A....

De mis ensueños el arcángel fuiste

Al entreabrirse las primeras flores

De la dulce ilusión de los amores

Allí en la aurora de mi vida triste.

Estrella de consuelo, apareciste

En la noche fatal de mis dolores,

Y de tu hermosa luz con los fulgores

Mis horas negras disipar supiste.

De belleza y virtud doble corona

Miro lucir en tu serena frente

Que tus bondades al brillar pregona.

Por eso el alma con pasion ferviente

Las dichas que te debe galardona

Y noble orgullo al adorarte siente.

EL NIÑO ENFERMO.

¡Oh santa, maternal Naturaleza!

Cuál pregonas doquier, que desde el cielo

Sus leyes dicta Dios, y que es el suelo

Revelacion no más de su grandeza!

¿Quién, sino tú, concede fortaleza

En negras horas de incesante anhelo,

A la madre infeliz que al pequeñuelo

Postrado mira con mortal tristeza?

Oh! no es la ciencia, no, la vencedora

De la fiebre voraz que al niño aqueja

Y su cándida frente descolora:

Es Dios que escucha con piedad la queja

De madre tierna que con fé le implora

Y es solo Dios el que á la Parca aleja.

A UNA DESPOSADA.

Al mirar de tus sienes desprendida

De blancas flores la nupcial corona,

Mañana en noble y en gentil matrona

Te verás, niña hermosa, convertida.

De tu paterno hogar la despedida

Lágrimas á tus ojos amontona,

Y tiemblas, palideces, te abandona

De tus ensueños la ilusion querida.

Desecha, bella niña, los temores,

Vuelva á tus labiois la sonrisa pura,

Resplandezcan tus ojos soñadores;

Que si orna la virtud á la hermosura,

El hogar que le brindan los amores

Es un cielo de paz y de ventura.

PERDON!

Los celos con su llama abrasadora

Mi frente calcinaban, dueño mío,

Mirando tu esquivez y tu desvío

Miéntras constante el corazón te adora.

Pude un momento vacilar, señora,

En negras horas de mortal hastío,

Como desvía su corriente el río

Que da sus aguas á la mar sonora.

Pasó la fiebre del delirio insano,

Volvió mi vida á trascurrir serena

Y encuentra mi alma en tu bondad consuelo.

Perdón si te ofendí; cual humo vano

Disípese el pesar que te enajena

Y que brille la paz en nuestro cielo.

PLEGARIA.

No te pido, Señor, que la riqueza

En mí el tesoro de su bien derrame,

Ni te pido tampoco que me aclame

El mundo, sin rival por mi grandeza.

No imploro que me brinde la belleza

Dulces caricias y en amor me inflame,

Ni que la voz de la mujer me llame

A un cielo sin pesares ni tristeza;

No halle en la vida ni placer ni calma,

Mi cuerpo ya cansado se consuma

En medio de amarguras y dolores;

Mas dame el solo bien que anhela, mi alma:

Que no le pidan á mi pobre pluma

Para otros álbum estudiadas flores.

RECONCILIACION.

Y es verdad? y es verdad? y no es un sueño

Que al fín, dolida de mi mal, me llamas

A tu lado otra vea, y que proclamas

Que soy tu solo amor, tu solo dueño?

Tu semblante dulcísimo y risueño

Aun más que el labio, dice que te inflamas

En intensa pasion, y que reclamas

Mis besos puros con febril empeño.

Ven á mis brazos, ven; daré al olvido

De tu ausencia fatal las tristes horas

Y de mi pecho callará el gemido.

Ven, Lélia mia, ven; tus seductoras

Caricias, gozaré de amor rendido

Y fiel te adoraré cual tú me adoras.

MORELOS.

Como se lanza el águila altanera

Del insondable espacio á las regiones,

Cual su melena agitan los leones

Cuando se aprestan á la lucha fiera,

Así Morelos al mirar la hoguera

En que Hidalgo inflamó los corazones,

Se lanza á combatir, y á sus pendones

Nada se opone en la triunfal carrera.

El génio brilla en su inspirada frente

Como en el éter claridad del día,

Y al fulgor de su acero prepotente

Y al mirar su indomable bizarría,

La victoria le sigue reverente

Y á la gloria inmortal sus pasos guía.

A ALLENDE.

Fué el amor! fué el amor! el sentimiento

Que enciende el corazón en llama pura,

El primero en hablarte con ternura

De la gloria, provocando tu ardimiento.

Despues la patria en funeral lamento

Dolióse de su negra desventura

Y fiera esclavitud, á tu bravura

Pidiendo el fin de su fatal tormento.

La patria y la beldad! los dos amores

Tu noble pecho juvenil llenaron

Con sus santos y divos resplandores;

Y corriste á la lid, y en tí miraron

Los bravos insurgentes de Dolores

El mejor capitan que ambicionaron.

A LELIA.

Si, yo te amé, es verdad; de mi ternura

Mil pruebas te ofrecí gozoso un día,

Y mi humilde laüd con su armonía

Celebró tus hechizos y hermosura.

Con toda la efusion del alma pura

Las notas de mi canto te ofrecia,

Y en el delirio de la mente mia

En tí cifraba mi eternal ventura.

Después á olvido mis canciones diste,

De otro amor escuchaste el juramento

Y en alas de ese amor voluble fuiste.

¿Y extrañas todavía que el tormento

Mi frente anuble y que mi canto triste

Penetre en tu mansión cual un lamento?

LA PECADORA.

Si fuera cierto que el amor redime,

Y la angustia y dolor en paz serena

Se tornan, una vez que el alma llena

De encanto celestial pasión sublime,

Oh Laura seductora! acaso, dime

¿No serias contrita Magdalena?

Allí en tu frente blanca de azucena

¿Qué haria la mancha que el pecado imprime?

Amor te daba el corazón ardiente

Del hombre que te habia perdonado;

Mas ay! en tu alma destructor torrente

Existe contenido, no cegado,

Y á pesar de los sueños del presente

Se mira que renace tu pasado.

A LELIA.

No de las quejas que en letal quebranto

El alma triste dolorida exhala,

Las notas te daré miéntras resbala

Tu vida en medio de feliz encanto.

No con las gotas de mi amargo llanto

¡Oh paloma gentil! se moje tu ala;

Yo el rumbo seguiré que me señala

Mi sino adverso, aunque te amaba tanto.

Las hadas que en la cuna te mecieron

Gozosas presagiaron tu ventura

Cuando tu frente alabastrina vieron;

Ay! y esas mismas hadas la amargura

Al hombre que te amara predijeron,

¡Que tal el signo fué de tu hermosura!

AL GRAL. D. NICOLÁS BRAVO

¿Quién noble como tú? ¿quién tan sublime

En el perdon del enemigo pudo

Contra el olvido fiero hallar escudo?

¿Quién cual tú en bronces su grandeza imprime?

¿Del libro de la Historia, en dónde, dime,

A vencer aprendiste el torpe y rudo

Instinto vengador que en grito agudo

Sangre demanda á quien el hierro esgrime?

Hundieron de la muerte en el abismo

Al autor de tus dias los arteros

Defensores del negro absolutismo;

Y ya en tus manos sus verdugos fieros

Libres se ven por tí. ¡Excelso heroísmo!

¡El perdon enaltece á los guerreros!

LA LIBERTAD.

En vano el tiempo sin piedad consuma

Su eterna destruccion y al hombre arroja

Al no sér, y arrástrale cual hoja

De arbusto débil, ó cual leve pluma.

Hay algo que no muere entre la bruma

Del negro olvido, y á que no acongoja

De la nada el temor, ni se despoja

Jamás del manto de su gloria suma:

La santa Libertad! la noble idea

De la conciencia luz, que resplandece

Entre el humo y fragor de la pelea;

La santa Libertad! árbol que crece

Y al elevar su copa gigantea

Al hombre abrigo bienhechor ofrece.

A UNA MADRE.

La luz de aquel tu hogar donde sus flores

El tierno amor y la virtud sencilla

Derraman, oh señora! ya no brilla;

Es la noche fatal de los dolores.

Cual huye del invierno á los rigores

Presurosa la tímida avecilla,

La niña huyó tambien y sin mancilla

Al cielo se elevó; mas no la llores.

¿Por qué llorarla? sinsabor y pena

En herencia fatal cupo al mundano

En esta vida de tormentos llena.

Y pues fué ese el designio soberano

Del que al mar y á los astros encadena,

Acata humilde su divino arcano.

A UNA ARTISTA.

No canta el ave así; no así del viento

El suspirar se escucha en la arboleda,

Ni el manso arroyo que entre guijas rueda

El són iguala de tu dulce acento.

Ya revele tu voz del pensamiento

Amargura tenaz ó dicha leda,

Es nota de arpa celestial; remeda

Alegre risa ó funeral lamento.

Mas ay! si á influjo de tu dulce canto

Olvida el triste corazón sus penas

Tambien es causa de dolor y llanto.

Infundes el amor cual las sirenas,

Y á aquel que admira tu hechicero encanto

A eterno vasallaje le condenas!

A GUERRERO.

Si el grande Hidalgo el adalid primero

Fué de la patria en memorable día,

Y Morelos con génio y bizarría

La fama obtuvo de inmortal guerrero;

Si Bravo el generoso dió al ibero

Sublime ejemplo de nobleza pía,

¿Quién tu constancia superar podría

Allí en las horas de infortunio fiero?

Tú fuiste la vestal conservadora

Del fuego sacrosanto, en las regiones

Del Sur que Febo con su lumbre dora:

Salvaste de la patria los pendones

Hasta que vieron despuntar la aurora

De hermosa libertad los corazones.

A LAURA.

Avaro, Laura, soy de tu ventura,

Y al mirar tu belleza soberana

Me atribula pensar que ciega ó vana

Pudieras descender de tánta altura.

Goces, riquezas, cuanto dicha augura,

Te habrá de prometer la cortesana

Juventud que te sigue y que se afana

Por ver marchita tu inocencia pura.

Ay si la escuchas! sus brillantes flores

Aspid ocultan de fatal veneno

Que hará que triste y desolada llores.

Si abres incauta al seductor tu seno,

Tras el sueño falaz de los amores

Su negra infamia te hundirá en el cieno.

LA PALMA.

Encuentra alguna vez el peregrino

Al cruzar las arenas del desierto,

Gentil oäsis de verdor cubierto

Que tregua brinda á su fatal camino.

Al verlo, del rigor de su destino

Se olvida el caminante y siente abierto

Su pecho á la esperanza, como el puerto

Tras negra tempestad mira el marino.

Entónces en el tronco de la erguida

Palma que hermosa en el desierto crece

Y que al descanso y á la paz convida,

Su nombre graba y con ternura ofrece

No olvidarla jamás.... Así en mi vida

Tú eres la palma que gentil se mece.

A FELA.

Tras de las horas del placer, un día

Las horas llegarán de la tristeza,

Cuando, marchita la gentil belleza,

Te cerque, Fela, soledad impía.

No importa! á la tenaz melancolía

Vencida mirarás si con grandeza

Consagras tu cariño y tu terneza

Al infinito amor de tu María.

Resista al infortunio tu alma fuerte

Y nunca temas, aunque el mal te aflija,

Que la mano del mal pueda vencerte.

Oh Fela hermosa! la mirada fija

Ten en que alcance venturosa suerte

La dulce niña de tus sueños hija.

EN LA MUERTE DE MI PADRE.

Como destroza el huracán bravío

Antiguo roble poderoso y fuerte,

Al golpe así de la implacable muerte

Bajaste al antro del sepulcro frío.

¡Oh padre bondadoso! ¡padre mio!

Perdon si estuve, por mi adversa suerte,

Tan distante de tí para ofrecerte

De mis ardientes lágrimas el rio.

Si es verdad que se mira desde el cielo

Lo que pasa en el mundo infortunado,

¡Oh padre de mi amor! mira mi duelo,

Y á Dios implora porque el hijo amado

Funde constante su ardoroso anhelo

En merecer llevar tu nombre honrado.

VOZ PROFETICA.

"No el triste desaliento ni la duda

"De la senda te aparten de la gloria;

"Apréstate á la lid y á la victoria;

"Noble es tu causa, la razon te escuda.

"Amargos dias vendrán; sin tregua, ruda

"Será la lucha, y eternal memoria

"Con ella alcanzarás cuando la historia

"Tus hechos narre, de pasión desnuda."

Así á la patria en inspirado acento

Dijo al tomar la tricolor bandera,

Juarez, el héroe de sin par constancia.

Y México le oyó, y el vencimiento

Ornó su frente cuando altiva y fiera

Hollarle quiso el águila de Francia.

ADELFA.

¿Nueva corona de ciprés? ya zumba

Terrible nuncio el Aquilon, de muerte,

Y llega hasta mi hogar y así me advierte

Que el destino fatal cavó otra tumba?

¿La víctima será que se derrumba

En la insondable eternidad, inerte

El sabio ilustre, ó el guerrero fuerte

Por quien el eco del cañon retumba?

No; la corona de ciprés, guardada

Hoy debe de quedar; otra de flores,

Mis amigos, traed: murió mi amada.

Con ella los ensueños seductores

Mueren del corazón, y la anhelada

Ventura que cifrara en sus amores.

EL MENDIGO.

Ya no piedad sino temor abrigo,

(No porque lleve corazon de roca),

Si oigo que santa caridad invoca

Envuelto en sus harapos el mendigo.

En él oculto encuentro al enemigo

De la familia y del taller; provoca

Al incauto holgazán á vida loca.

Que es de su infame proceder testigo.

Si un asilo benéfico le ofrece

La hermosa y noble caridad cristiana,

Al nombre del asilo se enardece.

¿Trabajo le brindais? con furia insana

Os mira, y al instante desparece

Para volver á mendigar mañana.

TU SECRETO.

Te engañas, Margarita encantadora,

Si piensas ocultar el vivo fuego

Que arde en tu corazon; Amor es ciego

Y más y más lo es, si triste llora.

El amor tus mejillas descolora,

Tu voz traduce del amor el ruego,

Y tus pupilas con su ardiente riego

Denuncian la pasion que te devora.

Si el sol la casta nitidez aviva

De la flor del cariño delicada,

¿Por qué pretendes que en la sombra viva?

Si es noble tu pasion, ¿por qué guardada

Así la dejas, cuando puede altiva

Reflejarse en la luz de tu mirada?

A....

Al mirarte, se agolpan á la mente

Tus historias de amor, tus alegrías;

En vano un velo colocar ansías

Oh Célia! entre el pasado y el presente.

Y aunque vislumbro en tu marmórea frente

La huella de los goces de otros dias,

Tu voz distrae las memorias mias

Y vuelvo á darte mi cariño ardiente.

¿Qué filtro misterioso con tus besos

¡Oh sirena falaz! en mí derramas

Cuando los dejas en mi labio impresos?

Sabe bien mi corazon que no le amas,

Comprende tus fingidos embelesos

Y vive de tu amor entre las llamas!

A LELIA.

¡Oh causa de mi triste desvarío,

Casto sueño de amor y de ventura!

¿Por qué, ingrata, á la voz de mi ternura

Fué así tu pecho, como el mármol, frío?

¿Por qué corresponder con el desvío

Que del dolor es fuente, y de amargura,

A quien tanto ensalzara tu hermosura,

Mitad del corazón, ídolo mío?

¡Qué vida tan feliz, acariciada

Con los arrullos de pasion ardiente,

Mi amor tenia para tí guardada!

¡Qué corona más pura y refulgente

Que la corona excelsa, Lélia amada,

Del maternal amor, para tu frente!

REMORDIMIENTO.

Acaso, Lélia, al espirar la tarde,

Mirando sus postreros resplandores

A la orilla del mar, en mis amores

Piensas, y treme el corazon cobarde.

Es inútil tu afan de hacer alarde

De tu olvido crüel y tus rigores,

Pues tiene la conciencia aterradores

Tormentos de que no hay quien te resguarde.

Era en tarde otoñal clara y serena;

¿Te acuerdas bien? tu boca con mi boca,

Y tú en mis brazos con ferviente anhelo.

Del mar azul en la movible arena.

Movible como tú, de dicha loca

Mentiste amor ante la faz del cielo.

APARIENCIA ENGAÑOSA.

Ah! no es la tuya, Rosa, la alegría

Que inunda al alma con su amor dichosa:

Es la máscara no más con que afanosa

Ocultas la tenaz melancolía.

Como la luz al espirar el día

Es la luz de tus ojos, misteriosa,

Y hasta el acento de tu voz, ¡oh Rosa!

El dejo tiene de tristeza impía.

El beso de tus labios no es el beso

Que al sueño dulce del amor provoca;

La frente quema donde fuera impreso.

En vano buscas anhelante y loca

La dicha, del festin en el exceso:

La muerte allí tu corazon invoca.

¡BENDITA SEAS!

En el sagrario del hogar, tranquilas

Las gratas horas de tu vida ruedan,

Sin que los propios sinsabores puedan

Nunca el llanto arrancar de tus pupilas.

Jamás el bien al practicar vacilas,

Porque tus nobles sentimientos vedan

Pensar que hay séres que el dolor remedan

Y pasan del mendigo entre las filas.

¡Cuánto es modesta la virtud, señora,

De tu benigno corazon, ajeno

A torpe vanidad embriagadora!

Bendígate el Señor cuando á su seno

Partas radiante en tu postrera hora,

De fé cristiana al resplandor sereno.

LOOR ETERNO.

Formen ¡oh patria! tu mejor tesoro

A despecho del tiempo y de los hados,

Los nombres de los héroes esforzados

Que supieron morir por tu decoro.

Que de los bardos el cantar sonoro

Pregone por doquier de tus soldados

El ínclito valor, y así grabados

Sus hechos guarden caractéres de oro.

No permitas que borre en su carrera

El tiempo destructor, del sabio el nombre,

Ni el del apóstol de virtudes santas.

Por ellos es brillante y duradera

Tu gloria, y es excelso tu renombre

Y altiva y libre su grandeza cantas.

A LESBIA.

Ornada al verte de sin par belleza

De humilde hogar en el recinto oscuro,

Y al sentir que es el pan amargo y duro

Del sér abandonado á la pobreza;

Sin fé tu corazón, sin fortaleza,

De la santa virtud franqueaste el muro

Y fuiste en brazos del deleite impuro

Huyendo del dolor y la tristeza.

Al despertar de tu delirio insano

Te encuentras para siempre envilecida,

Y es inútil tu afán, tu clamor vano.

Ya del vicio en los antros sumergida

Eres lirio en el cieno del pantano,

Perla en inmundo lodazal caida.

ASTRO DE AMOR.

Cual rica joya de que pende el velo

De bella desposada, así la luna

Mensajera de amor y de fortuna

Está prendida en el azul del cielo.

Su cándido fulgor el dulce anhelo

Acrece del amante, que importuna

La luz encuentra, porque sombra alguna

Cubre sus ansias, su febril recelo.

En blanca nube cual vellon, envuelve

El astro sus fulgores de topacio

Y al férvido amador la calma vuelve.

Se oye crujir la puerta del palacio,

El favorito penetrar resuelve

Y aparece la luna en el espacio.

QUANTUM MUTATUS AB ILLO.

¡Coronas de laurel! para el guerrero

Emblema hermoso de eternal memoria,

Coronas esculpidas por la historia

En el bronce ó el mármol duradero:

Si un tiempo fuísteis el afan primero

Del inspirado trovador, su gloria,

Os habeis convertido en irrisoria

Ofrenda concedida hasta al torero.

Del histrion infeliz ornais la frente

Entre el aplauso de la turba necia

Que el circo asorda cual turbion rugiente.

Quien de sensato con razón se precia

¡Oh coronas! os mira indiferente,

Y vuestro brillo el pensador desprecia.

A FABIO.

Oh! cuál me indigna, Fabio, la arrogancia

Con que pretende el hombre que su idea

Domine por do quier y pauta sea,

Porque lo quiere así su intolerancia!

Infalible se juzga en su jactancia;

Las obras de otro ingenio, ¡cuál afea!

Y cómo con las propias se recrea

Con entusiasmo y sin igual constancia!

Que adores á su Dios; que la hermosura

De la mujer ensalces que él admira,

Y casta llames á quien llama él pura;

¿No es necio pretender? ¡Oh Fabio! mira

Si puede ser mayor la desventura

Del que por santa libertad suspira.

A YUCATAN.

¡Oh tierra bendecida en que corrieron

De mi risueña juventud los días!

Tu nombre aviva las memorias mías

De aquellas horas que por siempre huyeron.

Los padres de mi amor, y cuantos dieron

Ventura al corazón, en tumbas frías

Yacen, y solo, Yucatán, me envías

En tu brisa el adios que me dijeron.

En mi desierto hogar los rayos vierte

De su luz melancólica, la luna,

Y se oye en su recinto voz de muerte.

¿A qué volver á tí? dicha ninguna

En tí me aguarda por mi triste suerte:

Ni amores, ni esperanzas, ni fortuna!

TU RETRATO.

Vanidoso el artista, fiel traslado

Creyó dejar aquí de tu hermosura,

¡Como si en esta pálida pintura

Estuviese tu hechizo retratado!

No pudo, no, copiar el encantado

Mirar de tus papilas, su ternura,

Ni la sonrisa de tus labios pura,

Ni tu talle gentil y delicado.

Y yo que nunca ambicioné del arte

El lauro, ni su gloria pretendia,

Puedo sin loca vanidad jurarte

Que en el sagrario está del alma mia

Tu imágen, que grabé para adorarte

Hasta que llegue mi postrero dia.

EN EL SEPULCRO DE UNA JOVEN.

Brillaban en sus sienes todavía

Del virginal candor las azucenas,

Y el dardo agudo de letales penas

Su tierno y casto corazon no hería.

Arroyo manso que en la selva umbría

Pasa entre flores de perfume llenas,

Era su vida en el hogar: serenas

Así las horas trascurrir veía.

De los amores la caricia ardiente

Su sangre no encendió, ni el beso impuro

De infame seductor manchó su frente.

Así vivió; del porvenir oscuro

Jamás temió la tempestad rugiente,

Y así tendió su vuelo al éter puro.

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