XXXV

Nada me importa, blanca o negra mariposa,

que dichas anunciándome o malhadadas nuevas,

en torno de mi lámpara o de mi frente en torno,

os agitéis inquietas.

La venturosa copa del placer para siempre

rota a mis pies está,

y en la del dolor llena... ¡llena hasta desbordarse!,

ni penas ni amarguras pueden caber ya más.