CAPÍTULO XLV.

CONSECUENCIAS FATALES.

CERCA dos horas faltaban para apuntar el dia. El judío velaba en su cama, demostrando esperar á alguien con la mas viva impaciencia. A su lado y en un colchon tendido en el suelo estaba echado Noé Claypole durmiendo profundamente. Largo tiempo habia que aquel permanecia en tal actitud, cuando al fin el ruido de los pasos de una persona que creyó reconocer vino á herir su oido.

—El es, no cabe duda! murmuró.

Al pronunciar estas palabras sonó la campanilla: Bajó los escalones de cuatro en cuatro y pronto volvió acompañado de Sikes que llevaba un paquete bajo su brazo.

—Tomad, encerrad esto —dijo este —y desembarazadlo todo lo que podais. Voto al infierno, me ha costado mucho cojerlo Hace mas de dos horas que deberia estar aquí.

Fagin tomó el paquete, lo encerró en el armario con llave y miró fijamente al bandido: sus lábios pálidos temblaban con tal fuerza, sus facciones estaban tan descompuestas por las diferentes emociones que le dominaban; que Sikes retrocedió involuntariamente.

—Qué Demonios sucede ahora —esclamó —por qué mirais las gentes de tal modo, he? Responderéis?

El judío levantó la mano y agitó su dedo con aire misterioso.

—Maldicion! —dijo Sikes metiendo rápidamente su mano en el bolsillo del costado —Se ha vuelto rabioso! Es preciso que me ponga en guardia!

—No, no! —contestó Fagin recobrando el uso de la palabra. —No hay peligro —Guillermo!... No es á vos con quien me las he... Nada tengo que reprocharos.

—Ah! es una gran fortuna! —repuso Sikes mirándole de través y metiendo con ademan ostentoso, su pistola en otra faltriquera... Mucha fortuna para uno de los dos...

—Lo que tengo que deciros, Guillermo —continuó el judío acercando su silla á la del bandido —os hará aun mas efecto que á mí.

—Lo dudo mucho! Hablad pronto, ó Nancy creerá que me he perdido.

—Perdido! —esclamó Fagin —esto no la sorprenderia. Bastante ha trabajado para vuestra pérdida.

Sikes estupefacto procuró leer en los ojos del viejo; pero no pudiendo adivinar por ellos el sentido de este enigma, lo cojió por el cuello y lo sacudió con toda su fuerza.

—Os repito que hableis! —dijo —de lo contrario será que no osais! Viejo infame, abrid vuestra boca y esplicaos claramente! Lo oís?

—Supongamos que este muchacho que está acostado alli.

—Y bien que mas? continuó, Sikes soltándole y volviendo á su primera posicion.

—Supongamos que ese muchacho... llegára á hacernos traicion... que nos hubiese vendido á todos... descubriéndonos á las personas que tienen un interés en conocernos... que les hubiese dado nuestras señas hasta el menor detalle y dicho en fin el sitio, donde era fácil ensartarnos!.. Qué hariais vos?

—Qué haria yo! —contestó Sikes con un juramento horrible —Lo que haria! Si estuviera aun vivo á mi regreso le romperia el cráneo con el talon de mi bota.

—Y si fuera yo? —Yo que tanto sé y que tantos podria llevar á la horca conmigo!

—No lo sé —repuso Sikes rechinando los dientes y palideciendo de cólera, á la sola idea de que esto pudiera ser. —Haria algo en la prision que me haria meter la camisa de fuerza... ó si se nos juzgaban juntos diria yo solo contra vos, mas que todos los testigos y os haria saltar los sesos ante todo el mundo... No serian la fuerza ni el valor los que me fallarian entonces —Mil rayos!.. murmuró el bandido blandiendo su puño como si realmente fuera á empezar la accion. —Iria de tan buen ánimo que no veriais mas que centellas.

—De verdad?

—De tan verdad como os lo digo... Ensayaos un poco y veréis si guardo pelillos.

—Y si fuera Cárlos, ó el Camastron ó Betsy... ó bien?

—Poco me importa quien sea!.. —repuso Sikes impaciente —Del mismo modo le pagaria su comision.

Fagin fijó de nuevo su mirada en el bandido y haciéndole señal de que guardára silencio se inclinó sobre el colchon en que dormia Noé y sacudió á éste para dispertarlo.

—Bolter! Bolter!.. Pobre muchacho! —dijo el judío cargando con énfasis el epiteto —Está fatigado Guillermo! molido de haber asechado tanto tiempo á la jóven.

—Qué quiére decir esto? —preguntó Sikes.

El judío no contestó palabra; pero inclinándose de nuevo sobre Noé le tiró por el brazo y logró que se incorporára.

—Repetidme aquello otra vez para que él lo oiga! —dijo el judío señalando con el dedo á Sikes —Otra vez aun... no mas que una vez, hijo mio!

—Qué os repita que? —preguntó Claypole de mal talante.

—Lo que sabeis respecto á Nancy —añadió el judío, teniendo á Sikes por el puño de miedo que no saliera antes de haberlo oido todo. —La habeis seguido, no es cierto?

—Sí.

—Hasta el puente de Londres?

—Sí.

—Dónde ha encontrado dos personas?

—Justamente.

—Un caballero y una señorita, que antes habia ido á encontrar de plena voluntad. Le han pedido que les entregára á todos sus compañeros y Monks el primero... lo que ha hecho..; que les diera sus señas; lo que ha hecho..; que les comunicára el nombre y la direccion de la casa que frecuentamos tan á menudo y en la que nos reunimos, como tambien el sitio desde donde se puede ver mejor, sin ser notado; lo que ha hecho..! Le han preguntado el dia y la hora en que ordinariamente nos dirijimos á esa casa y ella se lo ha dicho... esto es todo lo que ha hecho. No ha sido necesario emplear la amenaza para hacerla revelar todas estas cosas; ella las ha dicho, de buen grado no es cierto? —esclamó el judío cuasi loco de cólera.

—Es verdad —contestó Noé rascándose la cabeza... Precisamente es así como la cosa ha pasado!

—¿Qué han dicho respecto al domingo pasado? —preguntó el judío.

—Respecto al domingo pasado? —repuso Noé procurando refrescar su memoria... Paréceme que ya os lo he dicho.

—No le hace, dílo otra vez! —continuó el judío estrechando todavia mas el brazo de Sikes y ajitando su mano mientras la espuma salia de su boca.

—Le han preguntado —dijo Noé (que á medida que se desvelaba parecia tener una idea de lo que era Sikes) le han preguntado porque no habia acudido el domingo último como lo tenia prometido; y ella les ha respondido que le habia sido imposible.

—Por qué, por qué? —interrumpió el judío con aire triunfante. —Decidle por qué razon.

—Porque Guillermo no la quiso dejar salir y la detuvo á la fuerza. Y como el caballero manifestó no conocer á Guillermo, añadió que era el hombre de quien habia hablado anteriormente á la señorita.

—Qué ha dicho de mas respecto á Guillermo? —gritó el judío —Qué ha añadido á propósito del hombre de quien habia hablado anteriormente á la señorita? Decidle, decidle esto.

—Ha dicho, que no podia salir con facilidad á menos que el no supiera donde iba y que la primera vez que fué á encontrar á aquella señorita (ah! ah! ah! no he podido menos de reirme cuando ha dicho esto) le habia puesto laudano, en la pocion que le hizo beber antes de salir.

—Condenacion!!! —gritó Sikes haciendo soltar la presa al judío —Dejadme!..

Arrojando al viejo lejos de él, se abalanzó fuera del aposento y se precipitó por la escalera como un furioso.

—Guillermo! Guillermo! —esclamó el judío corriendo tras él —una palabra! una sola palabra!

Esta palabra no hubiera llegado al oido del bandido si éste que no podia abrir la puerta á pesar de los horribles juramentos que proferia, no hubiese dado tiempo al judío para llegar sofocado.

—Abridme esta puerta —dijo Sikes —no me tengais aquí plantado una hora con vuestra habladuria; no estoy de humor para oiros! Dejad que salga sin dirijir la palabra... será lo mejor, os lo aseguro!..

—Un momento, un solo momento! —dijo el judío poniendo la mano en el cerrojo —No seais demasiado...

—Demasiado qué?

—No seais demasiado... demasiado... violento Guillermo! —continuó el judío con tono melífluo.

El dia empezaba á clarear lo bastante para que cada uno de ellos pudiera leer en el rostro del otro lo que pasaba en su alma. Cambiaron una mirada, sus ojos centelleaban. No podia caber engaño sobre la naturaleza de los sentimientos de entrambos.

—Sí; esto es Guillermo!.. —dijo Fagin al ver que todo fingimiento era ya inútil: —Queria decir, no seais demasiado violento (al menos por vuestra propia seguridad). No vayais á comprometeros, sobre todo sed prudente.

Dicho esto el judío dió la vuelta á la llave en el cerrojo, y Sikes por toda respuesta abrió la puerta de par en par, y partió como un rayo.

Sin dar tiempo á la reflecsion; sin volver la cabeza de ningun lado, sin lanzar una mirada á la derecha ó la izquierda; pero con los ojos fijos ante él, marchaba á grandes pasos, con los dientes apretados de tal modo que su quijada inferior parecia hundirse dentro la piel. Lleno de pensamientos feroces y llevando un proyecto horrible en la imaginacion andaba con la cabeza baja; y sin haber pronunciado una sola palabra ni removido un solo músculo de su rostro, se encontró frente su casa. Entró sin hacer ruido, subió cautelosamente la escalera, abrió la puerta de su aposento con la misma precaucion, la cerró á doble vuelta, y habiendo colocado una mesa detrás de ella, se acercó á la cama y apartó la cortina.

Nancy que estaba acostada medio vestida, se dispertó sobresaltada.

—Eres tu, Guillermo? —dijo con acento de satisfaccion por verle de regreso.

—Sí; soy yo. —respondió el bandido —levántate!

Habia una vela que ardia esperando á Sikes, éste la arrancó del candelera y la arrojó á la chimenea. La jóven viendo que clareaba ya algo el dia se levantó para apartar las cortinas de la ventana.

—No es necesario —dijo Sikes poniendo el brazo ante ella para impedírselo —veré lo bastante para lo que tengo que hacer.

—Guillermo!.. —esclamó Nancy con voz ahogada por el miedo —Por qué me miras así?..

El ojo estraviado, la respiracion corta y las ventanas de la nariz hinchadas, el bandido la contempló un momento en silencio, luego agarrándola por la cabeza y por el cuello, la arrastró al medio del aposento y le puso la mano sobre la boca despues de haber lanzado una mirada hácia la puerta.

—Guillermo!.. Guillermo!.. —gritó la jóven debatiéndose, con una fuerza que solo puede dar el temor de la muerte —no haré ruido... no gritaré... te lo prometo!.. Escúchame!.. háblame!.. díme lo que te he hecho!

—Ah! infame! sabes tú bien lo que has hecho!.. —repuso Sikes con risa infernal —lo sabes muy bien!.. Te han espiado esta noche... Todas tus palabras han sido oidas!

—Consérvame la vida como he conservado yo la tuya; te lo suplico Guillermo!.. En nombre del cielo perdona mi vida!.. —esclamó Nancy aferrándose á él —Guillermo!.. Querido Guillermo!.. no tendrás corazon para matarme! Ah! piensa en todo lo que he rehusado esta noche por tí!... Reflecsiona un momento y evítate este crímen! No te dejaré; Guillermo!.. no podrás hacer que te suelte... Por el amor de Dios reflecsiona antes de derramar mi sangre... Soy yo quien te lo ruego! yo que tanto te amo!.. Guillermo! siempre te he sido fiel!.. Tan verdad como soy una criatura indigna, te he sido fiel!

El bandido forcejó violentamente para desasirse de ella, pero los brazos de la jóven estaban entrelazados con los suyos de modo que no pudo lograrlo.

—Guillermo —dijo Nancy procurando poner su cabeza sobre el pecho del bandido —aquel anciano caballero y aquella buena señorita me han ofrecido esta noche un asilo, en cualquiera pais estranjero, donde pudiese acabar mis dias en paz; déjame verlos aun otra vez, les pediré de rodillas que te otorguen el mismo favor y si consienten como no lo dudo, dejarémos este lugar horrible, irémos cada uno por su lado á vivir en el retiro, ó procurarémos olvidar la vida espantosa que hemos llevado juntos, sin vernos ya jamás. Nunca es tarde para el arrepentimiento, ellos me lo han dicho, y ahora comprendo que tienen razon... pero es necesario el tiempo... Es necesario tener tiempo Guillermo... un poco de tiempo!..

Sikes habiendo logrado desembarazar un brazo cojió su pistola. La idea de que seria descubierto y arrestado al momento si hacia estrépito se presenta como un relámpago á su alma aun en medio de su furor, y entonces descargó dos ó tres golpes con su culata sobre la frente de la jóven suplicante.

Esta de pronto vaciló y cayó en seguida cuasi cegada por la sangre que manaba de un agujero enorme que le habia hecho en la cabeza; pero volviéndose á levantar sobre sus rodillas si bien con gran dificultad, sacó de su seno un pañuelo blanco (el de Rosa Maylie) y elevándolo entre sus dos manos juntas, tan alto como sus fuerzas le permitieron, murmuró una corta plegaria para implorar la piedad del Señor... Era un espectáculo horroroso. El asesino espantado retrocedió hasta la pared, poniendo la mano ante sus ojos; luego apoderándose de un enorme garrote, descargó un golpe tremendo sobre el cráneo de la jóven y la tendió muerta á sus piés.

Sikes apoderándose de un enorme garrote, descargo un golpe sobre el cráneo de la jóven, y la tendió muerta á sus piés.

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