Ya toda luz se oscureció en el cielo,
cubriéronse de luto las estrellas,
y de luto también se cubrió el suelo,
entre risas, gemidos y querellas.
Todo en profunda noche adormecido,
sólo el rumor del huracán se siente
y se parece su áspero silbido
al silbido feroz de una serpiente.
¡Cuán tenebrosa noche se prepara!...
Mas al abrigo de amoroso techo,
grato es pensar que la hórrida tormenta
no ha de agitar la colcha de mi lecho.