CAPÍTULO XXXVII.

DE LO QUE PASÓ ENTRE MONKS Y LOS CONSORTES BUMBLE, LA NOCHE DE SU ENTREVISTA.

EL cielo estaba cubierto de nubes de las que se desprendian gruesas gotas de agua y hacia un calor sofocante; cuando el Soñor y la Señora Bumble dirigieron sus pasos hácia la casa de la orilla del rio distante cerca una media legua de la ciudad.

Ambos iban embozados en viejas capas. Avanzaron así en silencio; de tanto en tanto Mr. Bumble conteniendo su paso y volviendo la cabeza para asegurarse de que su compañera le seguia al ver que esta le picaba los talones, redoblaba su ligereza para llegar lo mas pronto al lugar de la cita.

Este no era mas que un conjunto de miserables chozas, situadas su mayor parte á algunos pasos de la orilla del agua: las unas edificadas de ladrillos mal unidos, las otras de tablas de buque podridas ó carcomidas. Algunas barcas agujereadas, enclavadas en el fango y amarradas al pequeño muro que rodeaba el malecon, un remo y cuerdas estendidas acá y acullá sobre la ribera, parecian indicar de pronto que los habitantes de estas pobres habitaciones tenian alguna ocupacion en el rio; pero un solo golpe de vista bastaba al transeunte para adivinar que estos objetos inútiles y fuera de servicio estaban allí puestos mas para salvar las apariencias, que con el fin de alguna utilidad cualquiera.

Al centro de este monton de casuchas y tan cerca del ribazo que los pisos superiores dominaban el rio, estaba un gran edificio que sirviera en otro tiempo de taller y el cual proporcionaria entonces ocupacion á los habitantes de las casas circunvecinas; pero desde larga fecha se habia convertido en ruinas. Los ratones, los gusanos, así como la humedad habian flaqueado y podrido los pilares de madera que lo sostenian y una gran parte se habia derrumbado dentro del agua, mientras que la otra apretada bajo su propio peso, parecia espiar una ocasion favorable para hacer otro tanto.

Ante esta casa fué donde se paró la digna pareja, cuando los primeros retumbos del trueno se hacian oir á lo lejos y la lluvia empezaba á caer á torrentes.

—Este será el sitio! —dijo Mr. Bumble consultando un pedacito de papel que tenia en la mano.

—Oe! —gritó una voz encima de él.

Mr. Bumble levantó la cabeza y descubrió en el segundo piso un hombre mirando por una ventana.

—Esperad un momento —gritó de nuevo la voz —soy con vosotros dentro un minuto. —Dicho esto desapareció y la ventana se cerró en seguida.

—¿Es él? —preguntó la mujer.

Mr. Bumble hizo una señal de cabeza afirmativa.

—Entonces tened en cuenta lo que os he dicho y cuidad de hablar lo menos posible, si no quereis hacernos traicion de buenas á primeras.

—Mr. Bumble que habia inspeccionado la casa con ojo inquieto iba sin duda á esponer alguna razon sobre el temor de pasar mas adelante, cuando le cerró el labio la presencia de Monks, que abrió una pequeña puerta cerca de la que se hallaban y les hizo señal de entrar.

—Despachad! —gritó con tono impaciente y dando una patada en el suelo, vais á hacerme esperar aquí una hora?

—La mujer que habia vacilado un momento, entró con resolucion sin hacerse mas de rogar; y Mr. Bumble que hubiera considerado mengua, ó tal vez pasar por miedoso quedándose al detrás siguió á su cara mitad, con paso indeciso que probaba no hallarse del todo á su gusto, habiendo perdido en un cuarto de hora este aplomo y esa dignidad que tanto le distinguían en cualquiera otra circunstancia.

—Qué diablo os movia á permanecer estáticos bajo la lluvia? —Dijo Monks —despues de haber cerrado trás él la puerta y pasado los cerrojos.

—Nos... nos... estabamos refrescando! —balbuceó Bumble echando una mirada inquieta á su alrededor.

—Os refrescabais! —replicó Monks —Jamás todas las lluvias que han caido desde la creacion del mundo (aun cuando añadais á ellas las que deban caer hasta la consumacion de los siglos,) jamás dijo serian capaces, de apagar un átomo del fuego que os consumirá en el infierno.

—Gastada esta broma —Monks se volvió bruscamente á la matrona y la miró fijamente, de modo que esta, apesar de no ser muy propensa á la timidez, se vió obligada á bajar los ojos.

—Es esta la mujer de quién me habeis hablado? —preguntó Monks.

—Hem! —hizo Mr. Bumble acordándose de las recomendaciones de su esposa. —Es la misma.

—Creeis acaso que las mujeres no puedan guardar un secreto? —dijo la matrona á Monks mirándole á su vez fijamente.

—Se que ecsiste uno el cual ellas sabrán guardar hasta que se descubra —dijo Monks con acento de desprecio.

—Y qué secreto es este si os place? preguntó la matrona.

—La pérdida de su reputacion —contestó Monks —comprendeis...

—No; —replicó la matrona, un si es no es ruborizada.

—Ello está fuera de toda duda —replicó Monks con tono burlon —como pues podriais comprender.

Y despues de haberles hecho nuevamente señal de que le siguieran atravesó aceleradamente varias piezas grandes cuyo techo estaba muy hundido, é iba á subir una escalera rápida ó mejor de mano que conducia al piso superior cuando un rayo surcó la entrada y trás él siguió un trueno, que conmovió la vieja casucha hasta sus cimientos.

—Escuchad! —esclamó retrocediendo horrorizado —Ese estruendo me hace mal!

Guardó silencio durante algunos minutos y quitando de improviso sus manos delante los ojos, Mr. Bumble vió con una sorpresa y un espanto indecibles que su rostro estaba descompuesto y cuasi negro.

—Estos accidentes me toman de cuando en cuando —dijo Monks notando el terror de Bumble —y muy amenudo el trueno es causa de ellos.

Dicho esto, subió el primero la escalera de mano y cuando estuvo en el aposento donde ella conducia, cerró inmediatamente los postigos y bajó una linterna colgada al cabo de una cuerda por medio de una garrucha sujeta á una de las enormes vigas del techo.

—Ahora dijo Monks despues que los tres se hubieron sentado —cuanto mas pronto tratemos de asuntos, mejor será para todos. ¿Esta mujer sabe lo que la conduce á este sitio, no es cierto?

La pregunta se dirijia á Bumble, pero la mujer se apresuró á responder que estaba de ello perfectamente instruida.

—Estabais vos con la vieja bruja en cuestion, la noche de su muerte y... ella os ha dicho algo?

—Concerniente á la madre de ese niño que vos conoceis? —interrumpió la matrona. —Si, es la verdad.

—La primera cuestion es saber de que naturaleza fué su confidencia —dijo Monks.

—No á fé! —observó la matrona con tono magistral —Esta es la segunda. La primera cuestion es saber, lo que daréis para tener de ella conocimiento.

La señora Bumble no era mujer que se dejára desarmar fácilmente. Le gustaba mas un toma cualquiera que todos los te daré del mundo. Por esto luchó á brazo partido con su adversario; en vano recorrió este al regateo, á la indiferencia, al poco interés de saber el secreto, la matrona, no quiso sejar de las veinte y cinco libras esterlinas en oro que pedia. Al fin no hubo mas remedio que rendirse y hacer contra fortuna alma de hierro.

—Y qué ventaja tendré si pago, por nada? —dijo Monks vacilando.

—Podréis recobrar vuestro dinero —respondió la matrona —En mi estais viendo una mujer débil, sola, sin apoyo...

—Mr. Bumble quiso aquí tomar la palabra para una alusion personal —Silencio, dijo Monks con acento de autoridad.

Esto diciendo, sacó de su faltriquera, un saquito de tela y contó sobre la mesa veinte y cinco soberanos, que entregó en seguida á la matrona.

—Ahora —dijo —embolsad esto! —y cuando ese trueno maldito que siento acercarse habrá esplotado sobre el execrable barracon contadnos lo que sabeis.

El trueno que se hacia oir con mas estruendo que antes y que perecia querer estallar sobre la casa y reducirla á polvo, cesó al fin y Monks que durante este intérvalo se habia cubierto el rostro con ambas manos y tenia la cabeza apoyada sobre la mesa, luego que el peligro hubo pasado, se incorporó y se inclinó hacia adelante para escuchar lo que la mujer iba á decir.

—Cuando murió la vieja Sally —así se llamaba aquella mujer —dijo la matrona —estaba yo sola con ella.

—No habia alguien alli cerca —preguntó Monks en voz baja —alguna otra enferma ó alguna idiota acostada en el mismo aposento, la cual hubiera podido oir y de consiguiente comprender?

—No habia nadie mas —replicó la matrona —Estábamos completamente solas. Cuando exhaló el último suspiro me hallaba á la cabecera de su lecho.

—Bien —dijo Monks mirando fijamente á la matrona.

—Me habló de una jóven —prosiguió la matrona —que parió algunos años antes no solo en el mismo aposento sino tambien en el propio lecho.

—Como á pesar de todo, las cosas se descubren al fin! dijo Monks visiblemente agitado. —¿No es asombroso?

—El niño á quien esa jóven dió á luz, es el muchacho de que le hablasteis ayer —prosiguió la matrona volviendo la cabeza hácia su marido. —La madre de ese niño (la jóven en cuestion), fué robada por la vieja Sally su enfermera.

—Cuándo vivia? —preguntó Monks.

—No; despues de su muerte! —contestó la otra estremeciéndose involuntariamente. La jóven estaba todavia caliente cuando la enfermera desprendió de su cadáver lo que ésta, hasta su último momento, la habia suplicado guardára para el bien de su hijito.

—Sin duda lo habrá vendido! esclamó Monks fuera de sí —Lo ha vendido..? Dónde..? Cuándo..? A quién..? Hace mucho tiempo..?

Como apenas, podia articular la voz cuando me ha confiado lo que acabais de oir, ha muerto sin decirme nada mas.

—Sin deciros nada mas! esclamó Monks con tono furioso —Esto es mentira! No sufriré que me engañeis! Ella ha dicho mas! Os arrancaré á ambos la vida sino me decís lo que esto era!

—Os aseguro otra vez que no me ha dicho una sola palabra de mas —replicó esta con una sangre fria que Mr. Bumble estaba lejos de compartir; —pero con una mano crispada, me cojió por el vestido y me atrajo á su lado y cuando ví que estaba muerta, noté al desprender mi vestido de entre sus dedos que oprimia un pedazo de papel todo grasiento.

—Qué contenia? interrumpió Monks bruscamente.

—Nada —replicó la matrona —era un reconocimiento de empeño en el Monte-pio.

—¿Por qué objeto? preguntó Monks.

—Lo sabreis al momento. Tengo motivos para creer, que por el pronto ella guardó el objeto durante algun tiempo, con la esperanza sin duda, de sacar de él mayor provecho y lo empeñó luego, teniendo cuidado, sobre el dinero que recibiera de él, ahorrar con que paga cada año los intereses, á fin de poderlo retirar en caso de necesidad. Con que ha muerto, como acabo de decirlo, teniendo fuertemente cerrado dentro su mano ese pedazo de papel, todo súcio y todo rasgado. Como faltaban solo tres dias para concluir el año, pensé que yo misma un dia podria sacar de dicho objeto alguna ventaja y lo desempeñé.

—Dónde está ahora? —preguntó Monks con impaciencia.

—Aquí lo teneis contestó la matrona. Y como si le hubiese tardado el desembarazarse de él, arrojó vivamente sobre la mesa una holsita de cuero, apenas suficiente para contener un reló de mujer. Monks se apoderó al instante de él y abriéndolo con mano temblorosa, sacó un pequeño medallon de oro conteniendo dos bucles de cabello y un anillo sencillísimo.

—La palabra Inés está grabada al interior del anillo —dijo la matrona —El nombre de familia (el apellido), se ha dejado en blanco; pero hay la fecha que es segun creo de un año anterior á la época del nacimiento del niño.

—Y es esto todo? —dijo Monks despues de haber examinado escrupulosamente los objetos.

—Todo —respondió la mujer. —Nada sé de tal historia; mas allá de lo que puedo adivinar —dijo la señora dirijiéndose á Monks despues de un rato de silencio... No deseo saber mas; porque tal vez no seria prudente; y temo además que nada habria que ganar... pero no es cierto que me permitiréis dos preguntas?

—Sin duda —contestó Monks algo sorprendido. —pero que responda ó no á ellas esta es otra cuestion.

—Lo que forma tres cuestiones —observó Mr. Bumble queriendo hacerse el chistoso.

—Es esto todo lo que deseabais de mí? —preguntó la matrona.

—Todo —respondió Monks. ¿Qué mas?

—Lo que os propongais, con esos objetos puede pararme perjuicio?

—Jamás —contestó Monks lo mismo que á mí... Mirad! pero no deis un solo paso adelante ó todo ha concluido para vosotros eternamente!

Al decir tales palabras apartó á un lado la mesa y pasando su mano en un anillo de hierro, fijado en el suelo, levantó una trampa que se abrió justamente á los piés de Mr. Bumble, lo que le espantó de tal modo que retrocedió precipitadamente.

—Echad una mirada al fondo —dijo Monks bajando la linterna en el abismo —No tengais miedo de mí! Hubiera podido haceros bajar á mansalva cuando estabais sentados encima si tal hubiese sido mi intencion.

Tranquilizada por estas palabras la matrona se acercó hasta el borde del precipicio, imitándola Mr. Bumble movido por la curiosidad. El agua cenagosa aumentada con la lluvia corria rápidamente en el fondo, produciendo tal ruido al romperse contra los pilares verdosos que sostenian el edificio, que era imposible entenderse.

—Si se arrojase á un hombre al fondo de este abismo, dónde pensais que deberia encontrarse mañana su cadáver? —dijo Monks sacudiendo la cuerda al cabo de la cual estaba suspendida la linterna.

—A doce millas de aquí —y por añadidura hecho pedazos —replicó Bumble horrorizado de solo pensarlo.

Monks sacó de su faltriquera el saquito que se habia embolsado al descuido y atándolo fuertemente con bramante á un pedazo de plomo que estaba en el suelo en un rincon del aposento lo arrojó al rio.

—Ya está! —dijo cerrando la trampa —Si el mar arroja sus cadáveres en la ribera como pretenden algunos escritores, guarda al menos el oro y la plata y no dudo que esa baratija quedará sumerjida en él para siempre. Nada mas tenemos que decirnos, con que podemos ya separarnos.

—Es muy justo! —se apresuró á decir Mr. Bumble.

—Espero que sabreis comprimir vuestra lengua! —dijo Monks lanzando á éste una mirada amenazadora —no creo necesario hacer esta recomendacion á vuestra mujer; pues estoy seguro que guardará el secreto.

—Podeis fiar en mi jóven! replicó Mr. Bumble.

Fué fortuna para éste que la conversacion terminará aquí porque en este momento se encontraba tan cerca de la escalera, que faltó poco para que cayera de cabeza en el piso de debajo. Encendió su linterna con la que Monks desató de la cuerda; y no deseando prolongar la entrevista bajó en silencio seguido de su mujer. Monks bajó el último.

Apenas estuvieron fuera, Monks que sin duda no le hacia gracia el estar solo llamó á un muchacho que se habia ocultado en algun sitio en el plan terreno de la casa y habiéndole dicho que tomára la luz y marchára adelante, se volvió al aposento que acababa de dejar.

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