Escena VIII

Zapatero y Vecinas.

VECINA ROJA. (Entrando rápida.) Buen hom- bre.

VECINA AMARILLA. (Rápida.) Buen hombre.

VECINA ROJA. Salga en seguida de esta casa. Usted es persona decente y no debe estar aquí.

VECINA AMARILLA. Ésta es la casa de una leona, de una hiena.

VECINA ROJA. De una mal nacida, desengaño de los hombres.

VECINA AMARILLA. Pero o se va del pueblo o la echamos. Nos trae locas.

VECINA ROJA. Muerta la quisiera ver.

VECINA AMARILLA. Amortajada, con su ra- mo en el pecho.

ZAPATERO. (Angustiado.) ¡Basta!

VECINA ROJA. Ha corrido la sangre.

VECINA AMARILLA. No quedan pañuelos blancos.

VECINA ROJA. Dos hombres como dos soles.

VECINA AMARILLA. Con las navajas clavadas.

ZAPATERO. (Fuerte.) ¡Basta ya!

VECINA ROJA. Por culpa de ella.

VECINA AMARILLA. Ella, ella y ella.

VECINA ROJA. Miramos por usted.

VECINA AMARILLA. ¡Le avisamos con tiem-po!

ZAPATERO. Grandísimas embusteras, menti- rosas, mal nacidas. Os voy a arrastrar del pelo.

VECINA ROJA. (A la otra.) ¡También lo ha conquistado!

VECINA AMARILLA. ¡A fuerza de besos habrá sido!

ZAPATERO. ¡Así os lleve el demonio! ¡Basilis- cos, perjuras!

VECINA NEGRA. (En la ventana.) ¡Comadre, corra usted! (Sale corriendo. Las dos Vecinas hacen to mismo.)

VECINA ROJA. Otro en el garlito.

VECINA AMARILLA. ¡Otro!

ZAPATERO. ¡Sayonas, judías! ¡Os pondré na- vajillas barberas en los zapatos! Me vais a so- ñar.

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