Escena IV

Silvia se tapa del sol con la margarita y suspira anhelante. Curianito se sienta en una piedrecita blanca y mueve las antenas con lentitud.

CURIANITO.— (Leyendo la corteza que trae en su pata-mano.)
¡Oh amapola roja que ves todo el prado,
Como tú de linda yo quisiera ser!
Pintas sobre el cielo tu traje encarnado
Llorando el rocío del amanecer.

Eres tú la estrella que alumbra a la aldea,
Sol del gusanito buen madrugador.
¡Que cieguen mis ojos antes que te vea
Con hojas marchitas y turbio color!

¡Quién fuera una hormiga para poder verte
Sin que se tronchara tu tallo sutil!
Yo siempre a mi lado quisiera tenerte
Para darte besos con miel del abril.

Pues mis besos tienen la tibia dulzura
Del fuego en que vive mi rara pasión;
Y hasta que me lleven a la sepultura
Latirá por ti
Este corazón…

CURIANITA SILVIA.— (Soñando, aparte.)
¡Qué apasionado madrigal
el que cantó!
(Volviéndose a Curianito)
Muy buenos días. ¿Como estas?

CURIANITO.— Bien, ¿Y tú?

CURIANITA SILVIA.— Yo…
Busco una cosa sin cesar.

CURIANITO.— ¿Cosa?

CURIANITA SILVIA.— El Amor.

CURIANITO.— Es muy difícil de encontrar.

CURIANITA SILVIA.— Mi corazón busca los besos.

CURIANITO.— Los tendrás.

CURIANITA SILVIA.— Creo que no.
¿Cuándo te casas?

CURIANITO.— Mi ilusión
Está prendida en la estrella
Que parece una flor.

CURIANITA SILVIA.— ¿No es fácil que se seque
Con un rayo de sol?

CURIANITO.— Yo tengo el agua clara
Para calmar su ardor.

CURIANITA SILVIA.— ¿Y dónde está tu estrella?

CURIANITO.— En mi imaginación.

CURIANITA SlLVIA.— (Con tristeza.)
La verás algún día.

CURIANITO.— Yo seré su cantor.
Le diré madrigales
Del dulce viento al son.

CURIANITA SILVIA.— ¿Te acuerdas de la tarde
que en el sendero en flor
me dijiste: «Te quiero»?

CURIANITO.— ¡Aquello ya pasó!
Hoy no te quiero, Silvia.

CURIANITA SILVIA.— (Llorando.)
Ya lo sé.

CURIANITO.— Por favor,
te ruego que no llores.

CURIANITA SILVIA.— Me duele el corazón.
(¡Ay de mí!, no me quiere.)

CURIANITO.— (Se acerca a consolarla.)
¡No llores más, por Dios!

(Estando muy juntitos, pasan por la calle dos Curianitas, niñas y revoltosas. Una de ellas lleva una mosca atada con una brizna de hierba seca.)

LAS CURIANITAS.— (A voces).
El novio y la novia,
¡Eo! ¡eo! ¡oh!…

CURIANITA SILVIA.— Ojalá fuera cierto
Lo que dice esa voz.

CURIANITO.— ¡No llores, niña Silvia!

CURIANITA SILVIA.— Me duele el corazón.

LAS CURIANITAS.— (Yéndose.)
El novio y la novia,
¡Eo! ¡eo! ¡oh!

CURIANITA SILVIA.— ¡Ay de mí, desdichada!

CURIANITO.— ¡Qué triste situación!

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