LXXIV

De repente los ecos divinos

que en el tiempo se apagaron,

desde lejos de nuevo llamáronle

con el poderoso encanto

que del fondo del sepulcro

hizo levantar a Lázaro.

Agitóse al oírlos su alma

y volvió de su sueño letárgico

a la vida, como vuelve

a su patria el desterrado

que ve al fin los lugares queridos,

mas no a los seres amados.

Alma que has despertado,

vuelve a quedar dormida;

no es que aparece el alba,

es que ya muere el día

y te envía en su rayo postrero

la postrimera caricia.