Mientras que esto sucedía en palacio, los siete grandes de Persia confederados, en virtud del acuerdo tomado de poner manos a la obra al momento, sin dilatar la empresa un solo punto, iban a ejecutarla después de haber llamado a los dioses en su favor y ayuda, sin que nada hubieran sabido de la reciente aventura de Prejaspes. A la mitad de su camino oyeron lo que con éste acababa de suceder, y retirándose de la calle entraron de nuevo en consulta. Era Otanes de parecer que se difiriera absolutamente la empresa para mejor ocasión, no siendo oportuna para el intento la presente ocasión del alboroto y fermentación del estado. Darío decía, al contrario, que convenía ir luego a palacio y acometer la empresa sin más tardanza. En el calor de esta contienda, he aquí que aparecen de repente a los septemviros siete pares de alcones dando caza a dos pares de buitres, arrancándoles las plumas por el aire, y destrozándoles el cuerpo con los picos. Venlos los siete conjurados, y dando todos asentimiento a Darío, marchan derechos a palacio llevados en alas de tan felices agüeros.