CAPÍTULO XLVIII.

ACLARACION DE MAS DE UN MISTERIO —PROPUESTA DE MATRIMONIO SIN DOTE Y SIN ARRAS.

DOS dias despues de haber tenido lugar los acontecimientos que hemos leido en el capítulo anterior, y cerca las tres de la tarde, Oliverio se encontró dentro una silla de posta en compañía de la Señora Maylie, de Rosa, de la señora Bedwin y del buen doctor, en direccion á su ciudad natal; dentro otra silla y un poco atrás venian Mr. Brownlow, y un individuo cuyo nombre ignoraban.

A medida que se acercaban á la ciudad le fué imposible á Oliverio dominar su emocion.

Bajaron á la puerta de una de las posadas mas hermosas, y fueron recibidos por Mr. Grimwig que

los estaba esperando, y los abrazó á todos al bajar del carruaje.

En fin cuando dieron las nueve de la noche, Mr. Losberne y Mr. Grimwig entraron seguidos de Mr. Brownlow y de un forastero, á la vista del cual Oliverio lanzó una esclamacion de sorpresa, porque se le dijo que era su hermano, y le reconoció por el mismo sugeto, que habia encontrado al salir de la aldea donde habia ido á llevar una carta de la Señora Maylie y que viera tambien con Fagin á la ventana de su pequeño gabinete de estudio.

—Acabamos ya! —dijo el forastero volviéndose agitado.

—Este niño es vuestro hermano —dijo Mr. Brownlow atrayendo á si Oliverio. —Es el hijo natural de mi mejor amigo Ricardo Leefort vuestro padre, y de la jóven y desdichada Inés Fleming.

—Sí; —replicó Monks —es el fruto ilegítimo de su comercio criminal; es en fin su bastardo. Habiendo mí padre caido enfermo de gravedad en Roma, donde fuera para asuntos, como sabeis, mi madre que desde largo tiempo estaba separada de él y que residia en París en aquella época, se dirijió al momento conmigo á su lado para su interés propio. El nada supo, porque cuando llegamos habia perdido el conocimiento y permaneció en este estado hasta la mañana siguiente en que murió. Entre sus papeles habia un paquete, bajo carpeta, el cual estaba fechado del primer dia de su enfermedad y dirijido á vos con encargo espreso escrito de su puño al reverso de la carpeta, de no remitirlo hasta despues de su muerte. Este paquete encerraba una carta asáz insignificante para Inés Fleming y tambien un testamento á favor de esa jóven.

—¿Qué contenía esa carta?.. preguntó Mr. Brownlow.

—La confesion de su falta, y votos de prosperidad para la jóven —respondió Monks —nada mas. En aquel entonces ella se hallaba en cinta de algunos meses. Le decia en aquella carta lo que habia hecho para ocultar su deshonra; y la suplicaba, que en el caso de morir, no maldijera su memoria ni creyera que su hijo ni ella debiesen ser víctimas de su falta, porque solo él era la causa de todo el mal. Le recordaba el dia en que le habia dado el medallon y el anillo, sobre el que habia hecho grabar su nombre de pila; reservándose unir á él el suyo que esperaba hacerle llevar algun dia. Le recomendaba que guardase cuidadosamente aquel medallon y lo llevára sobre su pecho como antes.

—En cuanto al testamento —dija Mr. Brownlow —yo me encargo de manifestaros su contenido. Estaba dictado por el mismo espíritu de la carta. Vuestro padre se lamentaba en él de los disgustos que su esposa le habia causado; os dejaba á vos y á vuestra madre, para cada uno una pension vitalicia de ochocientas libras. El resto de sus bienes estaba dividido en dos partes iguales, la una para Inés Fleming, la otra para el niño que debia dar á luz, en el caso que naciera y llegára á la mayor edad. Si era una niña, debia disfrutar de su parte sin restriccion alguna; pero si al contrario era un muchacho, no podia recoger esta herencia, sino con condicion de que durante su menor edad, no deshonraria jamás su nombre por cualquiera acto de bajeza ó de felonia. En caso contrario el dinero debia ser vuestro.

—Mi madre —dijo á su vez Monks levantando mas la voz —hizo, todo lo que otra mujer en su lugar hubiera hecho: quemó el testamento. La carta, no llegó nunca á donde iba dirijida; pero quedó en manos de mi madre, junto con otras pruebas para el caso en que la jóven Inés osára negar su deshonra. El padre de esa jóven supo toda la verdad por boca de mi madre. Agobiado de dolor, aquel bravo militar huyó con sus hijas á una aldea retirada del pais de Gales y cambió de nombre á fin de que sus amigos no supiesen el lugar de su retiro. Despues de algunos meses de estancia en aquel sitio, se le encontró muerto en su cama. Habiendo abandonado su hija el pais quince dias antes, habia recorrido todos los alrededores á pié andando noche y dia para buscarla.

—Algunos años despues, la madre de Eduardo Leedfort aqui presente vino á encontrarme —interrumpió Mr. Brownlow —Esta mujer padecia una enfermedad incurable, que la iba llevando lentamente hácia la tumba.

—Ella murió al cabo de algunos meses —repuso Monks —despues de haberme revelado todos sus secretos, y de haberme legado el ódio que tenia á esa Inés. Jamás quiso creer que esa jóven hubiese destruido el fruto de su vientre, sino que muy al contrario pensó que sin duda habia parido. Juré la pérdida de ese niño, si alguna vez la casualidad me hacia encontrarlo. Mi madre no se habia engañado; tuve la ocasion de verle, y su semejanza con mi padre me hizo adivinar que era él. Sostuve fielmente mi promesa; habia ya empezado, con el mejor écsito... Ojalá hubiese concluido del mismo modo!.. y sino hubiese sido, vendido por una maldita prostituta...

—¿El medallon y el anillo?.. preguntó Mr. Brownlow dirijiéndose á Monks.

—Los compré á esas personas de que os he hablado —respondió éste.

Mr. Brownlow hizo una señal á Mr. Grimwig quien salió y volvió incontinenti acompañado de los esposos Bumble.

—No me engañan mis ojos!.. —esclamó Mr. Bumble con un entusiasmo afectado. —Si; si es el pequeño Oliverio!..

—Callaos viejo loco! —dijo en voz baja la señora Bumble.

—No puedo dominarme señora Bumble. Yo que lo he educado de una manera completamente parroquial; ¿cuándo le veo rodeado de señoras y caballeros de alto rango no puedo ser sorprendido superlativamente?.. Tengo siempre tanto amor á ese niño, como si fuera mi... mi... mi abuelo! —dijo Mr. Bumble buscando en su caletre una justa comparacion.. Pobre Oliverito!..

—Ea!.. —interrumpió Mr. Grimwig —Tregua á los sentimientos!

—Voy á hacer lo posible para contenerme —replicó Monsieur Bumble —¿Cómo vá de salud Caballero?..

Esta cortesia amistosa iba dirijida á Mr. Brownlow, que acercándose á la respetable pareja, preguntó señalando con el dedo á Monks:

—Conoceis á ese caballero?..

—No —contestó con sequedad la señora Bumble.

—Con qué no le conoceis?..

—En mi vida lo he visto —replicó Mr. Bumble.

—Ni le habeis vendido nunca cosa alguna?

—No nunca —respondió la señora.

—Ni habeis tenido en poder vuestro cierto medallon y cierto anillo, no es así?..

—No ciertamente.

Mr. Brownlow hizo una nueva señel á Mr. Grimwig que desapareció gallardamente, y volvió á aparecer del mismo talante, acompañado esta vez de dos viejas medio paralíticas, que le seguian con paso vacilante.

—Tuvisteis buen cuidado de cerrar la puerta, la noche en que murió la vieja Sally —dijo una de las dos mujeres levantando su mano trémula —pero no por esto nosotras hemos oido menos vuestra conversacion, al través de la rendija de la puerta.

—Ah! ah!.. no os esperabais esto hé?.. —dijo la otra.

—Mirábamos por el ojo de la llave, y hemos visto como le tomabais un papel que tenia en la mano!.. —repuso la primera —Y á la mañana siguiente os espiábamos cuando fuisteis al Monte-Pio.

—Y nosotras sabemos mas que vos en este asunto —añadió la segunda —porque la vieja Sally nos repetia amenudo que aquella jóven habia dicho que sintiendo que no podria soportar sus infortunios... se dirijia á Roma (cuando los primeros dolores del parto la obligaron á detenerse aquí) resuelta á dejarse morir allí sobre la tumba de su amante.

—Deseais ver el administrador del Monte-Pio?.. preguntó Mr. Grimwig dirijiéndose á la puerta.

—No hay de que —respondió la matrona. —Puesto que el caballero ha sido bastante infame para confesar, y vosotros habeis sabido arrancar los gusanos de la nariz de esas viejas brujas, nada mas tengo que decir.

—No —repuso Mr. Brownlow. —Podeis retiraros.

—Espero —dijo Mr. Bumble mirando con aire lastimero á su alrededor —espero que esta desagradable circunstancia, que nada puede ser en si misma, no me privará de mi cargo parroquial?

—Desengañaos! —contestó Mr. Brownlow. —Así debeis esperarlo.

—Os juro que yo no entro para nada en ello! —replicó Monsieur Bumble; despues de haberse asegurado de que la matrona habia salido de la sala.

Esto no es una escusa; vos sois á los ojos de la ley mas culpable que vuestra esposa; porque es razonable suponer que ella ha obrado segun vuestras órdenes.

—Si la ley se mete en semejantes suposiciones —dijo Monsieur Bumble apretando fuertemente el sombrero entre sus manos. —La ley es una necia... La ley no es mas que una vieja solterona... Si fuera casada pensaria de modo muy diferente.

Despues de haber pronunciado estas palabras con tono enfático, hundió el sombrero en su cabeza, metió las manos en las faltriqueras del redingote y se retiró.

—Vos bella señorita dadme vuestra mano —dijo Mr. Brownlow, volviéndose á Rosa. —No tembleis así!.. nada teneis que temer por las pocas palabras que quedan para decir.

—Si se refieren á mi (á pesar de que ignoro en lo que pueden concernirme) —dijo Rosa —dispensadme hoy de oirlas; en este momento no tengo para ello fuerza ni valor.

—Teneis mas firmeza de la que creeis!.. —repuso Monsieur Brownlow, tomándola por el brazo —¿Conoceis á esta señorita?.. —continuó dirijiéndose á Monks.

—Si.

—Jamás os he visto antes de ahora —dijo Rosa con voz débil.

—Pero yo os he visto amenudo! —contestó Monks.

—El padre de la infortunada Inés tenia dos hijas —prosiguió Mr. Brownlow ¿Qué se ha hecho la mas jóven?...

—Cuando murió su padre bajo nombre supuesto sin dejar papel alguno, que pudiera darla á conocer á sus amigos —replicó Monks —la mas jóven, que no era mas que una niña, fué adoptada por unos pobres aldeanos que la criaron como hija suya.

—Proseguid —dijo Mr. Brownlow haciendo señal á la Señora Maylie de que se acercára.

—Vos no pudisteis saber el sitio en que se habia retirado aquel hombre; pero allí donde fracasa la amistad, amenudo el ódio triunfa: mi madre acabó por descubrir la niña despues de un año de pesquisas.

—Y se apoderó de ella, no es cierto?..

—No. Aquellos honrados labriegos eran muy pobres, y tal accion de humanidad les puso aun mas sobre aviso. El hombre acabó por caer enfermo; lo que visto por mi madre les dejó la niña; remitiéndoles una módica suma de dinero que no debia durar mucho tiempo, y prometiéndoles otra mayor que no tenia la intencion de enviarles. Viendo que su estado de miseria no era motivo suficiente para indisponerles contra aquella niña, les contó á su modo la historia de la hermana; diciéndoles que si no ponian mucho cuidado, la muchacha que mantenian, de seguro llegaria á ser como ella; porque procedia de padres sin principios, y era hija ilegítima. Aquellas buenas gentes dieron crédito á todo lo que les dijo mi madre y la niña arrastró una existencia miserable hasta que una señora viuda que habitaba en Chertsey habiéndola visto casualmente, tuvo compasion de ella y la adoptó. Es necesario que exista un destino contrario á nosotros, porque á pesar de todos nuestros esfuerzos, permanecia en casa de aquella señora y fué feliz. Hace dos ó tres años que la habia perdido de vista, y no volvia á verla hasta hace algunos meses.

—La veis ahora?..

—Si, apoyada en vuestro brazo.

—Pero por eso no es menos mi sobrina —esclamó la señora Maylie estrechando la jóven sobre su corazon —no es menos mi querida niña. No quisiera perderla ahora por todos los tesoros del mundo. Mi dulce compañera!.. Mi hija de adopcion!.. Mis mas caras esperanzas!..

—Vos sois la única amiga que tengo en el mundo! —esclamó Rosa pasando sus brazos alrededor del cuello de la señora. —Vos fuisteis para mi la mejor de las amigas, la mas tierna de las madres.

—Tranquilizaos ángel mio! —dijo la Señora Maylie abrazándola con la mayor ternura —y acordaos que hay otros á quienes sois tambien querida.

—Rosa, amada Rosa! —clamó Oliverio —fuisteis para mi una buena hermana, quiere consideraros en adelante no como una tia sino como una hermana idolatrada!..

Permanecieron solos por mucho tiempo. Un golpe ligero en la puerta del aposento anunció que alguien deseaba entrar. Oliverio corrió á abrir, y apartóse al momento para dar paso á Enrique Maylie.

—Lo sé todo! —dijo sentándose al lado de la jóven —No es la casualidad la que me conduce á este sitio —añadió despues de un silencio prolongado —y solo desde ayer sé todo lo que os concierne. Sin duda no ignorais que he venido para recordaros vuestra promesa.

—Un memento —dijo Rosa ¿Lo sabeis todo?..

—Ah!.. Rosa, sois para mi asaz cruel!..

—Oh!.. Enrique!.. Enrique!.. —continuó Rosa prorumpiendo en llanto —quisiera hacer lo contrario y evitarme estos dolores!..

—Pues bien; entonces reflecsionad sobro lo que habeis sabido esta noche.

—Y qué he sabido Dios mio!.. —que el sentimiento de su deshonra ha obrado con tal fuerza sobre mi desdichado padre, que no ha podido soportar su desgracia...

—No; —replicó el jóven reteniendo á Rosa por el brazo cuando iba á retirarse. —Mis deseos, mi porvenir, todo en fin menos mi amor á vos, ha esperimentado un cambio. Al presente no os ofrezco ya un rango distinguido en el mundo; donde ciertas preocupaciones hacen ruborizar á la misma inocencia...

—Qué queréis decir?.. esclamó Rosa con voz entrecortada...

—Digo —prosiguió Enrique —que en una de los condados mas bellos de la Inglaterra, en medio de risueñas colinas y verdes praderas, existe una pequeña iglesia de aldea que me pertenece, Rosa, y de la que soy el pastor; cerca de esta iglesia está el presbiterio, habitacion rústica que vos embelleceréis con vuestra presencia, y que me haréis preferir mil veces á todas las dignidades á que he renunciado: tal es el rango que ocupo en el mundo, y que tendré una felicidad inmensa en compartir con vos...

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