Escena II

Doña Curiana y Curianita Silvia

Por el lado izquierdo de la escena llega la Curianita Silvia, arrogante y madrugadora. Silvia, en su clase de insecto repugnante es encantadora; brilla como el azabache y sus patas son ágiles y delicadas. Es hija de Doña Orgullos, curiana que cuenta más de un año de edad, y es el mejor partido del pueblo. Trae una diminuta margarita a guisa de sombrilla, con la que juega graciosamente, y se toca de un modo delicioso con el caparazón dorado de una «teresica»

DOÑA CURIANA.— Madrugadora venís,
niña encantadora y bella.

CURIANITA SILVIA.— ¿Niña me decís? Ha tiempo.
Que ya salí de la escuela.

DOÑA CURIANA.— .¿Os molestáis porque os llamo niña?
Pues diré doncella
o doncellita.

CURIANITA SILVIA.— (Coquetonamente.).
No es eso.

DOÑA CURIANA.— ¿Qué os pasa entonces?

CURIANITA SILVIA.— Tristezas
que estoy pasando
Sin que nadie se dé cuenta.

DOÑA CURIANA.— Tan joven y ya tan triste.
¡Bueno que lo esté esa vieja
De la Nigromanta! Vos
Aún sois demasiado nueva
Y nada os falta en el mundo.

CURIANITA SILVIA.— (Ingenuamente.)
No he visto más que esta tierra.

DOÑA CURIANA.— (Pensativa.)
¿Os ha dicho la doctora
Que se apagan las estrellas
Porque se había muerto un hada
O no sé qué... lo que cuenta?

CURIANITA SILVIA.— Nada me dijo.

DOÑA CURIANA.— Entonces
¿Por qué tenéis la tristeza
Que os consume y os marchita?
De qué sufrís?

CURIANITA SILVIA.— ¡Ay, abuela!
¿No tuvisteis corazón
Cuando joven? Si os dijera
Que soy toda un corazón...

DOÑA CURIANA.— (En un arranque de indignación.)
Aquí sois todos poetas
Y mientras pensáis en eso
Descuidáis vuestras haciendas,
Tenéis vuestras casas sucias
Y sois unas deshonestas
Que dormís fuera de casa,
Sabe Dios con quién.

CURIANITA SILVIA.— Paciencia
necesito para oírla.
Me insultáis.

DOÑA CURIANA.— No es que yo quiera
Insultarte, niña Silvia.
Es que me da mucha pena
Verte triste y desolada
Tan sin causa.

CURIANITA SILVIA.— Causa cierta
Tienen estos mis pesares.

DOÑA CURIANA.— (Cariñosa.)
¿Puedo aliviártelos, nena?

CURIANITA SILVIA.— Mis pesares son tan hondos
Como la laguna aquella.

(Con angustia)

¿Dónde está el agua
Tranquila y fresca
Para que calme
Mi sed inquieta?

DOÑA CURIANA.— (Asustada.)
Silvia, calmaos, por favor;
Sed juiciosa y sed serena.

CURIANITA SILVIA.— (Soltando la margarita en el suelo.)
¿Por qué sendero
de la pradera
me iré a otro mundo
donde me quieran?

DOÑA CURIANA.— (Enérgica.)
Esto es imposible, Silvia.
Os volvéis loca.

CURIANITA SILVIA.— Me queda
Mucho tiempo que llorar.
Yo me enterraré en la arena.
A ver si un amante bueno,
con su amor me desentierra.

DOÑA CURIANA.— Estás muy enamorada,
ya lo sé. Mas en mi época
Las jóvenes no pedíamos
Los novios a boca llena,
Ni hablábamos en parábolas
Como hablas tú. La vergüenza
Estaba más extendida
Que en estos tiempos. Se cuenta
De una curiana muy santa
Que permaneció soltera
Y vivió seis años. Yo
Dos meses tengo y soy vieja.
¡Todo por casarme! ¡Ay!

(Lagrimeando)

CURIANITA SILVIA.— (Muy romántica.)
¡Amor, quién te conociera
Dicen que eres dulce y negro,
Negras tus alas pequeñas,
Negro tu caparazón
Como noche sin estrellas;
Tus ojos son de esmeraldas,
Tus patas son de violetas.

DOÑA CURIANA.— Estás más loca que un grillo
Que conocí allá en su cueva,
Que se las daba de listo,
De gran mago y de profeta.
Era un pobre desdichado;
A mí me dio una receta
Para curar el amor.

CURIANITA SILVIA.— (Intrigada.)
¿Qué decía la receta?

DOÑA CURIANA.— Dese a los enamorados

Dos palos en la cabeza

Y no se los deje nunca

Tumbarse sobre las hierbas.

SILVIA.— Os chanceáis, señora.

DOÑA CURIANA.— Silvia, ¿y quién no se chancea
Viendo a una joven bonita
Cometer tantas simplezas?

CURIANITA SILVIA.— (Aparte.)
Ella ignora que a su hijo
Es a quien amo.

DOÑA CURIANA.— Discreta
Sois sin embargo al hablar
De la causa que os apena.
¿Y dónde está vuestro amor?
¿Muy lejos?

CURIANITA SILVIA.— Está tan cerca
Que el aire me trae su aliento.

DOÑA CURIANA.— ¡Es un mozo de la aldea!
Lo teníais bien oculto.
¿Y él os ama?

CURIANITA SILVIA.— Me detesta.

DOÑA CURIANA.— ¡Cosa rara, vos sois rica!
En mi tiempo…

CURIANITA SILVIA.— La princesa
Que él aguarda no vendrá.

DOÑA CURIANA.— ¿Qué tal es él?

CURIANITA SILVIA.— Me deleitan
Su cuerpo chico y sus ojos
Soñadores de poeta.
Tiene un lunar amarillo
Sobre su pata derecha,
Y amarillas son las puntas
Divinas de sus antenas.

DOÑA CURIANA.— ¡Aparta! Es mi hijo.

CURIANITA SILVIA.— ¡Yo le amo con locura!

DOÑA CURIANA.— (Como soñando.)
Ella es rica. ¡Qué torpeza
La de esta criatura rara!
¡Yo haré que la ame por fuerza!

(Compungida y fingiendo lo que no siente)

¡Ay cuánto debe sufrir!

(Aparte)

¡Tiene magníficas rentas!
¡Pobrecita de mis carnes!
¡Sangrecita de mis venas,
te casaré con mi hijo!

CURIANITA SILVIA.— (Ruborizándose.)
Lo adivinasteis.

DOÑA CURIANA.— (Abrasándola con ternura.)
Piensa
Que tengo ya muchos días
Y te adiviné la pena.

CURIANITA SILVIA.— ¡Ay, qué dicha! ¡Qué alegría!

DOÑA CURIANA.— (Mimosa en extremo.)
Límpiate esa cara tierna
Y deja tus lagrimitas
Al pie de esas azucenas.
Voy a llamar a mi hijo
para que te vea.

CURIANITA SILVIA.— Reina
Seré de este prado verde,
Pues tengo amor y riquezas.

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