[III]

Ciudad extraña, hermosa y fea a un tiempo,

a un tiempo apetecida y detestada,

cual ser que nos atrae y nos desdeña:

algo hay en ti que apaga el entusiasmo,

y del mundo feliz de los ensueños

a la aridez de la verdad nos lleva.

¡De la verdad! ¡Del asesino honrado

que impasible nos mata y nos entierra!

¡Y yo quería morir! La sin entrañas,

sin conmoverse, me mostrara el negro

y oculto abismo que a mis pies abrieran;

y helándome la sangre, fríamente,

de amor y de esperanza me dejara,

con sólo un golpe, para siempre huérfana.

«¡La gloria es humo! El cielo está tan alto

y tan bajos nosotros, que la tierra

que nos ha dado volverá a absorbernos.

¡Afanarse y luchar, cuando es el hombre

mortal ingrato y nula la victoria!

¿Por qué, aunque haya Dios, vence el infierno?»

Así del dolor víctima, el espíritu

se rebelaba contra cielo y tierra...

mientras mi pie inseguro caminaba;

cuando de par en par vi abierto el templo,

de fieles despoblado, y donde apenas

su resplandor las lámparas lanzaban.