Si alguna vez enferma su rey, hace llamar a los tres adivinos de mayor crédito y fama, los cuales del modo arriba dicho vaticinan acerca de aquella enfermedad. Por lo común, salen con decir que uno u otro, nombrando a los sujetos que les parece, juraron falso por los lares regios; pues que cuando los escitas quieren hacer el juramento más grave y más solemne de todos, casi siempre les obligan las leyes a jurar por los hogares o penates del rey. Al punto, pues traen preso al sujeto que dicen haber perjurado, y allí le reconvienen los adivinos, diciendo que el rey está enfermo porque él, como parece por los vaticinios, fue perjuro violando los hogares y penales regios. Suele acontecer que, enojado el preso, desmiente a los adivinos, diciendo que no hubo tal perjurio. Entonces llama el rey otros tantos adivinos, y si éstos, observando el modo que se guardó en la adivinación, dan al reo por convicto del perjurio, sin más dilación le cortan la cabeza, y los primeros adivinos se reparten todos sus haberes. Pero si los segundos absuelven al pretendido perjuro, llámanse de nuevo otros, y después otros, y si sucede que los más den al hombre por inocente, la pena decretada por las leyes es que mueran los primeros adivinos.