Así cuentan algunos el ambicioso artificio usado por Ebares, si bien otros, pues andan en esto divididas las relaciones de los persas, lo refieren de otra manera. Dicen que Ebares aplicó antes su mano al vientre de la yegua, y la mantuvo cubierta entre sus vestidos, pero al momento de apuntar el sol, cuando debían mover los caballos, sacando su mano el caballerizo, la llevó a las narices del caballo, el cual, percibiendo el olor, principió al punto a relinchar.