LXXI

«Yo en mi lecho de abrojos,

tú en tu lecho de rosas y de plumas;

verdad dijo el que dijo que un abismo

media entre mi miseria y tu fortuna.

Mas yo no cambiaría

por tu lecho mi lecho,

pues rosas hay que manchan y emponzoñan,

y abrojos que a través de su aspereza

nos conducen al cielo.»