XXXIII

Fue cielo de su espíritu, fue sueño de sus sueños,

y vida de su vida, y aliento de su aliento;

y fue, desde que rota cayó la venda al suelo,

algo que mata el alma y que envilece el cuerpo.

De la vida en la lucha perenne y fatigosa,

siempre el ansia incesante y el mismo anhelo siempre;

que no ha de tener término sino cuando, cerrados,

ya duerman nuestros ojos el sueño de la muerte.