La Zapatera y el Niño.
NIÑO. (Temerosamente.) Gente de paz.
ZAPATERA. (Abriendo.) ¿Eres tú? (Melosa y
conmovida.)
NIÑO. Sí, señora Zapaterita. ¿Estaba usted llo-
rando?
ZAPATERA. No, es que un mosco de esos que
hacen piiiiii, me ha picado en este ojo.
NIÑO. ¿Quiere usted que le sople?
ZAPATERA. No, hijo mío, ya se me ha pasa-
do... (Le acaricia.) ¿Y qué es lo que quieres?
NIÑO. Vengo con estos zapatos de charol, cos-taron cinco duros, para que los arregle su mari-
do. Son de mi hermana la grande, la que tiene
el cutis fino y se pone dos lazos, que tiene dos,
un día uno y otro día otro, en la cintura.
ZAPATERA. Déjalos ahí, ya los arreglarán.
NIÑO. Dice mi madre que tenga cuidado de no
darles muchos martillazos, que el charol es
muy delicado, para que no se estropee el cha-
rol.
ZAPATERA. Dile a tu madre que ya sabe mi
marido lo que tiene que hacer, y que así supiera
ella aliñar con laurel y pimienta un buen guiso
como mi marido componer zapatos.
NIÑO. (Haciendo pucheros.) No se disguste
usted conmigo, que yo no tengo la culpa y to-
dos los días estudio muy bien la gramática.
ZAPATERA. (Dulce.) ¡Hijo mío! ¡Prenda mía!
¡Si contigo no es nada! (Lo besa.) Toma este
muñequito, ¿te gusta? Pues llévatelo.
NIÑO. Me lo llevaré, porque como yo sé que
usted no tendrá nunca niños...
ZAPATERA. ¿Quién te dijo eso?
NIÑO. Mi madre lo hablaba el otro día, dicien-
do: la zapatera no tendrá hijos, y se reían mis
hermanas y la comadre Rafaela.
ZAPATERA. (Nerviosísima.) ¿Hijos? Puede
que los tenga más hermosos que todas ellas y
con más arranque y más honra, porque tu ma-
dre... es menester que sepas...
NIÑO. Tome usted el muñequito, ¡no lo quiero!
ZAPATERA. (Reaccionando.) No, no, guárdalo,
hijo mío... ¡Si contigo no es nada!