Y mi voz, entre el concierto de las graves sinfonías,
de las risas lisonjeras y las locas alegrías,
se alzó robusta y sonora con la inspiración ardiente
que enciende en el alma altiva del entusiasmo la llama,
y hace creer al que espera y hace esperar al que ama
que hay un cielo en donde vive el amor eternamente.
Del labio amargado un día por lo acerbo de los males,
como de fuente abundosa fluyó la miel a raudales,
vertiéndose en copas de oro que mi mano orló de rosas,
y bajo de los espléndidos y ricos artesonados,
en los palacios inmensos y los salones dorados,
fui como flor en quien beben perfumes las mariposas.
Los aplausos resonaban con estruendo en torno mío,
como el vendaval resuena cuando se desborda el río
por la lóbrega encañada que adusto el pinar sombrea;
genio supremo y sublime del porvenir me aclamaron,
y trofeos y coronas a mis plantas arrojaron,
como a los pies del guerrero vencedor en la pelea.