Donde el ciprés erguido se levanta,
allá en lejana habitación sombría,
que al más osado de la tierra espanta,
sola duerme la dulce madre mía.
Más helado es su lecho que la nieve,
más negro y hondo que caverna oscura,
y el curo altivo que sus antros mueve,
sacia su furia en él, con saña dura.
¡Ah!, de dolientes sauces rodeada,
de húmeda yerba y ásperas ortigas;
¡cuál serás, madre, en tu dormir turbada,
por vagarosas sombras enemigas!