Jornada III

Tocan las chirimías y sale por una parte DON LORENZO DE MENDOZA, conde de Coruña, con acompañamiento; y por otra DON JERÓNIMO MARAÑÓN, gobernador de Copacabana.

GOBERNADOR

¡Feliz, oh gran don Lorenzo

de Mendoza, rama invicta

del Infantado, y glorioso

blasón de Coruña, el día

que del Segundo Felipe,

que eternas edades viva,

virrey, señor, os merecen

estas conquistadas Indias!

CONDE

Su Majestad, que Dios guarde,

sin propios méritos, fía

de mí su gobierno, en fe

de que en la obligación mía

le sirva el afecto, ya

que el mérito no le sirva.

Y pues para el que desea

acertar, tomar noticias

el primer paso es, ¿de quién

pudo mejor adquirirlas

que de quien, por montañés

Marañón, es en Castilla

tan ilustre, y por su cargo

es en aquestas provincias

gobernador de tan grave

puesto, como él mismo explica,

pues al de Copacabana

pocos hay que le compitan?

GOBERNADOR

¿Qué noticia podré daros

que vós no traigáis sabidas,

pues todas han ido a España

ya contadas o ya escritas?

Fuera de que son tan grandes

las inmensas maravillas

que obró Dios y obró su pura

Virgen Madre, sin mancilla

desde el día que en Perú

la Cruz entró, y desde el día

que la invocación del nombre

dulcísimo de María

se oyó en él, que me parece

que un casi agravio sería,

presumiendo no saberlas

vós, el osar yo a decirlas.

Y así os suplico, señor,

me excuséis de que os repita

que la Cruz domeñó fieras,

vitoria muy suya antigua;

que María apagó incendios,

nevando sus manos mismas

blancos copos; que con lluvias

de arena y polvo la vista

al idólatra dos veces

cegó; y que tan peregrinas

obras (viendo que sus vanos

ídolos enmudecían

al sonido de aquel nombre

y de aquel tronco a las líneas)

introdujeron la fe;

que entre los que se bautizan

y los que idólatras quedan

hubo bandos, hubo cismas

y disensiones; y, en fin,

que siguiendo las conquistas,

después que se redujeron

Cuzco, Chucüito y Lima,

de cuyos conquistadores

apenas uno hay que viva,

murió Guáscar prisionero

y su hermano Atabaliba

no sé cómo; y pues no son

estas cosas para dichas

tan de paso, remitamos

a la historia que lo escriba,

y vamos a lo que hoy

toca a la obligación mía,

y en Copacabana hablemos

no más, pues cosa es sabida

que a un gobernador no toca

hablar como coronista.

Es Copacabana un pueblo

que casi igualmente dista

en la provincia que llaman

Chucüito, pocas millas

de la ciudad de la Paz

y Potosí. Sus campiñas

son fértiles, sus ganados

muchos y sus alquerías

de frutas, pescas y cazas

abundantes siempre y ricas:

cuya opulencia, en su lengua,

a la nuestra traducida,

Copacabana lo mismo

que piedra preciosa explica.

Pero aunque pudiera ser

por esto grande su estima,

la hizo mayor que en sus montes

yace aquella peña altiva

que adoratorio del Sol

fue un tiempo, por ser su cima

donde diabólico impulso

hizo creer que el Sol podía

dar a su hijo para que

los mande, gobierne y rija.

A esta causa, entre la peña

y la procelosa orilla

de una gran laguna, que hace

el medio contorno isla,

se construyó templo al Sol,

en cuyas aras impías

Faubro al ídolo llamaron

superior, que significa

mes santo; y mientras el cielo

no nos revele el enigma

en él, por los reservados

juicios suyos, las insidias

del antiguo áspid, y en otros

oráculos respondía

inspirando abominables

ritos, cuya hidropesía

de sangre, mal apagada

con la de las brutas vidas,

pasó a beberla de humanas

vírgenes sacerdotisas.

En fin, siendo como era

Copacabana la hidra,

principalmente después

que a su templo retraídas

trajo la guerra en estatuas

todas sus falsas reliquias.

En fin, siendo (a decir vuelvo)

Copacabana la hidra

de tantas cabezas cuantas

el padre de la mentira

en cada anhélito inspira,

fue la primera en quien Dios

logró la feliz semilla

de su fe, siendo primeros

obreros de su doctrina,

de Domingo y de Agustín

las dos sagradas familias.

Roma de América hay

quien piadoso la publica;

pues bien, como Roma, siendo

donde más vana tenía

la gentilidad su trono,

fue donde puso su silla

triunfante la Iglesia, así

donde más la Idolatría

reinaba puso la Fe

su española monarquía,

mostrando cuán docta siempre

la eterna sabiduría,

donde ocurre el mayor daño,

el mayor remedio aplica.

Tan fecundas sus primeras

raíces prendieron, tan fijas,

que a marchitar no bastaron

sus flores todas las iras

del tiempo; pues padeciendo

destemplado todo el clima,

hambre, peste y mortandad,

no por eso desconfían,

atribuyendo a que sean

sus dioses quien los castiga.

Pues antes atribuyendo

a Cristo y su Madre pía

que sus pasados errores

trata con blanda justicia,

para aplacarla trataron

hacerla una cofradía,

porque, al fin, en voz de muchos

suenan más las rogativas.

Mas como siempre el demonio

obstinadamente lidia

en estorbar devociones,

bandos introdujo y riñas

entre dos nobles linajes

sobre qué patrón elijan.

Los Urisayas, de quien

cabeza es de Andrés Jaíra,

anciano cacique noble,

que allá en sus ritos solía

ser sacerdote del Sol,

sabiendo cuánto domina

sobre las pestes su santa

intercesión, solicita

que sea San Sebastián

titular de la obra pía.

Otro, de los Anasayas

cabeza, que hoy se apellida,

por ser de aquella real sangre,

Francisco Yupanguí Inga,

en que María ha de ser

la patrona, y no otro, insta.

Estas, pues, dos opiniones,

excusando que a rencillas

pasasen, convine en que

a los votos reducidas

la mayor parte venciese;

pero la noche del día

en que habían de juntarse

a resolver la porfía,

con estar las heredades

de unos y otros tan vecinas,

que en todos aquellos pagos

unos con otros alindan.

Amanecieron las mieses

de aquellos que defendían

que María había de ser

la patrona, tan floridas

con el riego de una nube

celestial, que daba grima

dando consuelo mirar

tan juntos triunfos y ruinas,

y que en un espacio mismo

hubiese unión tan distinta,

como ser todo esto flores,

siendo todo aquello aristas.

Por algunos días duró

la adoración, repetida

la lluvia desde la noche

al alba, y desde su risa

hasta otra noche tan claro

sol, que brotaban opimas,

a vista de sequedades

mustias, yertas y marchitas,

las mazorcas del maíz

y del trigo las espigas.

Con este prodigio, ¿quién

dudará que, reducidas

las opiniones, quedase

por su Patrona Divina

la siempre llena de gracia,

siempre intacta y siempre limpia?

¿Ni quién dudará tampoco,

que, ya una vez elegida,

fuese todo frutos, todo

salud, abundancia y dicha?

Pero entre tantos favores

no faltan penas que aflijan,

bien que tales penas, ellas

se padecen y se alivian,

siendo ellas mismas remedio

del achaque de sí mismas.

Es, pues, el gran desconsuelo

de los que más solicitan

su culto, no tener para

colocar en la capilla

que labra la esclavitud,

una imagen de María.

Mil diligencias se han hecho,

pero como a estas provincias

aún no han pasado los nobles

artes de España, es precisa

cosa que supla la fe

lo que no alcanza la vista.

Dirá la objección que cómo

no había arte donde había

estatuas de tantos dioses.

Y hallárase respondida

con saber que eran estatuas

tan toscas, tan mal pulidas,

tan informes y tan feas,

como una experiencia diga;

pues el cristiano cacique

que dije que defendía

de María el patrocinio,

viendo la gente afligida

y ansiosa por una imagen,

se ofreció a que él la daría

como la tenía en su mente,

hecha por sus manos mismas.

Bien creímos todos, viendo

entrar con tanta osadía

en su fábrica gloriosa,

que por lo menos sería

una que supliese, ya

que no primorosa y linda.

Pero con ser la materia

de que intentó construirla

tan dócil como es el barro,

pues no hay, sin que se resista,

cincel a quien no obedezca,

buril a quien no se rinda,

muy pagado de su hechura,

la trajo tan deslucida,

tan tosca y tan mal labrada,

sin proporción en sus líneas

ni primor en sus facciones87,

que, irreverente, movía,

más que a adoración, a escarnio,

más que a devoción, a risa;

de que se infiere cuán brutos

sus simulacros serían

pues este juzgó bastar

hechura tan poco digna.

Tan corrido de baldones

se vio, de vayas y gritas,

que desde allí no ha salido

de un aposento en que habita,

donde apenas deja verse

de su esposa y su familia,

con qué intento no sé; pero

sé que, durando en la villa

el desconsuelo de verse

las esperanzas perdidas

de hallar imagen, dilatan

el formar la cofradía,

a que pienso que hago falta

si mi fe no los anima.

Y así, que me deis licencia

mi rendimiento os suplica,

por pensar que en esto más

a Dios, al Rey y a vós sirva.

CONDE

De vuestras noticias quedo,

por más que excuséis decirlas,

bastantemente informado;

y pues no es justo que impida

mi detención vuestro celo,

id, donde de88 parte mía

a la Esclavitud diréis

que la ruego que me admita

por su hermano, y en mi nombre

la ofreceréis para el día

que haya imagen, las coronas

de Hijo y Madre, y sea precisa

ley que me hayáis de avisar

de cuanto logre y consiga

tan piadoso afecto.

GOBERNADOR

En eso

y en todo es justo que os sirva

mi obediencia.

CONDE

El cielo os lleve

con bien.

(Vase.)

GOBERNADOR

Guarde él vuestra vida.

Vamos deseosos, no haga

falta la persona mía,

porque primeros fervores

que la necesidad dicta,

en viéndola remediada,

con poca causa se entibian.

(Vase.)

(Córrese una cortina, y véase a YUPANGUÍ en traje humilde de español, con taller, herramientas y demás instrumentos de escultor, como labrando una estatua tosca de madera, cuya estatura ha de ser de una vara, poco más o menos, y mientras dice los versos esté siempre haciendo que trabaja en ella.)

YUPANGUÍ

Ya, purísima María,

que mejorando de suerte

te adoró sin conocerte

la ciega ignorancia mía;

y ya que el felice día

de conocerte llegó,

llegue el de que logre yo

esta aprehensión, que vehemente

insta en que copiarte intente,

y en que lo consiga no.

Bien sé que nunca aprendí

esta arte; pero no sé

qué interior carácter fue

el que en el alma imprimí

desde el punto que te vi,

que aunque tan ruda se halla

al desbastar desta talla

la agilidad de mi estrella,

siendo imposible el tenella89,

es imposible el dejalla.

Si cuando al barro fié

el primer diseño mío

te hallaste de mi albedrío

no bien servida porque

masa quebradiza fue

del primer Adán, en cuyo

daño original arguyo,

no comprehendida, cuán mal

pudiera en su original

copiarse retrato tuyo;

ya en mejor materia fundo

este segundo diseño,

pues te fabrico de un leño

a honor del Adán segundo.

Permite, pues, que vea el mundo

que en esta fábrica mía,

pues a un madero se fía,

se aúnen a mejor luz

la materia de la Cruz

y el retrato de María;

y vós, Niño Dios, que aquí

gozando los tiernos lazos

de sus amorosos brazos

significar pretendí,

pues no hay facultad en mí

ni para dejar la acción

ni para su perfeción,

usad de vuestra piedad,

u dadme la habilidad,

o quitadme la aprehensión.

(Sale GUACOLDA vestida a la española.)

GUACOLDA

Aunque te enojes, Francisco,

de que entre donde deseas

tanto estar solo, no puedo

excusarlo.

YUPANGUÍ

María bella,

dulce amada esposa mía,

¿contigo enojarme? Ofensa

haces a mi amor.

GUACOLDA

Si veo

que a todos, señor, ordenas

que no entren aquí, ¿qué mucho

que yo disgustarte sienta?

YUPANGUÍ

La ley de todos, María,

no es bien contigo se entienda

fuera de que tú no haces

compañía, con que es fuerza

que la soledad tampoco

estorbes.

GUACOLDA

De qué manera

ni estorbar la soledad

yo, ni hacer compañía pueda

no sé; que al parecer son

proposiciones opuestas.

YUPANGUÍ

No son, que el que ama y lo amado

son sola una cosa mesma,

y así, viviendo yo en ti

y tú en mí, la consecuencia

es fácil de que no añades

nuevo número a la cuenta,

con que alma del alma y vida

de la vida, cosa es cierta

que ni acompañas ni estorbas,

pues de la misma manera

que en presencia estás conmigo,

estás conmigo en ausencia.

GUACOLDA

Solo puedo responder

a tan hidalga fineza

que el no entrar a todas horas

aquí, no es en consecuencia

de que otros no entren, sino

porque nada te divierta

la ocupación, pues por mucho

que te desveles en ella,

más la debemos a quien

hacer el obsequio intentas,

pues debemos a María,

después de tantas tragedias

como pasamos huyendo

de Guáscar, tantas miserias

como después padecimos

acosados de la guerra,

hasta venir a tomar

puerto en nuestra misma tierra,

la suma felicidad

de llegar a conocerla,

y admitir la ley de un Dios

de tan divina clemencia

y tan humana piedad,

que primero que yo muera

por él, ha muerto por mí,

que fue el dictamen de aquella

natural luz, que a no verme

sacrificada hizo fuerza.

Y así, dándole las gracias,

libres de tantas tormentas,

pasemos a la disculpa

de que a embarazarte venga.

Los Urisayas, movidos

de Andrés Jaíra, su cabeza,

la ocasión aprovechando

de tu retiro y la ausencia

del gobernador, han hecho

hoy junta, y resuelto en ella

que no se haga cofradía,

pues no hay para quién hacerla,

el día que no hay imagen.

Los Anasayas, con esta

novedad, viendo que tú

en el empeño los dejas

y no pareces, se han dado

por vencidos; de manera

que a estas horas están todas

tus pretensiones deshechas,

tus diligencias frustradas

y tus esperanzas muertas.

YUPANGUÍ

No están; y pues tan a un tiempo

de unos la acción y la queja

de otros llega que podré

a entrambas satisfacerlas:

a los unos con que tienen

imagen, pues ya está hecha,

y a los otros con que no

me ausentó menor tarea

que la de estarla labrando,

no dudes que se convenzan.

Cierra este taller, y nadie

entre en él hasta que vuelva.

(Vase.)

GUACOLDA

Inés.

(Sale GLAUCA.)

GLAUCA

¿Qué mandas?

GUACOLDA

Que cierres

de ese aposento la puerta

y traigas la llave. Virgen

Soberana, Madre y Reina

de hombres y de ángeles, llegue

día en que nos amanezca90

tu aurora en Copacabana.

(Vase.)

GLAUCA

La llave no da la vuelta,

y temo que he de quebrarla,

si porfío: quede puesta

en la cerradura, pues

aquí nadie sale mientras.

(Al irse por una parte sale por otra TUCAPEL.)

TUCAPEL

Ze, Clauca, Clauca.

GLAUCA

¿Quién es

quien de ese nombre se acuerda?

TUCAPEL

El menor marido tuyo,

que humilde tus plantas besa.

GLAUCA

Mejor dirás mi mayor

quebradero de cabeza.

Ven acá, bestia en dos pies,

que son las peores bestias,

si sabes91 que nuestro amo,

obligado a la fineza

con que a su esposa le tuve

disfrazada92 y encubierta,

apenas se vio en su casa

cuando nos redujo a ella,

en tiempo de tantas hambres,

ansias, pestes y miserias.

Si sabes que no queriendo

admitir la verdadera

ley que ellos y yo admitimos,

durando siempre aquel tema

de los pasados furores,

fantasías y quimeras

que ha tiempos de ti te privan,

te echó de casa, con pena

de que si volvías a entrar

idólatra por sus puertas,

te había de moler a palos;

¿cómo con tal desvergüenza

osas llegar hasta aquí,

sin que su castigo temas?

TUCAPEL

Como la necesidad

tiene cara de hereja,

tan mala que es menor daño

el ver la tuya que el verla,

desacomodado y pobre

perezco, y viéndole hoy fuera

de casa, me atreví a entrar

a pedirte que te duelas

en este estado de mí;

porque esperar a que sea

cristiano, será imposible,

que hay otro yo que en mí reina,

a quien ofrecí alma y vida

cuando presumí que fuera

la sacerdotisa quien

me había traído a tu presencia.

GLAUCA

Pues dile a este señor diablo

que tus acciones gobierna

que digo yo que es tonto,

pues ya que a pedir te fuerza,

pedir diciendo pesares

es política muy necia.

Con esto, y con que en tu vida

ni me hables ni me veas,

vete o no te vayas, pues

podrá ser que el amo venga,

y a los susodichos palos

ejecute la sentencia.

(Vase.)

TUCAPEL

Oye, aguarda. No es posible

seguirla sin que me vea

la demás gente de casa,

y ya que solo me deja

en este zaguán, adonde

hay a un aposento puerta,

y está en él la llave, tengo

de ver si hay algo que pueda

llevarme hacia allá, con que

repase alguna pequeña

parte a mi necesidad.

(Mira por la cortina sin correrla.)

Mas ¡qué inútil diligencia!

Pues todo cuanto hay aquí,

son solo cuatro herramientas

y una mal formada estatua.

¿Quién creerá tan adversa

la infame de mi fortuna,

que ya que a hurtar me resuelva,

cuando me da la ocasión

me quita la conveniencia?

Pero por poco que valgan

cepillos, cinceles, sierras

y escoplos, algo valdrán:

con todos cargar pretenda.

(Vase sin abrir la cortina.)

IDOLATRÍA

(Dentro.)

¡Ladrones, ladrones!

TUCAPEL

¡Cielos!,

muerto soy si aquí me encuentran,

quiera mi suerte...

VOZ

¡Ladrones!

TUCAPEL

...que acierte a dar con la puerta.

(Suena dentro ruido, como que tropezando derriba el taller y sale huyendo, y al irse él, sale la IDOLATRÍA.)

IDOLATRÍA

Sí darás, porque estas voces

solo en tus oídos suenan,

articuladas de mí

porque al ir huyendo dellas

te haya hecho el temor que en todo

tropieces como tropiezas,

para que, sin que haya mano

tan sacrílega, tan fiera,

tan bárbara, tan enorme,

que ejecute la violencia

de derribar esa estatua,

la halle quebrada y deshecha

su artífice; que aunque yo

por mano del hombre pueda

(ya lo dije) obrar insultos,

no sé qué se tiene esta

aún no imagen de María,

que su respeto me fuerza

a haber hecho en el acaso

tolerable la indecencia.

Diga la historia que hallé

su fábrica descompuesta,

mas no diga que hubo quien

osase descomponerla.

¿Quién creerá que cuando estoy

huida, arrojada y depuesta

de tan alta monarquía,

de majestad tan suprema

como en esta mayor parte

del mundo tuve sujetas

a mi imperio tantas gentes,

tantos mares, tantas tierras

y tantas adoraciones,

solo gima, llore y sienta

pensar que en Copacabana,

que el adoratorio era

del gran ídolo de Faubro,

cuerpo que con tres cabezas

equivocaba lejanas

noticias de que Dios sea

Uno y Trino, se ha de ver,

¡ay de mí!, la imagen puesta

de María, porque es

cerrarme todas las puertas

a la esperanza de que

jamás a cobrarse vuelvan

imperios, aras ni altares;

que ya sé que donde llega

la devoción de María,

para siempre vive y reina?

¿Pues qué, si a aqueste dolor

se añade93 (que no hay pequeña

circunstancia que no aflija,

si entre las grandes se encuentra)

el ver que un indio bozal,

sin más arte ni más ciencia

que un rasgo, un viso, un bosquejo

que él se dibujó en su idea,

le persuade a que ha de hacer

escultura tan perfecta,

que, retrato de María,

ser colocada merezca?

Bien sé cuánto es imposible

conseguirlo su torpeza;

mas la fe con que la labra

me ofende de tal manera,

que por vengarme en la fe

aun más que en la suficiencia,

no ha de haber medios que no

ponga astucias94 y cautelas,

no solo en desvanecer

el afán de sus tareas,

pero el efecto a que aspira,

haciendo que no le tenga

la Congregación, a cuya

causa moveré pendencias,

rencillas y disensiones

entre aquesas dos opuestas

familias; de suerte que

tan desde luego se enciendan,

que desde luego se escuche

decir a espadas y lenguas...

ELLA y UNOS

¡Mueran hoy los Anasayas!

ELLA y OTROS

¡Hoy los Urisayas mueran!

(Vase la IDOLATRÍA y salen acuchillándose de una parte ANDRÉS y de otra YUPANGUÍ, y en dos bandos todos los que puedan y TUCAPEL.)

ANDRÉS

¡Aquí, deudos!

YUPANGUÍ

¡Aquí, amigos!

TUCAPEL

¿Ver de lejos, no es gran fiesta,

cuchilladas?

[VOCES]

(Dentro.)

Para, para.

(Sale el GOBERNADOR.)

GOBERNADOR

Acudid todos apriesa.

Tened, apartad; ¿qué es esto?95

¿En cuatro96 días de ausencia

hace mi persona falta,

de suerte que lo que encuentra

primero es un alboroto

tan grande?

YUPANGUÍ

Que me detenga

tu respeto, es justo.

ANDRÉS

Solo

él mi cólera pudiera

suspender.

GOBERNADOR

Esa atención

por ahora os agradezca

el no enviaros a una cárcel

hasta que la causa sepa,

por si antes de escribirla

es capaz de componerla.

¿Qué ha sido esto?

YUPANGUÍ

Andrés Jaíra

lo dirá, que es bien prefiera

la autoridad de sus canas,

y fío de su nobleza

que no dirá cosa que

no esté en toda razón puesta.

ANDRÉS

En fe de esa confïanza

usaré de la licencia.

Yo, señor, que un tiempo fui

(bien como todos) de aquella

idólatra ceguedad

que creyó que el Sol pudiera,

siendo sin alma y sin vida

solo un material planeta,

habernos dado a su hijo;

oyendo la diferencia

que hay de Criador a criatura,

y viendo las excelencias

de ley tan en natural

razón que para creerla

sin sus milagros, bastara

la suavidad de sí mesma.

Convencido en mi pasado

error, la admití, y con ella

la piadosa Esclavitud

de la gran patrona nuestra.

He asentado este principio

para que nunca se crea

que es relajación en mí

haber hecho resistencia

a que mientras que no haya

decente imagen que pueda

colocarse, esté la obra

y la Esclavitud suspensas.

En esto yo y mis parciales

hablamos, y como llegan

las voces de un barrio a otro

tan otras que no son ellas,

quejoso Francisco Inga

de que yo hiciese en tu ausencia

junta sin él, llegó a hablarme

con más pasión que paciencia.

Yo también (no me disculpo)

debí de dar la respuesta

sin paciencia y con pasión;

de suerte que a las primeras

razones, viendo él y yo

cuánto mejor se remedia

una injuria de la espada

que una herida de la lengua,

llegamos a lo que has visto:

diga él si hay más causa que esta.

YUPANGUÍ

¿Cómo puedo yo negar

que esa es la verdad, si es vuestra?

Solo añadiré, señor,

que reñimos tan apriesa,

que no hubo lugar de que

lo que iba a decirle sepa;

y así, permitid que aquí

diga lo que allá dijera.

GOBERNADOR

Decid.

YUPANGUÍ

Concedo que erré

en la escultura primera

la materia de la imagen

que ofrecí, y en consecuencia

de que no hay humano yerro

que no le dote la enmienda,

de las varas del maguey,

por ser preciosa madera

e incorruptible, otra imagen,

desbastadas las cortezas,

del corazón he labrado,

por parecerme que sea

corazón e incorruptible,

de ambos decente materia.

A satisfacer con esto

a unos de que imagen tengan

y a otros de que mi retiro

no de otra causa proceda,

iba cuando (ya lo dijo

Andrés) la cólera nuestra

no dio a pláticas lugar,

y puesto que tu presencia

le da, y que lo que ahora digo

es lo que entonces dijera,

quien quiera satisfacerse

de verdad tan manifiesta,

en buen paraje se halla,

pues está mi casa cerca.

GOBERNADOR

Yo, no por satisfacerme,

que fuera el dudarlo ofensa;

la hechura iré ver, por solo

la curiosidad verla.

TODOS

Todos sirviéndote iremos.

(Entran por una puerta y salen por otra.)

YUPANGUÍ

Venid, pues.

TUCAPEL

[Aparte.]

Porque no tenga

sospecha de que yo fui

el que dio con todo en tierra,

con ellos iré, que no

hay mejor quita sospechas,

que no huir el agresor.

YUPANGUÍ

Antes que os abra la puerta

donde la imagen está,

habéis de oírme una advertencia.

GOBERNADOR

¿Qué es?

YUPANGUÍ

Que estando solo en blanco

haber97 de suplir es fuerza

ahora en lo que no es

lo que será cuando tenga

la encarnación de los rostros

y manos, y la viveza

de la estofa del ropaje,

que es lo que no he de ponerla

yo, sino un pintor que dora

el retablo de la iglesia,

que en la ciudad de La Paz

la orden de Francisco ostenta.

GOBERNADOR

Claro está que en blanco, solo

da de lo que ha de ser muestra.

YUPANGUÍ

Pues con esta prevención,

la imagen que labré es esta.

(Corre la cortina y vese el taller derribado, la estatua deshecha y los instrumentos esparcidos.)

TODOS

¿Qué imagen?

YUPANGUÍ

¡Cielos!, ¿qué miro?

GOBERNADOR

Que aquí solo a verse llegan

mal desunidos pedazos

que esparcidos por la tierra,

no solo imagen son, pero

aun de serlo no dan señas.

ANDRÉS

¿Esto es lo que nos traéis

a ver con tan satisfecha

presunción?

GOBERNADOR

¿Cómo en disculpa

no habláis desta inadvertencia?

YUPANGUÍ

Como un dolor, que en menores

pedazos que esos me quiebra

el corazón en el pecho,

ha embarazado a la lengua

la voz, y tras ella el uso

de sentidos y potencias.

ANDRÉS

Bien se ve que esto no es más

que un imaginario tema

de manía, y pues que tengo

tan a vista la evidencia

de lo poco que esto puede

venir a ser, no os parezca

rebeldía el mantener

que hasta que haya imagen bella

no ha de haber Congregación;

y ansí, vós, por vida vuestra,

que esto de labrar estatuas

lo dejéis a quien lo entienda.

GOBERNADOR

¿Quién os persuadió a que pudo

haber sin estudio ciencia?

TUCAPEL y UNOS

¡Qué delirio!

OTROS

¡Qué locura!

(Vanse.)

YUPANGUÍ

Por más que todos me afrentan,

perdido desvelo mío,

me aflige y me desconsuela

más el mirar vuestro ultraje

que el padecer mi vergüenza.

Si es, Señora, esto en castigo

de que un bruto indio se atreva

a copiar vuestra hermosura,

humildemente sobre estas

antes que fábricas ruinas,

os ruego, pecho por tierra,

que me quitéis la aprehensión

o me deis la suficiencia;

porque mientras que de vós,

o el olvido no me venga

o no me venga el favor,

por mí no ha de quedar esta

viva fe de que de veros

en Copacabana puesta

en alto solio, y...

(Sale GUACOLDA.)

GUACOLDA

Francisco,

¿qué es esto, que la pendencia

antes, después el concurso

de gente, absorta y suspensa

me tuvo? Sepa qué ha sido.

YUPANGUÍ

¿Qué quieres, María, que sea

sino poca suerte mía?

(Corréis cortina.)

Mira..., pero no lo veas,

no te quiebre el corazón

ver mi dicha en polvo envuelta.

¿Quién aquí cuando salí

entró?

GUACOLDA

Nadie, que yo sepa.

YUPANGUÍ

Pues sabrás...

GLAUCA

(Dentro.)

¿Qué atrevimiento

es este?

YUPANGUÍ

Mas oye, espera.

¿Qué es eso, Inés?

(Sale GLAUCA y TUCAPEL.)

GLAUCA

Que no solo

aquí Tucapel se entra,

pero que no hay cómo echarle

de casa.

TUCAPEL

Mi muerte es cierta.

YUPANGUÍ

Ven acá, ¿no te he mandado

que no entres por esas puertas?

TUCAPEL

La novedad de entrar todos

me permitió la licencia.

YUPANGUÍ

Y cuando todos se van,

¿cómo tú solo te quedas?

TUCAPEL

Como aunque más lo procuro

nunca encuentro con la puerta.

YUPANGUÍ

¡Qué necia disculpa! Pero

aunque castigar debiera

de otra suerte tu osadía,

no ha de ser sino de aquesta.

Entra a esa cuadra.

TUCAPEL

Los palos

llegaron, pues quiere vea

el daño que hice.

YUPANGUÍ

Y en una

caja que hallarás en ella,

pon cuanto hallares98 allí

de instrumentos y herramientas,

y carga con ello, y ven

conmigo, porque tú a cuestas

lo has de llevar donde yo

te mandaré.

TUCAPEL

Considera...

YUPANGUÍ

¿Qué?

TUCAPEL

Que no podré llevarlo.

YUPANGUÍ

¿Por qué?

TUCAPEL

Porque ya experiencia99

tengo de que para eso

no alcanzan, señor, mis fuerzas.

YUPANGUÍ

No repliques, que ha de ser.

TUCAPEL

No ha de ser.

YUPANGUÍ

Sí ha de ser, entra,

que es servicio de María.

TUCAPEL

Ya el obedecerte es fuerza.

YUPANGUÍ

Tú, querida esposa mía,

dame a una ausencia licencia,

que nadie ha de verme hasta

que con la escultura vuelva

hecha toda una ascua de oro,

por si suple la riqueza

lo que al arte le ha faltado.

GUACOLDA100

¿Para estos pides licencia,

cuando para eso aun mi amor

te rogara que te fueras101?

Solo me pesa que esté,

de pestes, hambres y guerras

tan en necesidad suma

nuestro caudal que cubierta

no la puedas traer, Francisco,

de oro, diamantes y perlas.

Pero ya que no es posible,

débate yo una fineza.

YUPANGUÍ

¿Qué es?

GUACOLDA

Que te lleves contigo

las pocas pobres joyuelas

que me han quedado, y si no

te bastare el precio dellas

para pagar el dorado,

con una S y clavo sella

mi rostro; que, pues, esclava

dos veces, de María bella

una, y otra tuya soy,

a ninguno hará extrañeza

ver que esclava de dos dueños,

uno para otro me venda.

YUPANGUÍ

¿Qué quieres que te responda,

sino que no me enternezcas?

Yo llevo con qué pagar.

GUACOLDA

Pues ya está la caja puesta,

y con ella Tucapel

esperándote a la puerta.

YUPANGUÍ

Dame los brazos y adiós.

GUACOLDA

Él con bien a ellos te vuelva.

YUPANGUÍ

¡Quién no sintiera el dejarte!

GUACOLDA

¡Quién el verte ir no sintiera!

YUPANGUÍ

¡Qué pena!

GUACOLDA

¡Qué dolor!

(Vanse cada uno por su parte, y sale por el medio la IDOLATRÍA.)

IDOLATRÍA

¿Qué

dolor puede ser, qué pena

la que empezando un ultraje

camina a ser excelencia?

¿Qué es esto, ¡cielos!? Tan firmes

raíces prende, flores echa

y frutos brota una planta

de té en tan árida tierra

como el corazón de un indio,

que no impidan a que crezca

ni el ábrego de mis iras

ni el cierzo de mis violencias.

¿De qué me ha servido, ¡ay triste!,

que en la escultura primera

oyese102 tantos baldones,

ni que en la segunda vuelva

con nuevo escarnio de todos

a ver ruinas y oír afrentas,

si nada le desconfía,

si nada le desespera,

y antes de los mismos medios

que usé yo para romperla,

usa él para fabricarla,

pues me obliga, pues me fuerza

en aquel indio a quien yo

asisto, a que le obedezca,

siendo yo misma en mi agravio

cómplice contra mí mesma,

pues puse a servir un noble

espíritu de soberbia?

Y aún no para aquí el prodigio

de su fe, sino en que quiera

mi cólera adelantarme,

mal valida de mis ciencias,

todo su triunfo, porque

aun antes de ser le sienta.

Dígalo el que sincopando

el tiempo, le veo que llega

ya al dorador, a quien oigo

que le dice...

(Salen a una parte del tablado YUPANGUÍ y un DORADOR.)

YUPANGUÍ

Yo quisiera,

pues ya habéis visto la imagen,

que lo que yo en componerla

tarde, tardéis en dorarla;

porque de aquesta manera

no perdamos tiempo.

DORADOR

Amigo,

lo que he sacado de verla

es que vuestro celo es bueno,

mas la habilidad no es buena.

Cuanto gastéis en dorarla

perderéis, pues imperfecta

siempre ha de quedar, supuesto

que está tan sin arte hecha,

tosca y mal pulida.

YUPANGUÍ

Eso

no corre por vuestra cuenta.

DORADOR

Sí corre. ¿He de poner yo

mano en cosa que no sea

después de provecho?

YUPANGUÍ

No

deis tan áspera respuesta

a quien humilde os suplica,

y lo que ha de pagar ruega;

pues cuanto al precio, si no

bastaren estas monedas

de oro, que es cuanto ha podido

dar de sí mi corta hacienda,

yo me quedaré a serviros

hasta quedar satisfecha

la paga y un año más

de balde sobre la deuda.

DORADOR

No sé que os diga. Ese afecto

me ha trocado de manera,

que no solo he de doraros

la imagen, pero ni aun esas

monedas he de tomar;

guardadlas para la vuelta,

y venid conmigo, no

a servir, sino a que sea

vuestro hospedaje mi casa

el tiempo que aquí estéis.

YUPANGUÍ

Si era

mi obligación ser crïado,

ya me hace esclavo la vuestra.

DORADOR

Venid conmigo.

YUPANGUÍ

Los cielos

la piedad os agradezcan.

(Vanse.)

IDOLATRÍA

Sí harán, pues es obra suya

el que un corazón se mueva

tan de un instante a otro. ¡Cielos!,

baste, baste la experiencia,

sin que queráis que mis ansias

a más tormento transciendan

anteviendo que dorada

la imagen, vuelve con ella

a Copacabana, adonde,

porque en su casa no tenga

otro riesgo, fray Francisco

de Navarrete, en la aldea

de San Pedro, que es doctrina

suya, la guarda en su celda.

¡Qué luces, qué de sombras

en ella alumbran y suenan

todas las noches! De cuyo

divino pasmo da cuenta

a los de Copacabana,

para que viniendo a verla,

della agradados, la lleven

en procesión a su iglesia.

Conque una sola esperanza

a mis sentimientos queda,

y es que haya quien todavía,

por dorada que la vea,

dure en la opinión de que

no ha de colocarse, mientras

no se halle otra más hermosa.

¡Oh, si en esta conferencia

venciese Jaíra, pues viene

diciendo después de verla...!

(Sale ANDRÉS JAÍRA.)

ANDRÉS

Por más dorada que esté

de estar informe no deja.

YUPANGUÍ

Para suplirme algo, hay una

fuerte razón.

ANDRÉS

¿Cuál es?

YUPANGUÍ

Esta.

Si en lo inmenso no se da

medida, y no está más cerca

del sol el que está en la cumbre

que el que en el valle se asienta,

claro está, pues de María

es la perfección inmensa,

que el mejor retrato suyo

no se acerque a su belleza

más que se acerque el que menos

hermosa la manifiesta.

Pues siendo así que hay en todos

que suplir, suplid en esta

copia aquello más que hoy

la necesidad dispensa.

GOBERNADOR

Dice bien.

ANDRÉS

Yo lo concedo

en cuanto a que nadie pueda

hacer perfecto retrato;

mas no ha de ser de manera

que al verle, la devoción

peligre en la irreverencia.

Y así, en tanto que no haya

mejor hechura que esa,

no ha de entrar en la capilla.

GOBERNADOR

Sí ha de entrar, que la fe es ciega

y no mira a que lo es,

sino a lo que representa.

ANDRÉS

Aquesto es querer que el mando

a la razón haga fuerza.

GOBERNADOR

No es sino querer que el celo

con el tiempo no se pierda,

mayormente cuando hoy

tenemos tres concurrencias

que en ningún día del año

habrá.

TODOS

¿Qué son?

GOBERNADOR

La primera,

que aquel ídolo de Faubro,

que mes santo se interpreta,

simboliza al de febrero,

que es el que mañana empieza.

La segunda es que al segundo

día suyo se celebra

la gran Purificación

de María; y la tercera

que aquesta festividad

se llama de las Candelas.

Luego si el ídolo Faubro

en febrero se destierra,

y el lugar que estuvo inmundo

se purifica con bella

luz de fe, ¿qué día tendremos

para celebrar la fiesta,

en que Purificación

haya, mes santo y luz nueva?

ANDRÉS

¿Veis todas esas razones?

Pues a mí no me convenzan.

TODOS

Ni a nadie, mientras no haya

escultura más perfecta.

(Vanse y queda el GOBERNADOR y YUPANGUÍ.)

GOBERNADOR

Francisco, ¿veis esto?, pues

nuestra fe no descaezca.

Yo tengo al virrey escrito

cuanto nos pasa, y que tenga

memoria de las coronas

que ofreció, con que con ellas

más adornada la imagen,

no dudo mejor parezca.

Cuidad della vós, en tanto

que yo andas y altar prevenga,

coro y música, que vós

y yo hemos de hacer la fiesta

solos, aunque nadie acuda.

(Vase.)

YUPANGUÍ

María divina y bella,

yo no supe más, ni pudo

extenderse a más mi idea.

Perdonadme, y si por mí

el pueblo no os reverencia,

no corra eso a cuenta mía.

Volved vós por la honra vuestra.

(Vase.)103

IDOLATRÍA

¡Quién no fuera inmortal para

matarse antes que lo viera!

Mas, ¡ay!, que no solo tengo

de verlo cuando suceda;

pero aun desde ahora, pues

en la aprehensión de mis ciencias

estoy (¡oh ansia, lo que corres!)

viendo (¡oh dolor, lo que vuelas!)

que el generoso Mendoza,

que hoy estos reinos gobierna

como quien tiene a María

en el corazón impresa,

pues el Ave María es

el timbre de su nobleza,

avisado (¡ay infelice!)

del gobernador, en muestra

de su devoción, trayendo

las coronas de la ofrenda,

a hallarse en su translación

viene, conque unirse es fuerza

para su recibimiento,

ambos bandos, de manera

que saliéndole al camino

veo que a decirle llegan...

(Salen todos, el VIRREY, el GOBERNADOR, ANDRÉS y YUPANGUÍ.)

TODOS

¡Viva el ínclito Mendoza,

que en justicia y paz gobierna!

GOBERNADOR

¡Vuexcelencia, gran señor

en estos valles!

CONDE

Habiendo

sabido por vuestro aviso

que está ya todo dispuesto

para ir a Copacabana

desde el lugar de San Pedro

la imagen que labró el indio,

a hallarme en la fiesta vengo,

como congregante suyo,

y a cumplir mi ofrecimiento

trayendo las dos coronas,

bien que humilde corto obsequio

mas no todas veces puede

seguir el don al deseo.

GOBERNADOR

Vós seáis muy bien venido

que bien menester habemos

este honor para que sea

grande su acompañamiento,

que sin vós fuera muy solo.

CONDE

Pues ¿no están todos los pueblos

convocados?

GOBERNADOR

Hay, señor,

mucho que decir en esto.

CONDE

¿Qué hay que decir?

ANDRÉS

Si me dais

licencia, yo, pues que tengo

la culpa, daré, señor,

la disculpa. Yo me he opuesto

a que no es decente imagen

la que hasta ahora tenemos,

porque es labrada de un hombre

sin arte, ciencia ni ingenio;

y por no ver deslucido

su culto en el desaseo,

han seguido mi opinión

muchos, que no quieren, cuerdos

colocar una escultura

que hace indevoto el afecto.

CONDE

¿Quién la labró?

YUPANGUÍ

Yo, señor.

CONDE

Pues ¿qué os movió, no teniendo

ciencia ni experiencia, a ser

escultor?

YUPANGUÍ

Un pensamiento

en que fue más imposible

que el serlo el dejar de serlo.

CONDE

Yo la he de ver, y veré

de ambos la razón.

YUPANGUÍ

Bien presto

podréis.

CONDE

¿Cómo?

YUPANGUÍ

Como está

en ese cercano pueblo,

por no tenerla en mi casa

sin el debido respeto,

que está en la de un religioso.

CONDE

Pues vamos allá, que quiero

desengañarme yo a mí

y componer este duelo

como más convenga a gloria

y honra suya.

(Vase.)

ANDRÉS

[Aparte.]

Yo me huelgo

de que vaya a verla, pues

es fuerza ofenderse en viendo

su deformidad.

YUPANGUÍ

Señora,

en vista está vuestro pleito,

pues de todos abogada

sois, hoy sedlo vuestra.

(Vase.)

IDOLATRÍA

¡Cielos!

(Las chirimías.)

¿Qué fe es esta deste indio,

que penetrando los cielos,

logra, ¡ay de mí!, que las nubes

rasguen sus azules velos

y que alados querubines,

iluminando los vientos,

desciendan sobre la imagen?

A tan alta fe, a misterio

tan grande, a favor tan sumo,

ni hay ciencia ni hay sufrimiento.

Canten ellos, mientras yo

sufro, lloro, gimo y peno.

(Tocan chirimías, córrese la cortina y vase en un altar adornado de luces y flores la imagen dorada, y al mismo tiempo en dos apariencias, que llaman sacabuches, bajan dos ángeles con tablillas, pinceles y matices de pintor en las manos; y mientras ellos cantan y toda la MÚSICA responde dentro, van retocando los ángeles la imagen, y ella se va convirtiendo, como mejor pueda ejecutarse, en una imagen de nuestra Señora con el Niño Jesús en los brazos, la más hermosa, adornada y vestida que se pueda, que será aquella misma que se vio en la apariencia del incendio y de la nieve.)

ÁNGEL 1.º

Venid, corred, volad,

y al terreno pensil

trocad, ángeles, hoy

el trono de zafir.

MÚSICA

(Dentro.)

Volad, corred, venid.

ÁNGEL 2.º

Venid, corred, volad,

pues es la causa a fin

de hermosear el retrato

de vuestra Emperatriz.

MÚSICA

Volad, corred, venid.

ÁNGEL 1.º

Venid, corred, volad,

donde puedan suplir

aciertos del pincel

errores del buril.

MÚSICA

Volad, corred, venid.

ÁNGEL 2.º

Venid, corred, volad

que hay quien quiera argüir

mancha en copia de quien

nunca la tuvo en sí.

MÚSICA

Volad, corred, venid.

ÁNGEL 1.º

Venid, corred, volad

veréis que al esparcir

al aire su cabello,

tremola toda Ofir.

MÚSICA

Corred, volad, venid.

ÁNGEL 2.º

Venid, corred, volad,

y en el blanco matiz

de su frente hallareis

deshojado el jazmín.

MÚSICA

Volad, corred, venid.

ÁNGEL 1.º

Venid, volad, veréis

en sus ojos lucir

luceros ciento a ciento,

estrellas mil a mil.

MÚSICA

Volad, corred, venid.

ÁNGEL 2.º

Venid, corred, que en dos

mitades da a un rubí

su púrpura el clavel,

la rosa su carmín.

MÚSICA

Corred, volad, venid.

ÁNGEL 1.º

Venid, corred, volad,

que en su mano a bruñir

de torneado alabastro

liciones al marfil.

MÚSICA

Corred, volad, venid.

ÁNGEL 2.º

Venid, corred, volad,

que de uno a otro perfil

hoy lucen en febrero

las flores del abril.

MÚSICA

Corred, volad, venid.

ÁNGEL 1.º

Y vosotros, mortales,

a admirar, a advertir.

ÁNGEL 2.º

Que los yerros del hombre

enmienda el serafín.

LOS DOS y MÚSICA

Corred, volad, venid,

veréis cuanto mejoran

en vuestra Emperatriz

aciertos del pincel

errores del buril.

Corred, volad, venid.

(Tocan las chirimías, y desaparecen los ángeles, quedando en las andas la imagen vestida, y sale YUPANGUÍ104 y GUACOLDA.)

YUPANGUÍ y GUACOLDA

Corred, volad, venid,

veréis cuanto mejoran

en vuestra Emperatriz

aciertos del pincel

errores del buril.

YUPANGUÍ

¿Qué salva, cielo, es

la que en el viento oí?

GUACOLDA

Sin duda es nueva aurora

a quien se canta así.

YUPANGUÍ

A aquella parte suena.

GUACOLDA

Pues se escucha hacia allí.

YUPANGUÍ

Seguiré su armonía.

GUACOLDA

Su acento he de seguir.

YUPANGUÍ

Pero ¿qué es lo que veo,

tú, bella esposa, aquí?

GUACOLDA

Si estás tú aquí, ¿qué extrañas

el que venga tras ti?

YUPANGUÍ

La fineza agradezco,

mas déjame sentir

que día que en el valle

tanto concurso vi,

que aun el mismo virrey

corona su confín,

tan desacompañada

vengas a deslucir,

sin más fausto, la heroica

real sangre que hay en ti.

GUACOLDA

No eso te desconfíe,

que si vengo a asistir

al culto de María,

de quien humilde y vil

esclava soy.

YUPANGUÍ

Espera,

que según advertí,

viene el virrey.

GUACOLDA

Sí haré,

volviendo a discurrir.

YUPANGUÍ

Y vuelva yo a pensar.

LOS DOS

¿Qué quisieron decir,

que mejorar veremos

en nuestra Emperatriz

aciertos del pincel

errores del buril?

(Sale el VIRREY y todos.)

YUPANGUÍ

Esta, señor, es la breve

esfera donde ahí la tengo

depositada, hasta ver

si tanta dicha merezco

como verla colocada.

ANDRÉS

[Aparte.]

Ahora es cuando al verla, es cierto

que se ha de desagradar.

CONDE

¡En mi vida vi más bello

simulacro de María!

YUPANGUÍ

¿Qué es esto, ¡cielos!, que veo?

GOBERNADOR

¿Cielos, qué es esto que miro?

ANDRÉS

¿Quién retocó aquel bosquejo

que tan inculto dejamos?

YUPANGUÍ

Pasose de extremo a extremo

a ser alcázar mi reina

pues la que allá en un momento

encontré deshecha, aquí

tan adornada la veo,

siendo la misma que yo

vi nevar sobre el incendio.

CONDE

¿Cómo vós tan atrevido,

tan rara perfección viendo,

a decir os atrevisteis

que era retrato imperfecto?

ANDRÉS

Como no está la estatua

que aquí dejamos.

GOBERNADOR

Sí es, puesto

que nadie aquí entró, ni ha habido

por diligencias que ha hecho

nuestro cuidado en buscarla,

otra en todos estos reinos.

ANDRÉS

Pues si es ella, aquí han andado

más celestiales obreros.

CONDE

Es, sin duda, porque no

pudo el humano desvelo,

sin divino auxilio, haber

tal hermosura compuesto.

Ampos y copos parece

de su rostro y de su cuello

la blancura.

GOBERNADOR

Yo diría

que agraciado lo trigueño,

en ella hicieron unión

nieve y azabache a un tiempo.

UNOS

Ninguno dijera bien,

que en sonrosados reflejos,

rosas y claveles son

sus tornasoles.

YUPANGUÍ

Yo ciego

a sus rayos, de colores

no puedo hacer juicio, atento

a la risa con que mira.

ANDRÉS

¿Qué risa, si lo severo

de su semblante está dando

igual temor y respeto,

si no es que sea a mí, por más

que de mi error me arrepiento?

TODOS

A todos ha parecido

diferente.

CONDE

Fuerza es, puesto

que a lo divino no alcanzan

los humanos ojos nuestros.

YUPANGUÍ

Dichosa mi insuficiencia

fue, pues si docto maestro

la hubiera labrado, a él

se atribuyera el acierto,

y no pasara de allí

la admiración a portento.

CONDE

Dadme los brazos, que bien

se ven los merecimientos

de vuestra fe, y pues tenéis

vós tratado su respeto

de más cerca, poned vós

las coronas a sus dueños.

(Toma las coronas, sube la grada, y mientras las pone, el GOBERNADOR va repartiendo velas, que traerá uno a todos.)

YUPANGUÍ

Ya no como a hechura mía,

como a reina os reverencio,

pues os entrego coronas.

GOBERNADOR

En tanto, iré repartiendo

las velas que ha de llevar

todo el acompañamiento.

Vós, pues venisteis a honrarnos,

habéis de ser el primero.

Id ahora tomando todos.

CONDE

Apartaos todos, que quiero

ver si las coronas vienen

a medida. ¡Oh, cuánto siento

que la del Hijo a la Madre

cubra el rostro! ¿Podrá esto,

decid, pues vós la labrasteis,

tener ahora remedio,

con que bajando las manos

deje el rostro descubierto?

YUPANGUÍ

Mal podré atreverme yo

a retocarla, teniendo

oficiales que sabrán

mucho mejor que yo hacerlo.

(Aparta la imagen, dejando en el brazo izquierdo el Niño que tenía en entrambas manos, con que viene la derecha a quedar en el aire desocupada.)

CONDE

Pues desconsuelo es bien grande.

YUPANGUÍ

No es muy grande el desconsuelo.

CONDE

¿Cómo?

YUPANGUÍ

Volved a mirarla,

veréis que aparta de enmedio

del pecho, donde tenía

a su Hijo, el brazo izquierdo,

y recostándole al lado

del corazón, el derecho

también desviado deja

todo el rostro descubierto.

UNO

¡Qué maravilla!

OTRO

¡Qué asombro!

UNO

¡Qué prodigio!

OTRO

¡Qué portento!

CONDE

No solo portento, asombre

es, y maravilla, pero

aun todo eso incluye en sí

más reservado misterio:

haber reclinado al Hijo

al abrigo de su pecho,

dejando la mano diestra

desocupada; ¿no es cierto

que es para que yo esta vela

ponga en ella, conociendo

que es la Purificación

su principal ministerio?

(Pone la vela en la mano.)

Mirad cómo representa

de la suerte que fue al templo,

mostrando que al templo hoy

van también, y si allí vemos

que fue Purificación

su festividad, lo mesmo

vemos aquí, pues el ara

sacrílega tanto tiempo

purifica de su antorcha

la luz, a cuyos reflejos

se van de la idolatría

las sombras desvaneciendo.

(Dentro terremotos.)

IDOLATRÍA

(Dentro.)

Y para confirmación

de que es verdad que me ausento

para siempre, resignando

en María mis imperios,

cuantos espíritus tuve

en los idólatras pechos

aposentados, conmigo

irán de su vista huyendo.

TODOS

¿Qué nuevo prodigio es este?

(Sale GUACOLDA.)

GUACOLDA

Yo lo diré, pues viniendo

a lograr hoy en mi esposo

el triunfo de sus desvelos,

he hallado por el camino

sanos a muchos enfermos,

con pies a muchos tullidos

y con vista a muchos ciegos,

y lo que es más, muchos indios,

que, poseídos de fieros

espíritus, han quedado

libres, a voces diciendo...

TODOS

(Dentro.)

¡María es la Virgen Madre

y Cristo el Dios verdadero!

(Sale TUCAPEL.)

TUCAPEL

Dígalo yo, pues cobrado

en mi natural acuerdo,

a voces pido el Bautismo.

UNOS

Todos decimos lo mesmo.

TODOS

¡María es la Virgen Madre,

Cristo es el Dios verdadero105!

YUPANGUÍ

¡Feliz el día que logra

tantas dichas mi deseo!

GUACOLDA

¡Felice el que yo en tu busca

vine a merecer el verlo!

ANDRÉS

¡Feliz para mí el que miro

tan mejorados mis yerros!

GOBERNADOR

¡Feliz el que en mí ha logrado

la devoción de mi afecto!

CONDE

¡Y más feliz para mí,

que descubrí en mi gobierno

tan alto tesoro! Y pues

más que esperar no tenemos,

empiece la procesión,

que yo he de ser el primero

que aplique el hombro a las andas.

GOBERNADOR

Intentarlo para ejemplo

de todos, basta. Llegad

los nombrados para eso,

y los músicos entonen

dulces cánticos.

(Salen los músicos y las mujeres vestidas de estudiantes, como seises, con sobrepellices y bonetes.)

MÚSICA

Sí haremos.

(Canta.)

Venturosa la mañana

que en duplicado arrebol

nos nace con mejor sol

la aurora en Copacabana.

VOZ 1.ª

Piedra preciosa solía

llamarse su esfera hermosa,

pero hoy la piedra preciosa

es la imagen de María.

VOZ 2.ª

Del Faubro la Idolatría,

que la poseyó tirana,

mas luz en febrero gana,

pues de nuestra fe crisol...

MÚSICA

Nos nace con mejor sol

la aurora en Copacabana.

TUCAPEL

Yo, pues de mi esclavitud

libre por ella me veo,

por mí y por todos, es bien

pida el perdón de los yerros.

YUPANGUÍ

No es, pues de todos la ufana

voz dirá al reino español

que en su imagen soberana...

MÚSICA y TODOS

Hoy nace con mejor sol

la aurora en Copacabana.

(Con esta repetición, encendidas106 las luces de todos y en forma de Capilla, cantando delante los músicos, dará vuelta en hombros al tablado la Imagen, y porque no se embarace en entrar, caerá una cortina que cubra todo el tablado.)

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