LXXVII

«Los muertos van de prisa»,

el poeta lo ha dicho;

van tan de prisa, que sus sombras pálidas

se pierden del olvido en los abismos

con mayor rapidez que la centella

se pierde en los espacios infinitos.

«Los muertos van de prisa»; mas yo creo

que aun mucho más de prisa van los vivos.

¡Los vivos!, que con ansia abrasadora,

cuando apenas vivieron

un instante de gloria, un solo día

de júbilo, y mucho antes de haber muerto,

unos a otros sin piedad se entierran

para heredarse presto.