IX

Moría el sol, y las marchitas hojas

de los robles, a impulso de la brisa,

en silenciosos y revueltos giros

sobre el fango caían:

ellas, que tan hermosas y tan puras

en el abril vinieron a la vida.

Ya era el otoño caprichoso y bello.

¡Cuán bella y caprichosa es la alegría!

Pues en la tumba de las muertas hojas

vieron sólo esperanzas y sonrisas.

Extinguióse la luz: llegó la noche

como la muerte y el dolor, sombría;

estalló el trueno, el río desbordóse

arrastrando en sus aguas a las víctimas;

y murieron dichosas y contentas...

¡Cuán bella y caprichosa es la alegría!