos y los meses, diferenciándose solo en haber trocado el campo azul al nácar, confrontando matices aquí con las flores si allá con las estrellas. En el corazón de el monte corría tan artificiosa fuente que, sin agua ni sonido de agua, no se echaba menos ni el agua ni el sonido. Estaban, pues, las nueve como divertidas en sus siempre festivos solaces, cantando, desasida de la fábula, esta letra.)

MÚSICA

Ruiseñor que volando vas

cantando finezas, cantando favores,

¡oh, cuánta pena y envidia me das!

Pero no, que si hoy cantas amores,

tú tendrás celos y tú llorarás.

HÉRCULES

Todo el coro de las ninfas

junto está. Mas, ¡ay de mí!;

que parece que la letra

conmigo ha hablado, al oír,

para que se irriten más

mis vengativos rencores

y amor no sean jamás...

MÚSICA

Pero no, que si hoy cantas amores...

ELLA y MÚSICA

... tú tendrás celos y tú llorarás.

HÉRCULES

Sagradas hijas de Apolo,

a quien desde este cenit,

por cuantos círculos corre

hasta su opuesto nadir,

para coronar los rizos

de vuestro peinado, Ofir

flores dora ciento a ciento,

luces brilla mil a mil:

vuestro Hércules, por quien

en estos montes vivís

seguras de incultas fieras

amedrentadas de mí,

por quien a la excelsa cumbre

nadie se atrevió a subir

sin pasar porta45 de Apolo,

que yo he de cerrar y abrir,

a beber de los cristales

en que aquel don infundís

que, abandonando lo útil,

se pagó de lo sutil:

hoy contra una hermosa fiera

favores viene a pedir,

no para amarla, no, pero

para aborrecerla sí.

TODOS y MÚSICA

¡Ay de ti!

¡Que vencer a las fieras

no es vencerse a sí!

(Cantando CALÍOPE.)

CALÍOPE

Hércules: ya tus hazañas

sabemos, y que por ti

templaron, Fama y Apolo,

la lira con el clarín.

Ya sabemos que en Tesalia

la Hidra pudiste rendir;

en el Abismo al Cerbero

y en Calidonia al espín.

Que al león venciste en Libia,

donde pudiste adquirir

lo sagrado del laurel,

lo sangriento de la lid.

Que perdonaste, sabemos,

de la Hespéride el jardín,

mas no sabemos que puedas

a ti vencerte; y así...

ELLA y MÚSICA

¡Ay de ti!

¡Que vencer a las fieras

no es vencerse a sí!

CALÍOPE

Quejoso de Yole vienes,

procurando desmentir,

con razones de vengar,

sin razones de sentir.

Teme el ardid del amor:

que es tan cauteloso ardid

que tal vez para vencer

hace maña del hüir.

Teme su disimulada

traición: que sabe vestir

los desaliños del áspid

de las galas del jazmín.

No te vengues si te quieres

vengar de Yole; que vi

muchas veces que el dejar

alcanza más que el seguir.

Y si estos avisos no

te bastan a reducir:

en mi voz y en la de todas

oirás una vez y mil...

ELLA y MÚSICA

¡Ay de ti!

¡Que vencer a las fieras

no es vencerse a sí!

HÉRCULES

Bella Calíope, a quien

siempre tocó el presidir

al castalio coro: no

desconfíes del gentil

espíritu que me ilustra;

que dejé de conseguir

de Amor, que es fiera de fieras,

la victoria; a cuyo fin,

por vuestro Pegaso vengo:

que le lleve, permitid,

a que en los golfos del aire

sea alado bergantín;

que, a pesar del huracán,

que levanta contra mí

la Tierra, madre de Anteo,

tomen puerto tan feliz

que deshaga los prodigios

de su encantado pensil.

CALÍOPE

Si en tu peligro nosotras

no habemos de concurrir:

lo que tú puedes tomar,

¿para lo qué has de pedir?

HÉRCULES

Dices bien, sube por él,

pues tú también has de ir.

LICAS

¿Dónde?

HÉRCULES

En sus ancas.

LICAS

¿Sus ancas

yo?46

HÉRCULES

¿Por qué no?

LICAS

Porque si

él es rocín de poeta

y nunca pudo sufrir

ancas su puchero, ¿cómo

sufrirá ancas su rocín?

(Vase.)

HÉRCULES

Anda, cobarde; y vosotras

quedad en paz hasta oír

mi triunfo.

TODAS

Antes, porque no

te empeñes en él, tras ti

iremos todas diciendo...

HÉRCULES

¿Qué es lo que habéis de decir?

TODAS

(Cantando.)

¡Ay de ti!

¡Que vencer a las fieras

no es vencerse a sí!

HÉRCULES

¿Y cómo iréis?

TODAS

Desta suerte.

HÉRCULES

Pues venid todas, venid;

veréis de cuán poco os sirve

el escuchar... ¿Qué decís?

ÉL y TODAS

¡Ay de ti!

¡Que vencer a las fieras

no es vencerse a sí!

(Cantar las musas este estrebillo, repetirle el coro, volar el Pegaso a la nubes, CALÍOPE al centro y las ocho a distantes partes llevándose consigo a pedazos el monte, fue tan uno que, al verle deshecho, apenas pudo percibir la vista el cómo; conque, causando más novedad en todos lo que dejaron ver que lo que vieron, acabó la segunda jornada.)47

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