[III]

Y yo, celosa como me dio el cielo

y mi destino inconstante,

correr quisiera un misterioso velo

sobre tu casto semblante.

Y piensa mi exaltada fantasía

que sólo yo te contemplo,

y como que es hermosa en demasía

te doy mi patria por templo.

Pues digo con orgullo que en la esfera

jamás brilló luz alguna

que en su claro fulgor se pareciera

a nuestra cándida luna.

Mas ¡qué delirio y qué ilusión tan vana

esta que llena mi mente!

De altísimas regiones soberana

nos miras indiferente.

Y sigues en silencio tu camino

siempre impasible y serena,

dejándome sujeta a mi destino

como el preso a su cadena.

Y a alumbrar vas un suelo más dichoso

que nuestro encantado suelo,

aunque no más fecundo y más hermoso,

pues no le hay bajo del cielo.

No hizo Dios cual mi patria otra tan bella

en luz, perfume y frescura,

sólo que le dio en cambio mala estrella,

dote de toda hermosura.