Rueda helada la luna, cuando Venus,
con el cutis de sal, abría en la arena
blancas pupilas de inocentes conchas.
La noche cobra sus precisas huellas
con chapines de fósforo y espuma.
Mientras yerto gigante sin latido
roza su tibia espalda sin venera.
El cielo exalta cicatriz borrosa,
al ver su carne convertida en carne
que participa de la estrella dura
y el molusco sin límite de miedo.
2 de marzo de 1926